Las músicas andinas colombianas en los albores del siglo XXI. John Jairo Torres

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Las músicas andinas colombianas en los albores del siglo XXI - John Jairo Torres

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colombianas. Además de los duetos vocales, los formatos más usuales en este período eran el cuarteto instrumental y las estudiantinas –también conocidas anteriormente como liras–.

      Esta época de gestación, así como la “prehistoria musical de Colombia” están muy bien documentadas. Investigadores como Guillermo Abadía Morales, con su libro Compendio general de folclor colombiano; Andrés Pardo Tovar, con su libro La cultura musical en Colombia; José Ignacio Perdomo Escobar, con su libro La historia de la música en Colombia; Jorge Áñez, con su libro Canciones y recuerdos; Heriberto Zapata Cuéncar, con sus libros Compositores antioqueños, Antología de la canción en Antioquia, Cantores Populares de Antioquia y Compositores colombianos, entre otros; José Pinilla Aguilar, con sus libros Antología artística colombiana y Cultores de la música colombiana; Hernán Restrepo Duque, con sus libros A mí cánteme un bambuco, Donde nacen las canciones, La música popular en Colombia, La gran crónica de Julio Flórez y Lo que cuentan las canciones; Harry C. Davidson, con su libro Diccionario folclórico de Colombia, instrumentos y danzas; Benigno Gutiérrez, con su libro Música antioqueña y folclor santandereano; Carlos Orlando Pardo, con su libro Músicos del Tolima siglo XX; Javier Ocampo López, con su libro Música y folclor de Colombia, y muchos otros que han dejado plasmadas sus teorías y observaciones dan testimonio de una época gloriosa: la Época de Oro de la música colombiana (1890 – 1930). Por lo tanto, no ahondaré en los orígenes suficientemente documentados. Me ocuparé, con mayor profundidad, de parte del siglo XX, especialmente del final de ese siglo y de los inicios del XXI.

      Es importante acotar que en la década de los 40 se promovió un movimiento nacionalista, a partir de las MAC, por parte del Estado central y la clase dominante. Intento que coincidió con la expansión capitalista impulsada por la bonanza cafetera, el tímido proceso de modernización de algunos aspectos de la vida social y cultural del país, así como con la irrupción de la radio como medio masivo de comunicación.

      En las décadas de los 50, los 60 y parte de los 70 ocurrió el boom comercial de los duetos. Dos voces, un tiple y una guitarra, o dos voces con acompañamiento de dos guitarras y un requinto. Las voces eran muy recias y sonoras, y manejaban una armonía muy simple –aunque existen excepciones–: uno hacía la primera y otro la tercera (llamada comúnmente la segunda voz). Las casas discográficas dedicaron por muchos años gran parte de sus presupuestos para grabar a los duetos y para promoverlos en la radio. Las ventas de la música colombiana se incrementaron, y esto impulsó la aparición de nuevos compositores y de gran cantidad de canciones en aires “tradicionales”, no todas bien logradas. Es importante agregar que este formato (el de los duetos) es uno de los menos costosos de producir, pues no requiere grandes arreglos, ni orquestaciones, ni largas jornadas de producción. Más adelante hablaré de los duetos más representativos de este periodo.

      De manera excepcional, se grabó también a algunos solistas. Entre ellos se destacan, por su popularidad, Alberto Osorio, Lucho Ramírez, Víctor Hugo Ayala, Alberto Granados, Berenice Chávez, Carlos Julio Ramírez, Régulo Ramírez y Julio César Alzate, entre otros. Durante estas décadas, pero en una menor proporción, se realizaron producciones discográficas de carácter instrumental, como las del maestro Jaime Llano González, Gentil Montaña, Oriol Rangel, Manuel J. Bernal, Jorge Camargo Spolidore, Conjunto Granadino, Conjunto Nocturnal Colombiano, Trío Espíritu Colombiano, Trío Morales Pino, Trío Joyel y del Trío de los Hermanos Hernández, entre otros.

      En una entrevista concedida a Ana María Cano, Hernán Restrepo dijo:

      La radio estimulaba sanamente la competencia entre los artistas, como a Garzón y Collazos, con los Hermanos Martínez. Estaban en boga Leo Marini, Los Embajadores; en tango, Agustín Irusta, y lo que se oía en todas las calles era el bolero, el pasillo, el vals y el bambuco. Surgían las primeras piezas de José A. Morales, como «Pueblito viejo», y de Jorge Villamil, como «Espumas». En diciembre se bailaba el porro. Entró entonces la canción mexicana, con las rancheras, y la música española, con Lola Flores, pero se continuaban grabando éxitos con los artistas de aquí (Cano, s. f., pp. 6-7).

      Por allá, por la década de los 70, ocurrió un «adormecimiento» tanto en la producción como en la difusión de las músicas “folclóricas” o “tradicionales” y de sus cultores (excepto las músicas del Caribe), causado, en gran medida, por la aparición del rock and roll, y por la invasión de la cultura norteamericana a través de todos los medios de comunicación. Fenómenos como El Club del Clan, que tenía como misión la promoción de los artistas y las músicas juveniles, especialmente el rock and roll y la balada romántica, acapararon la atención de la radio y de la televisión colombianas.

      En los años 80, con la consolidación de los festivales y concursos, como El Mono Núñez y Antioquia le Canta a Colombia, se establecieron las bases de una época que albergaría a una camada de jóvenes inquietos que gestarían una nueva propuesta a partir de los aires tradicionales andinos colombianos. Esta es la época que no está documentada ni ha sido objeto de estudio. Por eso quiero, con este trabajo, presentar testimonios de primera mano de lo que fue la Colombia musical de comienzos del siglo XXI. Para ello, primero los debo poner en contexto.

      Las músicas colombianas vivieron las más grandes transformaciones durante el siglo XX. Las influencias de los poderosos medios de comunicación que trajeron consigo nuevos sonidos, nuevas formas melódicas y armónicas, nuevos lenguajes y nuevas técnicas desde distintas partes del mundo –especialmente de Norteamérica, México, Cuba y Argentina– son notorias. Hoy, nuestros aires están impregnados de elementos foráneos, algunos enriquecedores, otros no tanto. Como ya dijimos, las MAC tienen su origen en las fusiones e hibridaciones ocurridas a partir del “Descubrimiento” de América, fenómenos que no se han detenido y van a continuar. Las influencias seguirán con más fuerza, porque el mundo es cada vez más compacto y más cercano. Nuestras músicas colombianas son resultantes de las influencias que nos trajeron los conquistadores y los esclavos, y esos conquistadores solo han cambiado de lugar y de nombre.

      Los formatos de interpretación de las MAC

      Durante la mayor parte del siglo XX, la conformación instrumental y vocal de las MAC estuvo caracterizada por claras influencias europeas.

      Las liras y las estudiantinas

      La estudiantina es una agrupación musical que en Colombia tiene un carácter vocal e instrumental (como las de Europa, donde fueron muy usuales en los centros educativos. De allí su nombre). El formato de las estudiantinas colombianas de principios del siglo XX era el siguiente: tiple, bandola, guitarra, violín, contrabajo, flauta travesera y percusión menor (chucho, tambora, esterilla, carraca, entre otros). La cantidad de instrumentistas era variable. Las liras son las mismas estudiantinas. Se dice que se les dio ese nombre para diferenciarlas de las estudiantinas, debido a que los integrantes de las liras eran, en su mayoría, músicos académicos.

      Desde finales del siglo XIX existieron varias liras y estudiantinas que se convirtieron en pioneras de la difusión de las MAC en Colombia y en varios países de América. En 1899, la Lira Colombiana –fundada y dirigida por el maestro Pedro Morales Pino– realizó conciertos en varios países de Centroamérica y de Estados Unidos. Esa gira había sido planeada, inicialmente, para visitar varios países de Suramérica, e incluso para realizar presentaciones en Francia, pero una epidemia en Buenaventura frustró el viaje. En 1910 la Lira Antioqueña, que también incluía cantantes en su nómina –fundada y dirigida por el maestro español Jesús Arriola– viajó a Estados Unidos. Allí grabó varios discos en la Columbia Fonograph Corporation. Las producciones discográficas contenían canciones y obras instrumentales de Emilio Murillo, Pedro Morales Pino, Gonzalo Vidal y Jesús Arriola, entre otros. En la década de los años 20 del siglo XX, la Estudiantina Áñez –fundada y dirigida por el maestro Jorge Áñez– viajó a Centroamérica y Estados Unidos, para realizar conciertos y grabaciones fonográficas.

      A continuación, estas breves reseñas de algunas de

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