¿Determinismo o indeterminismo?. Claudia Vanney
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En nuestra opinión, son dos las nociones especialmente relevantes, que se han disputado la prioridad en la afirmación o en la negación del determinismo: la noción de causa y la noción de ley. La respuesta a la cuestión del determinismo depende en gran medida de si son las causas las que dan razón de las leyes, o de si son las leyes las que explican las causas. Concretamente, veremos cómo, en función de la prioridad otorgada a estas dos nociones, y de cómo se las caracteriza, es posible distinguir tres periodos en la historia del pensamiento. Además, si bien estos periodos no tienen unos límites totalmente definidos, también es posible encontrar personajes que encarnan de una manera paradigmática la cosmovisión reinante en ellos. Así, aunque no son los únicos ni incluso quizás los más importantes, consideramos dignos representantes de cada uno de ellos a Aristóteles, a Newton y a Heisenberg.
El paso de Aristóteles a Newton está marcado por un cambio de prioridad, que se desplaza de la noción de causa a la noción de ley. Ese cambio de prioridad llega en algunos autores al extremo de entender que son las leyes las verdaderas causas que determinan el comportamiento del mundo físico. En los términos empleados por el profesor Arana, causa y ley son categorías de determinación (Arana 2012, 66). Cada una de ellas es propuesta para explicar los movimientos de la realidad física en contextos intelectuales diferentes. Esto hace perfectamente razonable que se pueda poner la prioridad en una u otra y, aunque quizás esto ya no sea tan fácil de percibir, que dicha alternativa introduzca un cambio en la consideración de la determinación en la naturaleza.
La prioridad de la noción de ley para dar cuenta de los fenómenos físicos quedó bien establecida a partir de Newton. De manera que el paso de Newton a Heisenberg no implica un cambio de prioridades entre las nociones de causa o de ley, sino un cambio en las características de las leyes físicas, pues las nuevas leyes no permiten predecir con certeza, sino dentro de un rango de probabilidad. Este nuevo paso es introducido por la necesidad de explicar fenómenos antes desconocidos, para los que las leyes de la mecánica clásica se mostraron insuficientes. Son necesarias nuevas leyes, y ellas imponen una nueva visión de los problemas vinculados al determinismo. Si las leyes de la mecánica newtoniana estaban formuladas para explicar los fenómenos al alcance de nuestra experiencia directa de la realidad, los fenómenos estudiados por la mecánica cuántica escapan a esa observación directa, e incluso parecen desafiar el sentido común o las conclusiones que provienen de una observación inmediata de la realidad.
En este nuevo periodo, en nuestra opinión, se consuma la sustitución de la prioridad de la noción de causa por la de ley, pues parecería que para dar cuenta racional de los fenómenos solo se requieren las leyes físicas. Así, para alcanzar una comprensión mayor sobre el determinismo de la naturaleza es necesario interrogar a las leyes de las nuevas teorías físicas, cuyos formalismos requieren, además, una interpretación.
El hecho de que las leyes de la ciencia sean ahora las protagonistas, asumiendo el papel de darnos razón de la realidad, tiene importantes consecuencias también para la filosofía. Posiblemente sea esta una de las razones por las que la filosofía de la naturaleza perdió peso dentro de la filosofía a favor de la filosofía de la ciencia durante el siglo XX, centrando la investigación filosófica en el análisis de las leyes utilizadas por la ciencia para describir la naturaleza.
Resumiendo lo expuesto hasta el momento, podríamos decir que el estudio del determinismo permite una mayor comprensión del mundo físico y de nuestra relación con él. Hay tres nociones de las que dependen principalmente las diversas respuestas que se suelen dar a la cuestión del determinismo: la noción de causa, la de ley y la de predicción. Finalmente, afirmamos que las nociones de causa y de ley se disputaron a lo largo de la historia la prioridad respecto a la comprensión de la realidad física; y que el hecho de otorgar la prioridad a una u otra ha dado lugar a un cambio de escenario en el que podemos distinguir tres etapas históricas relevantes en la consideración del determinismo. Las hemos etiquetado con nombres de tres personajes representativos: Aristóteles (primacía de la causalidad), Newton (primacía de las leyes de la naturaleza) y Heisenberg (la interpretación del formalismo).
2. ARISTÓTELES. PRIMACÍA DE LA CAUSALIDAD
Las nociones que verdaderamente tocan el nervio de la realidad física son, para Aristóteles, las nociones de sustancia, esencia y causalidad. Entre ellas hay una estrecha relación en la que, lógicamente, no nos podemos detener en este trabajo. La gran advertencia del esquema causal que Grecia legó a Occidente radica en que la determinación no se explica unívocamente. Nos permite preguntarnos tanto sobre lo que ocurre como sobre lo que simplemente existe, ya sea en un sentido temporal, de orden o de secuencia, sin dejar fuera los factores cualitativos o cuantitativos que rodean a los fenómenos y su determinación.
En el esquema tetracausal aristotélico, las causas material, formal, eficiente y final son principios y, por tanto, no son categorías que puedan reducirse entre sí. En particular, si la causa formal es en la filosofía aristotélica una categoría de determinación, la causa material es un principio de indeterminación. Así, los movimientos físicos son para Aristóteles el resultado de una dualidad acto-potencia, que conjuga determinación e indeterminación.
Aristóteles abordó la noción de la materia prima o causa material en diferentes lugares de su obra. Cuando la describe, queda manifiesta la lucha que sostiene contra el lenguaje de su época, insuficiente para expresar lo que él piensa sobre dicho principio causal. Entre algunas de sus descripciones de la materia incluso parece no haber demasiada relación. En lo que sigue reproducimos tres fragmentos de su obra en los que se puede adivinar esta dura pugna (las traducciones están tomadas de Cencillo 1958):
Llamo materia al sujeto primero de cada ser, elemento inmanente y no accidental de la generación y en el que, en caso de corromperse, se resuelve últimamente. (Física I, 192 a 31-33)
Llamo materia a lo que en sí mismo no se conceptúa como algo determinado, ni cuánto, ni [afectado] por ninguna de las demás [categorías] por las que se determina el ser. (Metafísica Z 3, 1029 a 20)
La posibilidad de ser y de no ser cada uno [de los seres generables], esto es la materia en cada uno. (Metafísica Z 7, 1032 a 21-22)
Es decir, para Aristóteles la materia prima es la causa de un modo de ser al que llamamos por esto material. Se trata, por tanto, de pensar en la materia no como una cosa propiamente dicha sino como un principio. Esto queda especialmente manifiesto en la tercera caracterización, en la que se explica la materia como «la posibilidad de ser y de no ser». El pensar dicha posibilidad como una de las causas en las que se resuelve nuestra comprensión última del movimiento físico resulta clave para nuestro discurso. En esta posibilidad o potencialidad intrínseca consiste el modo de ser que conocemos como material.
Por otra parte, la determinación fue descrita y estudiada durante siglos bajo el concreto de causa formal, es decir, forma entendida como una cierta proporción entre las partes de un todo que se mantiene como tal en el tiempo; capaz incluso de perder o incorporar elementos sin colapsar la configuración estable que le dio origen y mantiene su permanencia. El eidos griego o la forma latina, buscaban expresar, desde tiempos del pensamiento antiguo y medieval, tanto el tipo de existencia de las partes integradas en un todo en clave de unidad, como los principios de interacción entre ellas. La noción de causa formal o determinación formal permitió comprender por qué realidades disímbolas, aparentemente inconexas, podían mantener relación, sincronía, homogeneidad y estabilidad en el tiempo.