Escribir sobre una línea imaginaria. Anne-Claudine Morel

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Escribir sobre una línea imaginaria - Anne-Claudine Morel

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de pensar en la obra de Vásconez como una oda nostálgica a ese mundo posible. Nada más lejos de la realidad: su universo existe desapacible y sin melancolía. La lluvia de la ciudad de Vásconez no golpea tímidamente las ventanas, es una lluvia pertinaz capaz de borrarlo todo. Los hoteles nos son esplendorosos y relucientes sitios de paso, sino marginales hogares itinerantes para los que siempre están en camino. En su mundo, el páramo es implacable, el volcán se proyecta sobre la ciudad provinciana, la quebrada serpentea como una herida, la luna crece como un órgano imparable y la sinfonía de caballos galopando anuncia la muerte. Hay en sus historias la sombra tenebrosa de los temas que fascinan y horrorizan a partes iguales: el crimen, la muerte de los niños, el incesto, los celos extremos, la maldad, la mente del asesino. No obstante, a diferencia de una página de sucesos, su prosa envuelve lentamente y tiene la marca inconfundible de las inquietudes intelectuales y estéticas de su autor. Vásconez nos describe su mundo no solo a partir de las imágenes sino de los olores y los ruidos. Hay lodo que hiede a muerte, perfume de mujer mezclado con humedad, “la soledad de una sirena buscando con su voz el hechizo de la noche”1, hay gemidos, ladridos, aullidos, cantos de gallo, llantos de bebés en la oscuridad, olores a flores y a gasolina.

      En ese universo de Vásconez, los personajes son recurrentes, sobre todo, el inquisitivo doctor Kronz, quien actúa como el guía perfecto para presentarnos ese asfixiante y remoto país andino donde ha ido a parar. Vásconez se siente a gusto con esos personajes que conoce: no son extranjeros ni extraños; son, si se quiere, los compatriotas de ese mundo que ha creado. El joven Jorge Villamar de La piel del miedo es el mismo que se enamora de Loreta en Hoteles del silencio. Roldán, el asesino, va apareciendo intermitente. También Sofía, los fotógrafos, los caballos, los jockeys, el cantar de los gallos y la luna reflejada en la ciudad.

      Lo que hace Anne-Claudine Morel en su análisis es partir de esa obra extensa y singular, y entenderla en su dimensión geográfica. Esto es algo que realmente no se había hecho de una manera tan sistemática y abarcadora. Aquí, por ejemplo, hay claves que permiten entender por qué un autor como él no ha alcanzado el reconocimiento global. ¿Está la respuesta en las redes del mundo editorial? ¿En la literatura ecuatoriana que siempre se asoma tímidamente a la orilla? ¿En la dificultad de escribir desde una línea imaginaria? Los lectores habituales y los nuevos apreciarán la propuesta de Morel que supone un viaje a la obra, al contexto y a las reflexiones de este autor, que ella misma define como “raro, en el sentido de poco común”.

      Ana Estrella-Santos

      1. En “Corrupción o la fama de un poeta”. Vásconez, J. (2018). Cuentos reunidos. Quito: Universidad San Francisco de Quito.

       AVISO Y AGRADECIMIENTOS

      Estas páginas constituyen una reflexión sobre la obra del escritor ecuatoriano Javier Vásconez (Quito, 1946) llevada a cabo desde el otro lado del Atlántico. Forman parte de un trabajo inédito realizado en Francia y en Ecuador entre 2011 y 2016. Mi estancia en Quito y mi encuentro con Vásconez, en 2012, me permitieron acceder a casi la totalidad de su obra y a una importante suma de documentos. Me valí también de las entrevistas que él concedió y de los textos críticos acerca de su obra. En esa ocasión pude conocer algo más al escritor, al hombre y al ciudadano. Recorrí con él las calles de Quito en busca del doctor Kronz, el famoso protagonista de varias de sus novelas. Todos los días nos reunimos en el estudio de su casa para hablar de literatura; particularmente de sus textos, de sus lecturas y de los personajes que creó.

      Aclararé más tarde el sentido del título y la perspectiva escogida para el desarrollo de este ensayo. Al leer a Vásconez participé de un deslumbrante descubrimiento. Intuí, ya desde las primeras páginas de El viajero de Praga (1996), que es un novelista raro, en el sentido de poco común, y que renovó la literatura producida en su país. Otros críticos comparten este juicio; por ejemplo, la profesora ecuatoriana Mercedes Mafla, con quien también me encontré en Quito y tuvo la generosidad de compartir conmigo su fino y profundo conocimiento de la obra de Javier Vásconez. La mirada con la que llevé a cabo mi investigación es europea y, para ser más específica, francesa. Este particular punto de vista permitirá arrojar una nueva luz sobre la ficción de Vásconez.

      Aprovecho la ocasión para agradecer a todos los que me permitieron entender mejor la literatura ecuatoriana y, en concreto la de Vásconez, de manera especial a Emmanuelle Sinardet y a Sandra Araya, la persona encargada en Quito de clasificar los archivos, los artículos de prensa, las notas e intervenciones de Javier Vásconez, junto con todo el material bibliográfico relacionado con él. Sandra no dudó en mandarme información cuando la solicité, para tener las referencias exactas de una edición o el número exacto de páginas de un texto inédito del autor.

      Finalmente, agradezco al propio Javier Vásconez por su colaboración, paciencia, estímulos y sobre todo por el tiempo que me dedicó en Quito. Nuestras animadas charlas me guiaron a menudo, aunque no todas en el sentido anhelado por el escritor, pues mi oficio de profesora y mi sentido crítico –impregnado de lecturas y herramientas de análisis particulares, francesas la mayoría de ellas– orientaron mi perspectiva de análisis de la obra.

      Esta investigación acerca de la obra de Javier Vásconez tiene que ver tanto con la literatura como con la geografía del país donde inscribió sus novelas y cuentos. Prueba de ello es su título: Escribir sobre una línea imaginaria. Cuando me encontré con el escritor en Quito, en el año 2012, insistió en que él no era un autor ecuatoriano sino un autor “a secas”, un novelista, sin precisión de nacionalidad, y así lo declara en numerosas entrevistas. No le interesan las llamadas novelas “nacionales”, sino la literatura, dondequiera que se produzca y se elabore. Sin embargo, el espacio en que nació la ficción influye, con toda seguridad, en ella. El contexto de creación de la obra presenta un interés indiscutible, más todavía cuando el modo de referirse a él revela una preocupación que he querido aclarar.

      La metamorfosis geográfica del Ecuador que iremos estudiando en estas páginas me parece significativa

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