Vivir viajando. Diego Varela

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Vivir viajando - Diego Varela

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Chapadmalal era muy lindo y ahí entendimos también que se puede tener vacaciones en lugares más decentes que los de Río Tercero, claro, para nosotros esto era todo muy nuevo.

      En el año 1989, con Mariano - compañero de Primaria y Secundaria, surge la posibilidad de ir a Uruguay una semana, él con su madre (Mabel) y Carlos (pareja de Mabel), estaban yendo hacia ahí y me dada la amistad y para que Mariano no se aburra en forma terminal, decidieron invitarme, cosa que yo acepte sin titubear ni siquiera un segundo. Primera salida del país, y como no era con mis viejos, me tuvieron que firmar un permiso de Patria Potestad para poder egresar del país con ellos. Por otro lado, iba a ser un viaje emocionante, porque íbamos a ir en Buquebús, y atravesar el Río de la Plata en un ferry era algo que no todos los días pensaba que iba a hacer.

      El viaje era extremadamente lento, yo casi me podía imaginar que nadando llegaba más rápido, a pesar que mis dotes como nadador dejan bastante que desear. Luego de casi 3 horas arriba del súper barco, llegamos a Colonia del Sacramento, que claramente no es una ciudad para chicos de 15/16 años. Recorrimos todo con bastante poco interés ya que lo único que había eran ruinas, que, hoy en día, apreciaría mucho ver, pero en ese momento, el mensaje a mi cerebro no era otro que “Pero me como un viaje eterno en barco, para ver esto que está todo hecho bolsa. Dios mío.”

      Aprovechamos el ferry para cargar el Peugeot 504 bordeau de Carlos, con el cual recorrimos toda la extensión Uruguaya. Recuerdo que paramos casi en primera instancia en Piriápolis, ciudad a la que mis tíos me pudrieron de mencionar, yo no me esperaba encontrar una sucursal uruguaya de Disney, pero si, tenia bastante inquietud de saber de que se trataba la tan mentada ciudad. Me encontré con que la ciudad daba al río, que tenia lindas playas de arena y que tenía como un cerro, la verdad, hasta me pareció pintoresco, pero no logre entender cómo la gente tiene adicción a Piriápolis.

      Seguimos recorriendo con el Peugeot las sinuosas rutas de Uruguay, y llegamos a Montevideo, de entrada me pareció una ciudad súper vieja, pero vieja en el sentido que por ejemplo, uno va al barrio de Retiro, Capital Federal, y ve monstruosos edificios vidriados de muchísimos pisos, si bien son de ultima generación, siempre hubo edificios de veinte pisos o mas. En Montevideo el edificio más alto, tenía catorce pisos. ¡Catorce! No era nada, hasta casi las iglesias eran más altas. Ese tipo de detalles me daban que pensar que era vieja. Llegamos y empezamos a recorrer un poco, y me di cuenta lo importante que es Artigas para ese país, todo, absolutamente todo, esta relacionado con Artigas, inclusive, fuimos al Mausoleo que esta cito en esa misma ciudad, como gran homenaje a su Libertador. Una nota de color, es bastante llamativo, el tamaño de los testículos del caballo de Artigas. (¿Es necesario saber esto?)

      Luego de recorrer tres días Montevideo, en donde vimos la Casa de Gobierno, el Estadio Centenario y sus playas de arena que dan al Río de la Plata (si, es el mismo río que da a Buenos Aires y acá pueden llegar a aparecer pingüinos empetrolados, o cualquier cosa mutada por el estado del agua, sin mencionar que no tenemos arena, sino tierra).

      El paisaje callejero de Montevideo y por general de Uruguay es ver a la gente por la calle tomando mate, con un termo bajo el brazo, pero el nivel de adicción es tal, que es casi como que forma parte del cuerpo el termo y el mate, y a uno, de verlo en tantos lados, el mismo escenario, ¡hasta le parece que es lógico que todos anden así! Quizás pecamos que nosotros nos creemos grandes tomadores de mate, y en realidad, no tenemos nada que hacer al lado de nuestros vecinos charrúas.

      También es interesante comer la parrilla Uruguaya, tiene cosas como chotos, chivito o pamplona, que son sinceramente muy ricos e inclusive fueron adoptados por la parrilla Argentina.

      Siguiendo viaje hacia el oeste, nos topamos con la casa del artista Páez Bilaró, quien aparte de ser un eximio artista, su hijo fue participe de la odisea del equipo de rugby que quedo varado en la cordillera, que estuvieron setenta y dos días buscando una salida antes de ser rescatados y que para sobrevivir, llegaron a practicar canibalismo. De esa historia estremecedora se desprende la película Viven. La casa de Páez Bilaró es algo fuera de lo común, esta ubicada en Punta Ballena (ahí nomás de Punta del Este) y tiene una estructura con muchísimos volúmenes irregulares, todos blancos, y con arcos, como pudiendo pasar por adentro de ellos, es digno de un dibujo de Escher. Adentro tiene un museo, en donde se pueden apreciar sus obras, obviamente, existen fotos del reencuentro entre padre e hijo luego de la aventura cordillerana, realmente, es escalofriante.

      Hay muchas pinturas, que sinceramente mi nivel pictórico se sublima a solamente dos estadios, que es “Me gusta, No me gusta” sin encontrar grises y muchos vericuetos en la determinación. La mayoría de las obras “Me gustaron “ya que hacían un muy buen uso de los colores claros, que en mis momentos de pequeño, cuando en un momento empecé a pintar, era de lo más complicado de hacer.

      Siguiendo viaje, con bastante ansiedad, sabíamos que la próxima parada iba a ser Punta del Este, en ese entonces Punta era lo más top, lo mejor que te podía pasar era estar en Punta del Este, muchísimos argentinos tenían casas ahí ostentando su nivel social. Era increíble, a medida que nos acercábamos a las zonas céntricas, más y más autos con chapas argentinas, era casi una sucursal.

      Punta del Este me impresionó de entrada, ya sea por los edificios muy imponentes y aparentan ser lujosos, sus casas impresionantes y el ambiente en la calle. En un momento, llegamos en donde se dividen las aguas entre el Río de la Plata y el Océano Atlántico, que curiosamente, las playas respectivas, se llaman “La Mansa “(que da al río) y “La brava “que da al mar. Es bastante curioso como de un lado tenés olas y del otro lado no, me quede sorprendido con ese insólito escenario.

      Otro punto curioso es el “Monumento al Ahogado “que, para quienes no lo conocen, les comento que consta de 5 dedos que salen del piso, de considerable tamaño, simulando ser los dedos de una persona que se esta ahogando, en donde la vereda se interpreta como mar. Sinceramente, muy mal gusto para mi, pero bueno, seguramente cobro mucho por hacer eso que a mi no se me ocurrió hacer.

      Uruguay duro solamente una semana, pero fue suficiente como para conocer otra cultura, si bien es sospechosamente similar a la nuestra, uno encuentra diferencias, una de la principal, es la moneda, el parque automotor, la gente tomando mate en cualquier lado, la comida y la mención de otras personas, como Artigas que no tenia ni siquiera incorporadas, que luego del viaje si las tuve. Como primer país foráneo y a esa edad para empezar circuitos internacionales, este bien, ha sido un interesante viaje y he visto muy lindas cosas.

       Capítulo 3 – Un poco más de grande

      Entendiendo un poco el entorno

      Vamos a ubicarnos un poco qué me pasó en mi vida para poder entender un poco más el viaje a Bariloche, que es el siguiente a relatar, ya que sin ubicarnos, será imposible entender las situaciones vividas.

      El secundario lo hice lo que en ese momento se llamaba, Colegio Nacional Nº 3 Mariano Moreno, ubicado en la calle Rivadavia entre Bulnes y Billinghurst, Capital Federal. El colegio no era una cuna de superdotados, pero estaba muy bien, al ser estatal, me hizo tener roce con gente de cualquier estrato social, creencia religiosa y hasta nacionalidades distintas. En ese entonces era un colegio que se basaba en el “Proyecto 13” que consistía en tener un tutor por curso y aparte, luego de tres años comunes, especialización en algún rubro, las tres opciones eran, Físico-Matemático, Letras o Biológico, yo siempre fui un tipo que, irónicamente, no le gustaban las letras y mucho menos disecar sapos, mis viejos, ambos docentes de Matemática y mi viejo aparte de Física, no parecía haber otra alternativa, me dediqué al Físico-Matemático. Lo interesante de esto, es que uno en cuarto año, tenía un nuevo lote de compañeros, porque no todos seguían la misma especialización que uno, y en cierto aspecto era fuerte, porque es como que ya te estabas acostumbrando

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