Vivir viajando. Diego Varela

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Vivir viajando - Diego Varela

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que me parece clave que aplica perfectamente a París, es que uno no tiene que ser esclavo del tiempo y estar en cada lugar el tiempo que lo amerite. Un gran tema de Radiohead en OK Computer habla de eso, el tema es obviamente The Tourist. A veces el hecho de querer más estampillas en el pasaporte nos hace perder de vista lo reconfortante que es apreciar y disfrutar de las cosas que no sabemos si las vamos a volver a ver.

       Capítulo 5 – Viajando solo

      Yo: Quiero un pasaje de Miami a Amsterdam

      Asatej: Tengo uno directo, pero sale alrededor de 1200 usd más que el siguiente. Miami - Charlotte - New York - Reykjavik - Amsterdam.

      Yo: Damelo, siempre quise hacer 180 escalas.

      Épocas en donde uno cuida el mango. En esos momentos, Asatej era el gran vendedor de turismo al menos en Argentina. El modelo de negocio de Asatej, básicamente era ponerte gente que había viajado a atenderte y empezar a hablarte de los lugares, recomendando cosas, destinos, opciones para que vos, con el fervor de tener al tipo adelante, compres pasajes en ese momento. Internet seguía sin estar desarrollado como lo conocemos hoy en día y la atención de Asatej era sumamente valiosa dependiendo quién te atendía, yo ya tenía identificado quién sabía y quién no, o bien quién podía estar a la altura de mis preguntas, que generalmente eran bastante excéntricas.

      Era un momento emocional mio bastante raro, recién separado, últimos momentos de la convertibilidad en la Argentina que hacía que los viajes sean un poco más fáciles (aunque luego el país estaba hecho pedazos por ese nivel de mentira cambiaria) y con algunos ahorros pidiendo a gritos que los gaste en viajes.

      Era definitivamente un viaje de búsqueda. No quiero decir búsqueda espiritual porque me parece demasiado cursi a la hora de escribirlo, pero cuando volví, volví mejor persona, más madura y con ganas de emprender nuevos desafíos personales y profesionales.

      El primer punto de anclaje iba a ser Barranquilla, en Colombia. Había conocido gente y me estaban esperando ahí. Le tengo un gran cariño a Colombia, es un país muy castigado y rotulado por la droga, pero la gente que me encontré ahí es una maravilla, viven de buen humor, tienen una cocina exquisita (una brutalidad de calorías, pero rica en fin), amantes del fútbol y grandes bebedores de alcohol. Siempre fui espantoso bailando, pero cada vez que iba a Colombia se repetía el escenario de gente diciéndome que baile vallenato, un estilo típico de ahí. Soy tan pero tan malo bailando, que prefería pasar como viejo regañadientes antes de pasar vergüenza. Los colombianos saben bailar, todos, sin excepción, son como los Brasileros, que escuchan una pandereta y están moviéndose de manera increíble. Decididamente no es lo mío.

      Mi estadía en Barranquilla fue breve, conseguí mi casaca del Junior de Barranquilla (el equipo de fútbol local) y pasé también por el estadio, una estructura que conocía de verlo por TV de seguir tantas veces la Copa Libertadores. Ahora veía ese monstruo en persona.

      Ir a las canchas de fútbol, se convirtió en cierta forma, una costumbre mía, donde podía, iba, y si había cotejo, mejor. No fui a muchas, pero siempre tuve la intención de hacerlo.

      Mi próximo destino, era Miami. Mi primera vez en Estados Unidos. Tomé la decisión de ir, porque en ese momento, Argentina no necesitaba visado para visitar el país. Aproveché y fui a visitar a un amigo que se acababa de mudar ahí.

      Estados Unidos era un país del cual prejuzgue de manera recurrente, siempre diciendo que los gringos eran mala gente, que no tenían ni idea dónde estaba Argentina, que eran unos egocéntricos, que se creían los dueños del mundo y todos los agravios que consideren. Iba a ir a visitar a mi amigo Adrián que si no fuera porque no había visado requerido, no iba ni loco. No estaba dispuesto a sucumbir ante un proceso de visado.

      Juzgué y prejuzgue durante tanto tiempo que hoy lo pongo en perspectiva de cómo uno, por la creencia popular, habla sin saber y que de la única manera de ver cómo es el lugar, es yendo. Estados Unidos tiene muchas cosas buenas y tiene muchas cosas malas, pero las cosas buenas son tantas que hoy en día estoy viviendo ahí.

      Llegué a Miami y Adrián me fue a buscar al aeropuerto, él se había mudado ahí hacía escasos 10 días. Lo primero que me llamó la atención, y ni tuve que salir del aeropuerto para eso, fue el parque automotor. Muchos niveles por encima del Argentino, que nunca fue - cómo decirlo - tope de gama. El nivel de autos que se ven en Miami son tantos y de una calidad tan alta que los primeros dos días es casi difícil llevar una charla en la calle ya que te pasás mirando autos. Y eso que a mi los autos, no me representan nada, son un transporte. ¡Me imagino a los que sienten pasión por los autos cómo se deben poner ahí!

      La recorrida de Miami estuvo bien, fue también emotiva, porque con Adrián habíamos compartido muchos años de Universidad, y éramos bastante unidos. Quedé impactado con el tamaño de las cosas, de los Malls, de los estacionamientos, de los restaurantes, de las porciones que te sirven para comer y de las propinas que hay que dejar. Todo en una escala más grande de lo que estaba acostumbrado.

      En medio de mi estadía, se comunican conmigo gente de Asatej y me informan que el vuelo de Iceland Air que iba a tomar desde New York a Reykjavik había sido modificado. Inicialmente iba a estar unas 10 hs de escala en New York y pasé a estar casi 4 días. Acepté de mala gana quedarme en New York. No quería, seguía negado con estar en Estados Unidos.

      Obviamente todo eso cambió en un segundo, cuando estábamos por aterrizar en La Guardia y el avión pasa por al lado de las Torres Gemelas. Sobrevoló un poco Manhattan y ahí entendí que si había un lugar que había prejuzgado de manera absolutamente incorrecta, era New York.

      New York me dio una paliza por donde se lo mire, culturalmente, deportivamente, paisajes, luces, comida, gente, parque, todo. No hay ángulo en donde mi expectativa haya estado por abajo en la ciudad. Me había munido de un mapa, ya que en ese momento ni teléfono celular tenía y estaba dispuesto a ir a ver las Torres Gemelas, que en ese momento todavía estaban en pie. El hotel estaba en el medio de Manhattan y las Torres estaban bien en la parte sur, casi en la costa. Cosas que le pueden pasar a todo el mundo, pero puntualmente me pasó a mi, es que agarré el mapa al revés. Y fui caminando hacia la parte norte de New York, luego de más de una hora de caminata, misteriosamente aparecí en el medio de un Harlem que por ese entonces tenía lugares - a mi criterio - un poco marginales. Me di cuenta que me había equivocado y subí al Subway para recuperar la expedición, en donde finalmente pude llegar a la entrada de las Torres Gemelas. La altura que tenían las torres y el hecho que eran dos, producía un impacto visual increíble. Hoy en día, se construyeron muchos edificios inclusive más altos que las Torres, como en Dubai, o mismo ahora en Manhattan, con lo cual hoy en día, pierde un poco la parte exótica, aunque sigue siendo difícil de procesar al principio.

      Se podía subir a una sola torre, la que tenía el mirador, subí de noche y pude apreciar todo Manhattan desde una de las torres, era genial que podías reconocer los distintos íconos, como por ejemplo, Times Square. De la tierra salía un hongo de luz poderosa que iluminaba el cielo, éso es Times Square. Tengo una foto de recuerdo de las torres y es lo único que me quedó. Meses después, vi por TV cómo caían y me impresionó bastante ya que yo había ido hace relativamente poco.

      Ir a ver deporte fue siempre un fetiche mio desde el principio y Estados Unidos posee múltiples opciones de deporte - que no son por lo general mis favoritos - pero en algún momento hay que verlos. Desde Buenos Aires, había entrado al site de Madison Square Garden y había conseguido on line un ticket para ir a ver a los Rangers - el equipo de Hockey sobre Hielo que representa a New York. Lo compré on line, cosa que en ese momento era muy raro - hoy en día no voy a una boletería a comprar un ticket ni que me paguen por hacerlo. Entro al Madison Square Garden y había un cartelito que decía “Online

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