Las músicas andinas colombianas en los albores del siglo XXI. John Jairo Torres

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Las músicas andinas colombianas en los albores del siglo XXI - John Jairo Torres

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que otras se quedaron en el olvido de los años, enterrados por la desidia o por el desinterés que siempre hemos demostrado por lo terrígeno.

      Sin duda alguna, la incursión de los músicos académicos en los aires tradicionales y populares colombianos abrió un panorama jamás imaginado, y la posibilidad de contar con testimonios escritos de las obras musicales populares recopiladas por ellos y las creadas a partir de este momento. Varios elementos contribuyeron a que, en poco tiempo relativamente, las MAC alcanzaran un nivel de excelencia y se generara una naciente nueva cultura musical, con características muy propias. Veamos algunos ejemplos:

      - La llegada al país, en el siglo XIX, de músicos de la talla de Francisco Villalba6, Julio Valencia Belmonte7, Jesús Arriola8, José María Tena9 y Luis Miguel de Zulategui y Huarte10, españoles; Joaquin Lamot11, francés; Edward Gregory Mac Pherson12, Henry (Enrique) Price13, ingleses; Carlos Fischer14, alemán; Oreste Sindici15, Egidio Conti, José Viteri, Saturnino Russi, Augusto Azzali, Luisa Maniguetti, Pedro Biava16, Pedro D’Achiardi y Pietro Mascheroni17, italianos, y Nicolás Quevedo Rachandell18 y José de Austria, venezolanos, entre otros. Todos ellos estaban encargados de la formación académica de los más ilustres músicos colombianos en las principales ciudades.

      - El hecho de que muchos de nuestros músicos, como Pedro Morales Pino, Fulgencio García, Carlos Escamilla, Alejandro Wills, Emilio Murillo, Luis A. Calvo, Emilio Sierra, Gonzalo Vidal, Carlos Vieco, Adolfo Lara, Agustín Payán, Alberto Castilla, Alberto Escobar, Jesús Bermúdez Silva, Francisco ‘Pacho’ Hernández, Elías Mauricio Soto, Eusebio Ochoa, Alberto José Bermúdez Silva, Pedro Pablo Santamaría, Daniel Salazar, León Cardona, Álex Tovar y Efraín Orozco Morales, entre otros, estudiaran en las mejores academias y con los mejores profesores del país.

      - Que muchos de ellos continuaran su formación musical en el exterior. Tal es el caso de Adolfo Mejía, Daniel Uribe, José María Ponce de León, Manuel María Párraga Paredes19, Guillermo Uribe Holguín, Hernando Sinisterra, Antonio María Valencia, Jerónimo Velasco, Diego Fallón, Honorio Alarcón, Jesús Bermúdez Silva, José Rozo Contreras, Julio Quevedo Arvelo, Samuel Herrera, Simón de J. Vélez, Álvaro Dalmar y Victoriano Ordóñez, entre otros.

      Con respecto a la cultura musical colombiana de su época, dicen Jesús Duarte y María V. Rodríguez, en su ensayo titulado La Sociedad Filarmónica y la cultura musical en Santafé a mediados del siglo XIX, lo siguiente:

      Cultura que surgió unida a una ideología democrática y subjetivista influenciada en literatura por el pathos romántico de los escritores franceses, y, en música, por el romanticismo ítalo-francés. Así como Hugo, Sue y Lamartine fueron los verdaderos gulas literarios y espirituales de todo el período (1850-1880), Rossini, Bellini, Verdi, Auber y Donizetti fueron los guías musicales de la élite ilustrada de la ciudad […]El pathos romántico, la preferencia por el sentimentalismo, el énfasis en el individuo, su estilo apasionado, viril e incluso agresivo en muchas obras, dulce y exuberante en otras, unidos a temas republicanos, patrióticos y libertarios, y a melodías fáciles y embriagadoras, se acomodaban muy bien al público musical precariamente formado, liberal, transformador, anticolonial y republicano (Banrepcultural.org, 1992, p. 54).

      También es cierto que no solo la academia realizó el trabajo. Fueron muchos los músicos empíricos destacados; unos con formación musical autodidacta y otros totalmente “analfabetos musicales”, cuya obra se dio a conocer a partir del siglo XX. Hace muchos años oí la siguiente anécdota: a un compositor norteamericano le preguntó un periodista que cómo era posible que él, sin conocimientos musicales académicos, fuera un destacado compositor, a lo que respondió: «Los pájaros no recibieron su grado de arquitectura y, sin embargo, construyen sus nidos». La naturaleza ha dotado a algunos artistas de una intuición mágica y misteriosa. Autores y compositores autodidactas como Pedro María Becerra, Hipólito de Jesús Cárdenas Ruiz, Cantalicio Rojas, Daniel Lemaitre, José Barros, Abel Antonio Villa, Antonio Silva Gómez, Luis Uribe Bueno, José A. Morales, Adolfo Echeverría, José Muñoz, Luis Adolfo Lara ‘el Pote’, Adolfo Pacheco, José Macías, Alejo Durán, Isaac Carrillo, Jaime R. Echavarría, Arturo Alzate Giraldo, Marco Rayo, José Leonidas Ardila Díaz, Eugenio Arellano, Luis Bernardo Saldarriaga, Jesús Zapata, Mario Tierra, Pacho Benavides, Lucho Vergara, José Jacinto Monroy, Reynaldo Monroy, Gentil Montaña, Gustavo Adolfo Renjifo y Héctor Ochoa, por citar solo unos cuantos, fueron también artífices de obras inolvidables y de gran factura.

      Y qué decir de los textos de las canciones. Algunos compositores han tenido como don adicional el de la creación literaria. Una misma persona hace tanto la letra20 como la música21 de una canción. Para muchos, esto refleja en el resultado final una mayor unidad en la obra. Sin embargo, otros opinan que son escasos los buenos logros literarios de los compositores. Citaré algunos de los que, a mi juicio, han logrado obras maravillosas: José A. Morales, Arnulfo Briceño, Luis Uribe Bueno, José Macías, Jorge Villamil, Jaime R. Echavarría, Jorge Camargo Spolidore, Álvaro Dalmar, Jorge Áñez, Héctor Ochoa, Lucho Vergara, José Barros, José Silvestre Barragán, Graciela Arango de Tobón, Mario Gareña, Rafael Escalona, Jorge Humberto Jiménez, Luz Marina Posada, Marco Rayo, Efraín Orozco, Jaime Llano González, Guillermo Calderón, Doris Zapata, Leonardo Laverde, María Isabel Saavedra, Raúl Rosero, Sonia Martínez, Luis Mario Morales, Ancízar Castrillón, Lucho Bermúdez, Rodrigo García de la Rosa, Eduardo Cabas, Gustavo Adolfo Renjifo, Luis Enrique Aragón, César Augusto Mejía, Jorge Humberto Laverde, Alonso Sánchez, Fernando Salazar Wagner, María Isabel Mejía, Jairo Ojeda, Ana María Naranjo y John Jairo Claro. Todos unos poetas de la canción colombiana.

      Algunos músicos han recurrido a la poesía para buscar allí las letras de sus melodías. Los textos de grandes escritores colombianos y universales, y los de poetas no tan conocidos, han sido musicalizados por los más importantes compositores colombianos. Poemas de los españoles Juan Ramón Jiménez22, Gustavo Adolfo Bécquer23; Tomás Villarraga S. J. y Vicente Medina24, de los mexicanos Juan de Dios Peza25, Rosario Sansores26, Amado Nervo27 y Manuel María Flores28, y de los colombianos Julio Flórez, Rafael Pombo29, Porfirio Barba Jacob30, Jorge Isaacs, José Eustasio Rivera, Epifanio Mejía, León de Greiff, Edy Salospi, Clímaco Soto Borda, Gregorio Gutiérrez González, Adolfo León Gómez, Julio Vives Guerra, Ismael Enrique Arciniegas, Tartarín Moreira, Benedicto Uribe, Eduardo López Narváez, Jesús María Trespalacios Madrid, Eduardo Echeverría, Federico Rivas Frade, Eugenia Agudelo, Luis Carlos González, Sonia Dimitrowna31, Carlos Villafañe, Vicente Martínez Rivas, Carlos Castro Saavedra, León Zafir, Carlos Mejía Saldarriaga, Carlos Botero Herrera, Óscar Hernández, Ciro Mendía, Chava Rubio, Jorge Franco Vélez, Diego Calle Restrepo, Federico Buitrago, Octavio Gamboa, Bernardo Gutiérrez, Roberto Muñoz Londoño, Germán Isaza Gómez, Bernardo Pareja, Santiago Vélez Escobar, Sonia de Carvajal y Jorge Robledo Ortiz, entre muchos otros, han sido convertidos en bellas canciones. Algunos poetas y versificadores han entregado sus textos a destacados compositores para que los musicalicen. Los resultados pocas veces son satisfactorios, pues en este acto hay mucha presión y compromisos de carácter personal y afectivo entre las partes.

      Está plenamente documentado el gran desarrollo que tuvieron las MAC desde mediados del siglo XIX. Existen partituras –especialmente de pasillos– fechadas en esas épocas. A finales de siglo se comenzaron a gestar agrupaciones musicales en formatos de grupos de cámara, las estudiantinas y las liras, integradas por músicos virtuosos, en las que se interpretaban los arreglos de los más destacados maestros colombianos y extranjeros que residían y trabajaban en el país, especialmente en las ciudades de Bogotá y Medellín. Más adelante hablaremos de las agrupaciones más representativas de esos tiempos.

      El inicio del convulsionado siglo XX fue testigo de una de las épocas gloriosas de nuestros aires tradicionales. Los autores y compositores gozaron de gran popularidad, sus obras fueron cantadas, tocadas y difundidas profusamente por todo el continente. Las agrupaciones como las Liras Colombiana y Antioqueña, y cantantes como Pelón y Marín, y Áñez, entre otros, viajaron a México, a Estados Unidos de Norteamérica y a Argentina, donde grabaron cientos de discos que luego, con la aparición de la

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