El pase antes del pase... y después. Irene Kuperwajs

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reprimida enérgicamente porque presupone la castración. El narcisismo viril y la reivindicación fálica pueden pensarse también como síntomas del final de un análisis articulado al padre, a una transferencia con un analista que ocupa ese lugar y al que se lo sostiene como un Otro consistente. Freud afirma que en las relaciones con su semejante al hombre se le interpone la figura feroz de un padre castrador. Ubica este resto difícil de disolver en el caso de Ferenczi, cuando señala la imposibilidad de concluir ese análisis. De hecho, entre los años 1925 y 1935 Ferenczi le reprocha a Freud no haber interpretado su transferencia negativa. Volvemos a encontrar esa figura cuando Freud habla de su propio caso en “Carta a Romain Rolland (una perturbación del recuerdo en la acrópolis)”, refiriéndose al conflicto con su padre y al límite de la represión primaria. (24) Estas cuestiones fueron expuestas también en los textos “El fetichismo” (1927) y “El Moisés y la religión monoteísta” (1939), y configuran un punto que Lacan denomina como la posición religiosa de Freud ligada al padre, al mito del padre real; padre que escapa a la castración.

      En la mujer, el querer alcanzar la feminidad también es acorde al yo, pero luego se reprime, y de este proceso dependerán los destinos de la feminidad. Del insaciable deseo de pene vendrá por ejemplo el deseo del hijo (salida vía la maternidad) y el deseo del varón, portador del pene. No obstante, puede conservarse este deseo de masculinidad en lo inconsciente.

      Podemos concluir afirmando que a Freud lo interroga ese resto real imposible de analizar, que leemos como sintomático, y que sitúa para ambos neuróticos, hombre y mujer, en el rechazo de la feminidad como límite.

      6.1. El caso de Theodor Reik, un “asesino de alegrías”

      Muchas décadas después de terminado su análisis, Reik escribe Confesiones de un psicoanalista. Allí cuenta sobre una obsesión juvenil por leer toda la obra de Goethe, obsesión de la que se avergonzaba:

      Escribe en 1913 un trabajo que titula “Sobre el efecto de los deseos de muerte inconscientes”, y que fue publicado en forma anónima con la siguiente nota al pie:

      Explica el anonimato refiriéndolo a la discreción que en aquel momento entiende como valentía. Me interesa subrayar el interés que tenía Reik en la transmisión y enseñanza del psicoanálisis a partir de su propio caso.

      Un eje central de su análisis fue su amor al padre y el sentimiento de culpa por no haber podido salvarlo de su muerte, cuando él tenía 18 años. Relata una escena que lo marcó para siempre: corrió a la farmacia a comprar los medicamentos que le indicaron, pero al volver su padre ya había muerto. La pregunta que lo obsesiona es si hubiera podido salvar al padre de haber corrido más de prisa. Lo siguen autorreproches, sentimientos de culpa y una intensa excitación sexual. Reconoce finalmente, con espanto, que él no estaba dispuesto a sacrificar ni un sólo año de su vida por él. Tiene la sensación de que su padre muerto sabía

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