Escribir sobre una línea imaginaria. Anne-Claudine Morel

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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_a72c367c-4791-58e1-a9c6-e63c69417371">14. Ver el artículo de Dominique Maingueneau titulado “Écrivain et image de autor”. En Delormas, P., Maingueneau, D. y Ostenstad, I. (Eds.). (2013). Se dire écrivain: pratiques discursives de la mise en scène de soi (pp. 13-28). Limoges: Lambert-Lucas.

      15. “La littérature, comme tout discours constituant, peut être mise en correspondance avec un réseau de lieux dans la société, mais elle ne peut s’enfermer véritablement dans aucun territoire.”

      16. Morel, A. (2016). “El viajero de Praga (Javier Vásconez, 1996). Mémoires et itinéraires d’un médecin pragois: de la patrie de Kafka aux contreforts andins, de Prague au pays imaginaire”. Cahiers d’Études des Cultures Ibériques et Latino-américaine. Recuperado de http://cecil.upv.univ-montp3.fr

       CRÍTICA DE LA CRÍTICA FRANCESA: UN OLVIDO PERJUDICIAL

      El propio Vásconez analiza el desinterés del público por la olvidada literatura ecuatoriana. Así, en una entrevista, Gianmarco Farfán Cerdán le preguntó si la ausencia de reconocimiento a las creaciones literarias del país se debe únicamente a la mala gestión de los poderes públicos: “¿Este aislamiento de Ecuador podría deberse, también, en gran parte, a la responsabilidad de los gobiernos ecuatorianos que no han promocionado la cultura?”. El escritor contesta:

      No creo que la cultura ni los escritores se promocionen por vía de los gobiernos. En Ecuador hay una institución llamada Casa de la Cultura. Irónicamente, el poeta Daniel Leyva dijo que Javier Vásconez nació en la frontera entre García Márquez y Mario Vargas Llosa. Es decir, entre dos países gigantes, y Ecuador es una pequeña cuña encerrada entre estos dos monstruos. Eso dice Daniel Leyva en México. Tómalo como una metáfora, pero hay algo de cierto en eso. (Farfán, 2011)

      La referencia al rol que desempeña la mayor institución cultural del país, la Casa de la Cultura Ecuatoriana, es elíptica, pero permite denunciar sutilmente el academicismo rígido de la organización creada en 1944 por Benjamín Carrión. La opinión de Vásconez sobre dicho organismo está más ampliamente desarrollada en la entrevista inédita que nos concedió. Citemos, por ejemplo, un breve fragmento que revela la ironía y, en cierta medida, el desprecio del autor para con esta institución cultural financiada casi por completo por el presupuesto del Estado ecuatoriano:

      Notemos que el criterio de Vásconez sobre el aislamiento literario de Ecuador, y de otros tantos países latinoamericanos, es corroborado por el famoso escritor mexicano Jorge Volpi. Este tiene relaciones privilegiadas con Europa y en particular con Francia. Ya desde el año 2009, en su ensayo El insomnio de Bolívar, habla de la situación “post boom literario” que moldea una nueva configuración del panorama literario e intelectual en América Latina. Su opinión aclara “desde el interior” la situación latinoamericana:

      Como estudiantes de filología –de literatura, pues– teníamos en mente los ricos intercambios que caracterizaron a la región en el pasado, citábamos a Mariátegui, a Rodó, a Gallegos, a Vasconcelos, a Mistral, a Borges, a Paz, al Boom y sus distintas empresas, pero en cambio no podíamos mencionar a más de cuatro o cinco escritores latinoamericanos posteriores, acaso uno o dos cineastas […] y párala de contar. Un síntoma más preocupante: todas las grandes editoriales latinoamericanas habían sido absorbidas por los conglomerados españoles y habían desaparecido en medio de nuestras incontables debacles económicas, habían sido absorbidas por los conglomerados españoles y habían dejado de distribuirse fuera de sus sedes. El intercambio intelectual entre nuestros países se aproximaba penosamente al cero. (Volpi, 2009, p. 23)

      El despecho es evidente en esta declaración. La opinión de Volpi hace eco de la de Vásconez acerca de la ausencia de lustre de una vida cultural latinoamericana. La verdad es que los autores ecuatorianos que se instalaron en París, o en varias ciudades universitarias francesas a partir de los años setenta, pudieron editar sus textos en Francia y lograron obtener más o menos reconocimiento. Huilo Ruales, Jorge Enrique Adoum, Ramiro Oviedo, Alfredo Noriega, Rocío Durán Barba, Telmo Herrera, y otros, tienen obras publicadas y traducidas al francés. Además, despertaron el interés de algunos universitarios, aunque pocas veces el de la crítica profesional y del sector editorial.

      A partir de esta observación, concluimos que la obra de Vásconez se sitúa al margen de la literatura ecuatoriana que se exportó y se dio a conocer en Francia. Tal ausencia de reconocimiento del escritor en mi país se debe, según creo, a que una comunidad de intelectuales franceses decidió no mencionarlo o silenciarlo. Quise profundizar en la razón por la cual Javier Vásconez se acerca o se aleja, según el caso, de una literatura “hispanoamericana” en las antologías y libros de crítica especializados en el tema, en mi país. Por ejemplo, analicé las síntesis sobre la literatura latinoamericana que existen en Francia y que se refieren a la generación posterior a 1940, la de Vásconez precisamente. En un libro redactado en 1997, titulado Historia de la literatura hispanoamericana de 1940 a nuestros días, la parte que se dedica a la literatura ecuatoriana no sobrepasa las cuatro páginas y las observaciones son despiadadas. Las redactó Claude Couffon, el mejor especialista sobre ficción en Ecuador de aquel momento:

      Desgraciadamente, esta “novedad” de la que hablaba Georges Pillement y que colocó al Ecuador en el mejor rango de la literatura llamada “indigenista” lo encerró poco a poco en un realismo local, un regionalismo reforzado aún por cierto aislamiento geográfico y por una crítica que carecía de curiosidad universal. Los escritores ecuatorianos que se interesaron en lo que llamaron ellos mismos una “crisis de creación”, acusan al propio país: no existe ninguna editora importante, fuera de la muy reciente Librimundi, escasean los lectores –unos dos mil para una población de más de once millones de habitantes– y el temor de muchos escritores de seguir los desconocidos caminos de la modernidad […] Otras novelas, sobremanera modernas por no decir experimentales, se quedaron presas de las fronteras, sin conocer el éxito que se merecían. (Cymerman y Fell, 1997, pp. 232-233)

      Volvemos a encontrar, en esta interesante cita, la sempiterna queja acerca de la ausencia de editoriales, de lectores, de innovación estética o temática, aunque la situación ha cambiado desde el ya lejano período de los noventa. No obstante, cabe subrayar el juicio acerca de Javier Vásconez, quien acababa de editar El viajero de Praga (1996) y que ya había publicado dos libros de cuentos: Ciudad lejana (1982) y El hombre de la mirada oblicua (1989). Claude Couffon dice de él que es “una voz nueva”. La clarividencia del universitario

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