Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig

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Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16 - Nadia Vera Puig

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Megan acababa de secar el último vaso.

      —Buenas noches, igualmente.

      Aparentemente, cada día que amanece es un día por el que vivir, pero nunca sabemos qué va a suceder. Esa mañana llamaron a Juliana desde el colegio de Mathew informando de un problema con el habla, lo llevó al médico y principalmente se trataba de una afonía temporal. El doctor le recetó un medicamento y reposo para la garganta. Juliana llevaba unos días con bastante estrés, su hijo continuaba sin decir palabra, entonces llegó el momento de hacerle diversas pruebas, los médicos no hallaban el problema.

      —Señora Mathew, cómo decirle, su hijo está perfecto de garganta, neuronalmente también, es un caso algo raro, porque cuando le estábamos haciendo las pruebas, hemos descubierto otra cosa. Creíamos que era fallo de la máquina, pero ya no sabemos qué pensar...

      —¿Qué? Díganme, ¿qué pasa?

      —Su hijo es ciego, lo que no acabamos de entender es cómo puede ver, y seguimos sin saber cómo su hijo ha perdido la voz, es muy raro porque no entendemos cómo algo nos da mal y está bien y como que algo que está bien parece ser que está dañado. ¿Lo entiende?

      —No, doctor. ¡¿Sabéis?! ¡Yo pienso que vuestra máquina está realmente dañada, los resultados no han salido bien!

      —Créame, a lo mejor está, nos estamos afrentando a algo nuevo, no sé, puede que se trate de su sistema defensivo.

      Juliana salió del médico con su hijo en brazos, lo llevó a casa y, antes de entrar, estaba Sam.

      —¡Sam! ¿Qué haces aquí?

      —Nir, quería verlo, lleva semanas sin venir al colegio.

      —Ya, si quieres entra, pero Mathew tiene que descansar ahora.

      —Nir, cariño, la tía de Mathew jugará un rato contigo —le dijo a Nir después de acostar a Mathew en su cama.

      Ambos se sentaron en el salón.

      —¿Quieres té?

      —No, gracias.

      —Insisto.

      —Está bien.

      —Mira, Sam, me han dicho en la escuela que tengo que apuntarlo a otro centro para sus capacidades, él escucha, el problema es que en la mayoría de veces se siente impotente para expresar lo que siente. —Hizo una pausa cuando bebió un sorbo de té—. Pero por ahora escribe en una pizarra y le voy a tener que enseñar el lenguaje de los signos para que se sienta más cómodo y fluido a la hora de comunicarse, pero no es todo.

      —¿Cómo que no?

      —Según los médicos, han detectado que es invidente, pero no entienden cómo puede ver. —Le entró una pequeña risa nerviosa—. No es lógico, se habrán equivocado.

      —Supongo.

      Hubo un breve silencio, ambos se quedaron bebiendo el té que quedaba, esa misma tarde llovía demasiado, Sam se quedó fijamente mirando a Juliana.

      —¿¡Qué!?

      —Nada, solo estaba pensando.

      —¿En qué?

      —Bueno, en el problema de tu hijo, podría ayudarlo.

      —¿Ah, sí? —Cuando dejó la tacita encima de la mesita de estar.

      —Sí, sé el lenguaje de los signos, podría venir por las tardes y enseñarle un rato.

      —Eres muy amable, Sam, pero tampoco quiero que pierdas el tiempo, seguro que tienes otras cosas que hacer o dedicarle tiempo a tu hija. Además tampoco podría pagarte por las molestias.

      —Juliana, no es molestia y no quiero que me pagues, Nir estará aquí conmigo y sería una hora o dos, no me importa, quiero ayudar porque he sido profesor de esto hace años... y, bueno, así se sentirá más cómodo.

      —Ya pero apenas él no te conoce.

      —¿Por qué lo dices? ¿Por su padre?

      —¿Qué sabes tú de eso?

      —Me lo contó Nir, le dijo su hijo que su papa es un superhéroe y por eso está siempre de viaje.

      —¡Sí, como su mujer! Lo siento...

      —No, tranquila.

      —Es que no es que él se haya ido, me inventé esa historia porque...

      —Puedes contármelo.

      —Prefiero que no, ¿sabes?, ya es suficiente que lo sepa mi familia.

      —Vale.

       Juliana recogió las tazas y las llevó hacia la pica de la cocina, le parecía vergonzoso, contarle a un hombre que casi apenas conocía que no recordaba ni siquiera quién era el padre de su hijo, quién fue su pareja.

      —¿Estás bien?

      —Sí, no pasa nada.

      —Siento haberte preguntado esto, sé que no me conoces mucho, me he precipitado.

      —No pasa nada, en serio —Cuando acabo de fregar ambas tazas—. Es más, discúlpame a mí por haber mencionado a tu mujer.

      —No importa. Empecé yo con lo del padre de Mathew.

      Nir vino corriendo hacia su padre, él la cogió en brazos.

      —Bueno, nosotros nos vamos. ¿Te va bien que me pase a las cinco de lunes a viernes?

      —Claro, me parece perfecto, gracias —le dijo con una amable sonrisa.

      —Di adiós Nir a Juliana.

      —Adiós.

      —Una cosa...

      —¿Sí?

      —¿De dónde proviene su nombre?

      —Es una historia muy larga de explicar, proviene de una antigua historia que le contaba su madre. Nir es una estrella caída del cielo, y tiene una misión en la Tierra que es proporcionar la luz necesaria para que no estemos tan ciegos a este mundo sin luz... Bueno, trata un poco de eso... —Nir bajó de los brazos de su padre.

      —Papa, la historia no acaba allí.

      —Ya, hija mía, pero no le vamos a aburrir con este cuento.

      —No, no me aburre, quedaros.

      —A ver, papa, tú no tienes gracia contando la historia. —Fueron al salón y se sentaron en los sillones—. Nir es una superheroína, proviene de su estrella de luz y, cuando cayó del cielo, fue en busca de los más ciegos de la Tierra, ella liberó una luz mágica a través de sus polvos de estrella, a partir de ahí, las personas empezaron a ver la vida con un poco más de luz, se dice que su alma se halla

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