El pase antes del pase... y después. Irene Kuperwajs

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que sostuvo la investigación: ¿podemos hablar del pase antes de la formalización de Lacan? ¿De qué pase se trata entonces? ¿Y cuáles son los cambios que introduce la formalización del 67 a nivel epistémico, clínico y político?

      El pase es un acontecimiento clínico, pero también político. Por eso abordé en gran parte de la tesis aquellos movimientos políticos ligados a la historia del movimiento psicoanalítico y a la política del psicoanálisis, que a mi parecer se enlazan con el pase.

      Pero sabemos que Freud también estaba preocupado por cómo se deviene analista. ¿A qué posición había logrado arribar alguien que quería practicar el psicoanálisis? Freud hablaba de la “aptitud” para ocupar el lugar de analista. Introduce una cuestión ética, más allá de la terapéutica, y esto daba para él una idea de final de análisis. La posibilidad de ir más allá de esto queda para Freud del lado de algo enigmático ligado a la sexualidad femenina. Esta orientación fue retomada por Lacan, quien vuelve a plantear cómo concluyen los análisis y cómo se da el pasaje de la posición de analizante a la de analista. A esta pregunta responde con su invención del dispositivo del pase y la cuestión de su transmisión.

      Todo el problema de la falta en ser que nos planteaba Freud es taponado con la identificación con el analista. Este es a mi juicio el punto central de la crítica de Lacan: el analista que se ofrece para tapar la falta en ser.

      Constatarán en la lectura que no sólo está presente lo que dicen los analistas, sino también las palabras de algunos pacientes. Es decir, casos que fueron publicados a modo de relatos de análisis, “testimonios” que me han permitido deducir cómo terminaban concretamente los análisis. Encontrarán recortes de relatos de pacientes de Freud, de Winnicott, de Lacan; y de testimonios de pase de algunos Analistas de la Escuela (AE) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Fui tomando los casos en función de las preguntas que me surgían. Por ejemplo, Theodor Reik, paciente de Freud, da cuenta de la separación de una posición fantasmática: “ser un asesino de alegrías”. Hilda Doolittle, poetisa norteamericana, comienza el análisis con Freud por el lado de la escritura y sale del análisis por los problemas de la guerra, pero pudo hacer de la escritura la causa de su vida. Margaret Little, paciente de Donald Winnicott, habla de hacer el duelo del objeto, lo que en su caso fue posible gracias a que ubicó lo que llama “la angustia psicótica” en el campo del Otro. Harry Guntrip, también paciente de Donald Winnicott, se pregunta si es posible hacer un análisis completo, y de ahí parte su testimonio.

      En “La dirección de la cura” Lacan se refiere al final del análisis por la vía de asumir la falta en ser y la desidentificación con el falo. Pero sabemos que da un paso más, y comienza a hablar del goce. En el ‘67 lanza su Proposición de pase a la Escuela, y llama “momento de pase” clínico al atravesamiento del fantasma: ese momento en la experiencia de un análisis en el que el sujeto logra desprenderse un poco de aquella frase fija, programa de goce, que hace que mire el mundo desde el mismo lugar. Nueva relación con la pulsión, momento de deser, deflación del deseo –apunta Lacan–.

      Llegar hasta acá no fue nada sencillo para Lacan, tuvo muchas complicaciones en el camino. Los debates de la época demuestran que con el pase Lacan había lanzado una verdadera bomba. Los analizantes que terminaban sus análisis y su formación se volvían didactas; era una cuestión de acumulación de experiencia. Lacan ahora planteaba que un analista se convierte en tal como resultado de su propio análisis y de poder demostrar haber llegado al final por la vía del pase; e inventa el dispositivo del pase para verificar ese resultado. Se trata de la trasmisión del “pasante” a los “pasadores” y de estos al cartel “jurado”, que decide cada vez si nomina AE al pasante o no. Esto implica un desplazamiento político y de poder: antes el poder estaba en manos de los didactas y ahora pasarían a tenerlo los AE.

      Al leer los debates de la época vemos la ola que generó el pase. Muchos notables abandonaron a Lacan a partir de esta Proposición, y recién pudo volver a ponerla en órbita en el 69. Sin embargo, en el 78 habla del fracaso del pase en el Congreso de Deauville: “He querido obtener testimonios, sin embargo no he obtenido ninguno”. Los AE no estuvieron a la altura. Este fracaso lleva a Lacan a la disolución de su propia Escuela en el 80. Este es uno de los nudos de la tesis: la Escuela de la Causa Freudiana (ECF) es la contraexperiencia de la EFP. La ECF se funda sobre ese fracaso.

      Los AE se habían mantenido en un “intimismo místico”, se produjo una vuelta a lo privado, sin transmisión. ¿Qué pasaba que no hablaban? Todo quedaba encerrado entre unos pocos. Hay debates de ese entonces publicados en Delenda, o en los llamados “Sábados del pase”, donde se puede encontrar alguna respuesta. El silencio y la no transmisión fueron nodales tanto para el fracaso como para empujar la nueva apuesta.

      En el “después” anoto la pregunta acerca de por qué el testimonio se hace público. Hay que poner el ojo en ese momento de fracaso del pase en la Escuela de Lacan y la decisión de Miller de reorientar el pase hacia el deseo de Lacan.

      He podido leer algunos casos interesantes que

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