Vivir viajando. Diego Varela

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Vivir viajando - Diego Varela

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      A la fiesta no había ido mucha gente porque muchos estaban filtrados de las 24 horas de viaje, más los nervios de la interrupción en el medio con el micro en la noche, la imposibilidad de dormir mientras estábamos en el micro y porque al día siguiente arrancaban las excursiones, nos tocaba Cerro Catedral, entonces, mucha gente que no fue, prefirió descansar.

      El tiempo de excursiones había llegado, gran ansiedad por ir al Cerro Catedral, ya que iba a ser técnicamente nuestro primer contacto con la nieve. Yo ya había estado en contacto con montañas en Jujuy, pero la nieve era un misterio para mí. Por otro lado, nosotros, creíamos que íbamos a llegar a Bariloche, y que iba a ser un cúmulo de nieve total, y nada más lejos de la realidad. Había un sol infernal, que duró toda la semana que estuvimos ahí, así que nuestra primer chance era el Catedral.

      Luego de un par de horas llegamos al cerro, previamente, alquiler de indumentaria apta y propicia para la nieve en donde todos los coordinadores siempre tienen algún tipo de arreglo y ahí fue casi inmediato, nos bajamos del micro y guerra de nieve todos contra todos a modo de festejar el ver nieve y de paso si le podías partir la cara a otro usando algún copo, no estaba de más.

      Hicimos el ascenso con la aerosilla, la cual se tambaleaba bastante más de lo que a mi hubiera gustado, hasta llegar al primer descenso. Una vez ahí, nos sacaron la foto que todos apreciamos y yo me negué a comprar por su abusivo precio que nunca me arrepentí de haberlo hecho y empezamos con nuevas guerras de nieve y en eso, Gustavo propone hacer culipatín. Culipatín no es otra cosa que tirarse al piso y que la gravedad haga el resto, había una buena pendiente, era tomar un poco de impulso y después Gustavo te decía, “después frenas agarrándome del árbol”. El árbol era un escarbadientes y pasando el árbol ese unos 20 metros, la pendiente sí que se ponía complicada, entonces era agarrarse de ahí o nada. Lo que después nos dimos cuenta, es que la nieve hasta ahí estaba pisada, lo cual permite el deslizamiento con solo tirarse, y tras ese famoso árbol, había nieve virgen, la cual ofrece mucho más resistencia y no podríamos haber avanzado más. En definitiva, la posibilidad de caer a la pendiente mucho mayor, casi no existía.

      Nos tiramos todos, y algunos más de una vez, lo complicado era volver, las piernas pesaban muchísimo, y el terreno era muy empinado y complejo, pero la adrenalina de ese momento era sensacional, había muchos que se tiraban y desde abajo, donde habíamos hecho una mini base, los atajamos para que, o no se peguen contra el árbol, o bien para que no lleguen a la parte de nieve virgen.

      A la vuelta, estábamos todos fusilados por el día que habíamos tenido, varios se quedaron dormido, entre uno de ellos, Manu, que estaba sentado justo en el último asiento del micro, pegado a la ventana derecha. Cuando llegamos al hotel, Manu, seguía dormido, y no se nos ocurrió mejor idea que dejarlo dormir. Nos bajamos todos excepto Manu, que seguía en su profundo sueño.

      Fuimos a nuestra pieza, nos bañamos, merendamos, y Manu seguía sin caer, en una de esas, suena el teléfono y ¡era Lau!, atiende Leo y muy gentilmente le dice, “mirá, a tu novio lo dejamos durmiendo en el omnibus con el que volvimos de Catedral, ni idea dónde estará ya que nosotros llegamos como hace dos horas”. Yo no lo escuché, pero el tono de indignación que tenía Lau, debe haber sido impactante. Al mismo tiempo, escuchamos por el pasillo del hotel que gritan de todo, nos asomamos, y era Manu que venía, Leo sale, todavía con Lau al teléfono y le dice, “¡Manu! ¡Es Lau!” mientras todos los vándalos se enteraban que la novia de Manu estaba al teléfono. Manu la debe haber pasado mal, le habíamos hecho una jugada muy sucia dejándolo en el micro, se estaba comiendo todas las bromas de los demás y encima lo llamaba la novia.

      Cuando corta la conmovedora charla con Lau, le preguntamos, “¿Dónde te metiste?” y nos contestó que había ido a tomar ginebra, que se había bajado a unas cuadras y muchas otras cosas que no le creímos en absoluto. Muchos años después nos contó que el micro llegó a la estación terminal y que ahí Manu se despierta, tras el inmenso susto del chofer, quien creía que el micro estaba vacío, y emprende su regreso, tomándose un colectivo de línea y llegando más de dos horas más tarde.

      Esa noche arrancamos con los boliches, nos habían hablado de Rocket como que era un lanzamiento de cohete de la NASA, había muchísima expectativa por ir ya sea porque estaban todos sedientos de corretear personas sino como para ver la famosa presentación. Yo en ese momento odiaba los boliches, era una cuestión de piel, no había manera, estaba empezando mi etapa de escuchar heavy a ultranza y los boliches me parecían una careteada total. No obstante, estaba en Bariloche, y negar ir a los boliches era como negar el viaje de egresados. Así que partimos todos para Rocket, entramos y la presentación la verdad era impresionante, repleta de humo, juego de luces, láser, ascensores, música al palo y la gente saltando a más no poder. ¡Y eso que estoy contando algo que realmente pasó hace rato! Lo que debe haber cambiado la tecnología desde ese entonces. Yo estaba con Leo, dimos unas quinientas vueltas, y como nos dimos cuenta casi de inmediato que nuestro destino iba a ser mirar como los demás ganaban o se embriagaban de forma que nosotros no considerábamos adecuada en ese entonces, partimos para un bar en la esquina del hotel a tomar nuestro bien ponderado chocolate con torta, lo que se hizo una costumbre con el correr de los días en Bariloche.

      Día libre, me acuerdo que con Leo salimos a caminar un poco y llegada la tarde, decidimos merendar, la merienda no era cosa que unos sánguches con cerveza, el tema era, cómo filtrar la cerveza al hotel. Nosotros, al lado de cualquier otro pibe de nuestro curso, éramos dos perejiles, los chicos pasaban medio alambique y nosotros no sabíamos cómo pasar ni una latita. La cuestión, es que estamos en el súper comprando las vituallas, y Leo, corajudo, agarra una latita fría de Heineken, yo agarro otra y la escondemos debajo de la campera. Llegamos al hotel, y Leo, con su cámara de fotos en la mano, intenta pedir la llave de la habitación, y mientras extiende su mano hacia la del conserje cual traía la llave de nuestra pieza, cae de la nada, una lata de cerveza Heineken de adentro de su campera. El lobby del hotel explotaba de risas gritándole cualquier animalada diciéndole que estaba traficando alcohol, por poco y lo comparan con Al Capone. El conserje, con cara seria y de pocos amigos, le dice... “A ver qué tenés...” y Leo, ingenuo, le da la lata de cerveza, y el conserje corrige y le dice, “no no, la cámara.” Así que el conserje se entretuvo viendo la cámara y pasamos el preciado néctar. El papelón más grande de la historia de Leo.

      Una vez arriba, merendamos, hicimos alguna que otra charla con otros flacos y nos preparamos para la noche. Empezamos a recorrer las habitaciones a ver cómo venían y vemos que Caro, tiene un estado de ebriedad increíble para su imagen que ella siempre portó. Nosotros no lo podíamos creer, la chica era una santa, y ahora la veíamos desbocada. Vimos el porqué, había una botella de Legui que técnicamente, estaba liquidada, solamente tenía un culito, pero era muy, muy poco, ahí habían tomado a morir. Acto seguido, Caro lo ve a Manu y se cuelga de él cual collar. Visto y considerando, se suscitaron las miradas y medio como que Leo y yo le decíamos con la mirada a Manu “se te dio, dale para adelante”. Manu en ese momento estaba en una disyuntiva, sabía que si hacía una jugada con Caro, nosotros íbamos a ir con Lau, quien era nuestra amiga, y técnicamente, no por disposición nuestra, sino de ellos, estaban en pareja. Pero nos importaba poco, y nosotros le dimos luz verde a Manu pero haga lo que quiera, y que después aclare las cosas con Lau. Manu se abrazaba con Caro como si fuera la última vez y Manu nos quería hacer creer que le daba lástima que Caro esté así y que él no iba a hacer nada. Nosotros somos perejiles, pero no comemos plástico. Obviamente era algo que decía Manu o bien para sacarnos del medio o para hacerle creer a Caro Dios sabe qué.

      La cuestión es que con Leo, los acompañamos a Gel, a otro boliche, y luego emprendemos la vuelta al hotel, en busca de Frías. Llegamos al hotel, y nos encontramos que estaba Porota con un coordinador con cara de desesperados, y Porota nos encara y nos dice... “chicos, por favor, nos prestan la pieza, es re urgente”. Nosotros entendimos claramente la urgencia, y les dijimos que sí, pero primero había que sacar a Frías de la misma, así que subimos y nos topamos con la puerta cerrada, eso claramente quería

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