El pase antes del pase... y después. Irene Kuperwajs
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En la mujer, el querer alcanzar la feminidad también es acorde al yo, pero luego se reprime, y de este proceso dependerán los destinos de la feminidad. Del insaciable deseo de pene vendrá por ejemplo el deseo del hijo (salida vía la maternidad) y el deseo del varón, portador del pene. No obstante, puede conservarse este deseo de masculinidad en lo inconsciente.
Freud disiente con Fliess sobre la importancia de la oposición entre los sexos como motivo de la represión, y nuevamente cita a Ferenczi, quien plantea que “para todo análisis exitoso, el requisito es haber dominado esos dos complejos”. (25) Agrega luego una nota a pie de página en la que aclara que según Ferenczi todo paciente masculino tiene que alcanzar un sentimiento de ecuanimidad con el médico, como signo de que ha superado la angustia de castración. Y las mujeres deberán liquidar su complejo de masculinidad y aceptar sin resentimiento las consecuencias del papel femenino.
Ferenczi plantea distintos criterios para lograr un final de análisis: abandono de la mendacidad, renuncia al goce fantasmático, acceso a recuerdos olvidados, eliminación de la resistencia a creer en el analista, disolución de los síntomas y superación de la angustia. Y, para las mujeres, abandono de los complejos de inferioridad y aceptación de las implicancias de su papel femenino: “El análisis no es un proceso sin fin, sino que puede ser conducido a su fin natural si el analista se muestra lo suficientemente diestro y paciente”, “el análisis debe morir por agotamiento… El paciente debe renunciar a la situación analítica y esto corresponde a la resolución actual de las frustraciones infantiles que estaban en la base de las formaciones sintomáticas”. (26)
Freud responde al optimismo de su discípulo diciendo que esto le parece demasiado exigente, como “predicar en el vacío”. Es decir, es imposible esperar que las mujeres resignen su deseo de pene y que los hombres admitan su pasividad frente a otros hombres sin que implique la castración. De alguna manera, sigue sosteniendo que el análisis nunca será “completo”, no se tramita absolutamente todo trauma ni se elimina el factor pulsional; siempre habrá un resto. Hasta describe la posibilidad de que al final aparezca un cuadro depresivo por la certeza de que la cura no servirá para nada. Liga la resistencia final con la “roca de base” apoyada de alguna manera en lo biológico: “La desautorización de la feminidad no puede ser más que un hecho biológico, una pieza de aquel gran enigma de la sexualidad”. (27) La roca de castración aparece para Freud como límite al fin del análisis, y las posiciones respecto del falo no hacen más que mostrar que ambos, varón y mujer, están ligados a este.
Es muy interesante lo que Miller afirma en “El ser y el Uno” respecto de que Lacan pone en evidencia que lo designado por Freud en el Capítulo 8 de “Análisis terminable e interminable” como la aspiración a la virilidad es del orden del fantasma. (28) Llama “virilidad” a ese rellenamiento por un objeto a de la castración (-fi), que se transforma en a, aunque ambos coinciden en que el penisneid no se resuelve nunca. Al final, para Freud se trata del límite que impone el rechazo a la feminidad, su gran enigma, su resto.
Es desde la perspectiva de ese resto pulsional que el análisis sería interminable. ¿Es lo femenino un nombre de ese resto? Como afirma Lacan en su Seminario 1, si de algo tenía conciencia Freud, era de no haber penetrado en la tierra prometida, refiriéndose a la feminidad. (29) Diez años más tarde señala en su Seminario 10 que para Freud el análisis deja al hombre en el campo del complejo de castración y a la mujer con el penisneid. (30) Pero este no es un límite absoluto, es el límite donde se detiene el análisis finito con Freud, el principio del análisis que Freud llama unendliche: indefinido, ilimitado, y no finito. Si se instituye este límite, es en la medida en que algo ha sido revelado de forma únicamente parcial.
Podemos concluir afirmando que a Freud lo interroga ese resto real imposible de analizar, que leemos como sintomático, y que sitúa para ambos neuróticos, hombre y mujer, en el rechazo de la feminidad como límite.
6. Testimonios
6.1. El caso de Theodor Reik, un “asesino de alegrías”
Theodor Reik fue uno de los discípulos más allegados a Freud, a quien conoció en 1910 durante su doctorado. Su encuentro con el psicoanálisis lleva esa marca traumática. Al emigrar a Berlín en 1914, Freud le sugirió que se analizara con Abraham, quien le terminó prohibiendo practicar el psicoanálisis porque no era médico. Por esta razón, Reik llegó a tener problemas judiciales, lo que desencadenó su odio hacia Abraham. Pero Reik fue de los primeros “legos” en practicar psicoanálisis. Freud lo respaldó y escribió para él “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, luego de la muerte de Abraham. Con la llegada del nazismo Reik emigró a Nueva York y volvió a ver a Freud por última vez en Londres en 1938. Fue citado por Lacan en variadas ocasiones, una de ellas en su escrito “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad”, en el cual destaca la dimensión de la sorpresa que implica el discurso freudiano. (31)
Muchas décadas después de terminado su análisis, Reik escribe Confesiones de un psicoanalista. Allí cuenta sobre una obsesión juvenil por leer toda la obra de Goethe, obsesión de la que se avergonzaba:
Durante muchos años oculté celosamente un hecho que otra gente habría podido mencionar con inofensivo orgullo, esto es que al cumplir diecinueve años de edad había leído ya las obras completas de Goethe… Lo importante no es que yo hubiera leído todos esos volúmenes, sino más bien ¿por qué lo oculté como si me avergonzara? (32)
Escribe en 1913 un trabajo que titula “Sobre el efecto de los deseos de muerte inconscientes”, y que fue publicado en forma anónima con la siguiente nota al pie:
La mayor parte del análisis que sigue está hecho sobre una persona acerca de cuya salud mental no tengo por qué dudar: yo mismo. Sería mezquino que nosotros, los analistas, nos abstuviéramos de analizar nuestras propias fantasías después de que nuestro maestro y algunos de sus alumnos han publicado interpretaciones de sus propios sueños. El sacrificio personal parece pequeño comparado con el beneficio que tales informes podrían brindar a la investigación. Cabe esperar que el interés intelectual del lector en estos complejos problemas lo induzcan a olvidar que la persona analizada es el analista mismo. (33)
Explica el anonimato refiriéndolo a la discreción que en aquel momento entiende como valentía. Me interesa subrayar el interés que tenía Reik en la transmisión y enseñanza del psicoanálisis a partir de su propio caso.
Un eje central de su análisis fue su amor al padre y el sentimiento de culpa por no haber podido salvarlo de su muerte, cuando él tenía 18 años. Relata una escena que lo marcó para siempre: corrió a la farmacia a comprar los medicamentos que le indicaron, pero al volver su padre ya había muerto. La pregunta que lo obsesiona es si hubiera podido salvar al padre de haber corrido más de prisa. Lo siguen autorreproches, sentimientos de culpa y una intensa excitación sexual. Reconoce finalmente, con espanto, que él no estaba dispuesto a sacrificar ni un sólo año de su vida por él. Tiene la sensación de que su padre muerto sabía