El pase antes del pase... y después. Irene Kuperwajs
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En esta perspectiva se refiere a la reacción terapéutica negativa, al masoquismo y a la conciencia de culpa, ligados a la pulsión de muerte y su lucha con Eros.
3. La deformación del texto y la alteración del yo. El sujeto como defensa
Habíamos reconocido anteriormente a la alteración del yo como uno de los factores que influyen en la posibilidad de concluir la cura. Freud compara la represión y los mecanismos de defensa con las deformaciones que se pueden hacer en un texto: “Se omitían algunas palabras o se las reemplazaba por otras… Lo mejor era suprimir todo el pasaje e insertar en su lugar otro, que quería decir exactamente lo contrario”. (13) Recuerda que el analista en la cura se alía con el yo para integrar esos sectores del ello no gobernados por él, y así lograr la síntesis del yo. Aclara dos cosas: ¡que esto no funciona en la psicosis y que la normalidad del yo es una ficción!
El yo es anormal, sufre de “alteraciones” que son originarias o adquiridas, y que son más fáciles de tratar en el segundo caso. El yo se acostumbra a trasladar el escenario de la lucha de afuera hacia adentro, a dominar el peligro interior antes de que devenga exterior. Evita el peligro, la angustia, el displacer por medio de mecanismos de defensa: “…la represión es a los otros métodos de defensa como la omisión a la desfiguración del texto, y en las diversas formas de esta falsificación puede uno hallar analogías para las múltiples variedades de la alteración del yo”. (14) El aparato no tolera el displacer, por lo tanto la percepción displacentera de la realidad objetiva puede ser sacrificada, alterada. No se puede huir de uno mismo, entonces se falsifica también la percepción interna.
Lo que añade Freud a esta explicación es que los mismos mecanismos de defensa pueden convertirse en peligrosos al tapar esos agujeros: el yo paga un alto precio por esos servicios y puede verse limitado en tanto los mecanismos defensivos pasan a formar parte del carácter. El yo fortalecido del adulto se defiende de peligros que ya no existen en la realidad objetiva. Durante el análisis el analizante repite esos modos de reacción que “retornan en la cura como resistencias al restablecimiento”, y por eso el analista se anoticia de ellos. Freud dice que nuestro empeño terapéutico oscila entre analizar el yo y el ello. La cura misma es tratada por el yo como un peligro nuevo. (15)
Respecto de la transferencia negativa, afirma que “el analista es ahora sólo un hombre extraño que le dirige al paciente desagradables propuestas y este se comporta frente a aquel como el niño a quien el extraño no le gusta, y no le cree nada”. (16) Y, si bien describe la existencia de los mecanismos de defensa y la alteración del yo en relación con un yo normal ficticio que aseguraría el trabajo analítico, a la vez es muy claro: el desenlace de una cura depende esencialmente de la intensidad de esas resistencias de la alteración del yo. Se trata nuevamente del factor cuantitativo que Freud considera sobre la fuerza de la pulsión y la fuerza del yo. Insiste en esa parte ineliminable, en esa cantidad irreductible.
Según Miller, Freud nos da una interpretación económica del desciframiento, de la represión y de las demás técnicas textuales que había descubierto; y esas alteraciones del yo son efecto de la presión de la pulsión, pero en el fondo están estructuradas como las deformaciones de un texto. Subraya que esta conexión teórica le parece esencial en la articulación de Lacan con Freud: “la represión es como la omisión en un texto”. (17) Miller enfatiza este punto de la omisión como represión que trae Freud, porque es el término que utiliza Lacan para hablar del sujeto dividido, anulado. El sujeto sería algo así como “un agujero en un texto”. Es más, en “Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache”, Lacan fundamenta el sujeto dividido en la noción de que el sujeto del inconsciente está estructurado como una omisión, un vacío localizado en un contexto. (18) El sujeto desde esta perspectiva freudiana es una defensa. Freud escribe que “si la percepción de la realidad objetiva trae displacer, ella –o sea, la percepción– tiene que ser sacrificada”. (19) Este es el fundamento del horror a la verdad que plantea junto con la idea de que la represión no es tan fácil de levantar para el analista. Es más, hay algo de eso que es imposible de levantar: cierta defensa contra la castración queda inmodificable.
Por otra parte, Miller plantea que el fantasma fundamental en el sentido de Lacan designa el modo constante bajo el cual el sujeto constituye sus objetos, y el mecanismo constante de defensa con el que opera. Pero este mecanismo sería superable: el sujeto podría ir más allá de ese punto de vista, sería “la alteración del yo en tanto que traspasable”. Y habría que discutir en qué medida cambia eso la dimensión freudiana del fantasma.
Entonces, el yo se defiende de las pulsiones, se altera y se deforma. Pero no toda alteración del yo se produce durante las luchas defensivas de la primera infancia; no sólo ahí se fijan esos mecanismos, ya que para Freud antes de que exista el yo existe el ello.
4. La “aptitud” del analista
En el Capítulo 7 de “Análisis…” Freud menciona la conferencia de Ferenczi “El problema de la terminación de los análisis”, que concluye afirmando que no se trata de un proceso sin término, sino que puede ser llevado a un cierre natural si el analista tiene la pericia y paciencia debidas. (20) Freud afirma que se trata de una advertencia que apunta a no poner como meta del análisis su abreviación, sino su profundización; y que el analista debe haber aprendido bastante de sus errores, de sus puntos débiles. Pone el foco sobre el analista y la posibilidad de que él mismo haga de obstáculo en la cura, sobre lo que podríamos llamar las enfermedades profesionales del analista. No hay el analista ideal, no hay la absoluta normalidad psíquica, y nos recuerda que analizar es una de las profesiones “imposibles”, junto con gobernar y educar, ya que siempre habrá resultados insuficientes.
¿Dónde y cómo el pobre diablo adquirirá entonces aquella aptitud ideal que le hace falta en su profesión? O. Delgado refiere en su tesis doctoral que la palabra alemana para esa aptitud ideal es eignung: ‘idoneidad profesional’. (21) Según Freud, el analizante la adquiere “en el análisis propio con el que comienza su preparación para su actividad futura”. (22) Es mediante la firme convicción en la existencia del inconsciente, la percepción de lo reprimido, una lograda recomposición pulsional y la técnica analítica como adquiere la aptitud. Delgado afirma que aquí la palabra alemana es otra: tauglich, ‘saber hacer’.
Si bien el trabajo continúa de manera espontánea cuando finaliza el análisis, Freud recomienda que todos los analistas lo retomen cada cinco años. Hay lo que llama “peligros del análisis” relacionados con el análisis del analista y sus restos, o con el retorno de complejos neuróticos promovidos por la misma práctica, que pueden entrometerse. Desde esta perspectiva, Freud aclara que el análisis del analista se convertiría en interminable. La autoridad analítica se sostiene desde la posición analizante permanente. Y afirma: “No tengo el propósito de aseverar que el análisis como tal sea un trabajo sin conclusión. Comoquiera que uno se formule esta cuestión en la teoría, la terminación de un análisis es, opino yo, un asunto práctico”. (23) Hay casos en que el analista se despide del paciente para siempre porque las cosas anduvieron bien, pero muy distinto es por ejemplo el caso del “análisis del carácter”, en el cual no se puede prever un término natural.
El objetivo del análisis es que se creen las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del yo. Los obstáculos que se desprenden de esto son que el analista conduzca las curas desde los propios mecanismos de defensa (expresión de la resistencia del ello), y que la investigación analítica esté orientada por la hostilidad y el partidismo. Freud no olvida mencionar el problema del abuso del poder en la transferencia.
5. El “rechazo a la feminidad” como límite del análisis
En el último apartado de este enorme texto Freud ubica el rechazo a la feminidad como límite del análisis para ambos sexos. Afirma que frente a la castración existe la “envidia del pene” en la mujer y, para el hombre, la revuelta contra su actitud pasiva o femenina hacia otro hombre. Destaca lo que Adler llamó “la protesta