El pase antes del pase... y después. Irene Kuperwajs
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2. ¿Cuánto tiempo dura el éxito terapéutico? La pulsión y el yo
Freud también se interroga respecto de la duración de lo obtenido en el final, es decir, por cuánto tiempo podremos beneficiarnos del éxito terapéutico. Si existe una conclusión natural para cada análisis, ¿a qué llamamos final de un análisis? ¿Se puede ir hasta el final sin que algo retorne más tarde? No se trata sólo de ir más rápido, sino de a dónde vamos.
Como ya he mencionado, Freud argumenta en 1926 que el análisis termina cuando el paciente ya no sufre a causa de sus síntomas y ha superado sus angustias e inhibiciones. Define así un final práctico y terapéutico cuando el analista juzga haber hecho consciente lo reprimido en el paciente, esclarecido lo incomprensible, eliminado sus resistencias. Y si por algún motivo externo, por ejemplo una mudanza o falta de dinero, el paciente no alcanza estas metas, habla de análisis imperfecto más que de uno no terminado.
Lo que a mi parecer Freud introduce como crucial, siguiendo este camino, es la pregunta de si existe la “normalidad” psíquica, y si es posible alcanzarla por medio del análisis. Antes se había referido al trauma, ahora introduce el factor pulsional. O sea, le agrega al trauma la pulsión. Cuando la pulsión es causa de la neurosis, no puede acelerarse la cura ni anticiparse un resultado duradero. Dice que hay acciones mixtas de factores constitucionales y accidentales para pensar la etiología de las neurosis, pero la etiología traumática ofrece oportunidades más favorables al análisis y permite considerar un análisis terminado definitivamente. Más aún: refiere que cuando hay un trauma el sujeto tomó en el pasado una decisión equivocada, y mediante el fortalecimiento del yo se sustituye la “decisión inadecuada que se remonta a la edad precoz por una tramitación correcta”; (7) no hay daño en el yo.
¿Cuáles son los obstáculos a la conclusión de la cura? Los factores desfavorables están del lado de la intensidad constitucional de las pulsiones y de la alteración del yo por la lucha defensiva, porque son causas internas. “El destino de la curación depende del destino de la pulsión”. (8) Cuando se trata de la pulsión, el yo no toma la decisión sino que se altera, se deforma. Pero cuando se trata del traumatismo el yo decide huir para defenderse. Son dos modos de defensa del yo, uno ante el trauma y otro ante la pulsión. Por lo tanto, la intensidad constitucional de las pulsiones y el grado de alteración del yo son causas internas que harían que un análisis no termine. De aquí se desprenderán la teoría kleiniana sobre el final de análisis, que se basa en limitar la intensidad pulsional; y la psicología del yo, que apunta al reforzamiento yoico, en el cual el final está planteado por la vía de una identificación con el yo no alterado del analista.
Podemos constatar que, si bien Freud propone al yo como un poder de dominio, hay para él un factor cuantitativo que no podemos dominar y del que siempre queda un resto.
Jacques-Alain Miller compara este resto freudiano con la división subjetiva que produce el objeto a para Lacan, ese resto de goce que no puede ser reabsorbido por lo simbólico.
También se abre en el texto de Freud el capítulo que podríamos llamar “Ferenczi”, respecto de la salida del análisis. Freud menciona su caso sin precisar de quién se trata, aludiendo a la aparición de la transferencia negativa que no fue analizada en su momento por él y que su discípulo, ex paciente, le reprocha. Por otra parte, está seguro de que no se puede analizar previendo un conflicto si este no es actual ni se exterioriza; como mencionamos anteriormente, no es posible hacer prevención. En la época en que analizó a Ferenczi no surgió la transferencia negativa. Llama optimistas tanto a los que creen en la posibilidad de tramitar de manera definitiva un conflicto pulsional como a los que sostienen la prevención y creen en las vacunas contra la angustia. Y llama escépticos a los que dicen que “ni siquiera un tratamiento exitoso protege a la persona por el momento curada de contraer luego otra neurosis… hasta con la misma raíz pulsional”, (9) o del retorno del antiguo padecimiento. Freud es categórico: no es posible acortar las curas por esos atajos, “no despertar a los perros dormidos es imposible porque los perros nunca duermen”, siempre habrá conflictos pulsionales.
Jacques-Alain Miller sugiere que la neurosis puramente traumática es una ficción ideal, queda sólo la neurosis de guerra. El resto incumbe al sujeto y a las alteraciones del yo. De hecho, Lacan formuló su concepto de sujeto a partir de la defensa del yo: el sujeto dividido es en sí mismo una defensa, por lo tanto podemos decir que la pulsión es en sí misma traumatismo; y eterniza en el sujeto el trauma del goce. Lacan también ubica el fantasma fundamental como defensa primordial del sujeto respecto de la pulsión, y retoma la lectura freudiana de la pulsión como una exigencia: hace de la pulsión una demanda silenciosa y escribe: $ ◊ a.
Entonces, ¿qué impide que la curación sea definitiva?, se pregunta Freud en el Capítulo 3. Luego de plantear su ternario –trauma, fuerza constitucional y el yo–, resalta la intensidad de las pulsiones y el factor cuantitativo como algo decisivo en la causación de la enfermedad. Enfatiza lo que está por fuera del significante y el desciframiento. Lo que le interesa investigar, sobre todo en relación con los pacientes que se analizan y quieren ser analistas, es el problema del final y del resto fecundo de la neurosis; comprobar si es posible que la neurosis no vuelva a aparecer y que no quede ningún resto después de la curación.
La rectificación con posterioridad (nachhtraglich) del proceso represivo originario, que pone término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la terapia analítica. (10) Las represiones se producen en la primera infancia como defensas primitivas del yo endeble, y en el análisis se revisan estas antiguas represiones por parte del yo más fortalecido. Si bien Freud propone que las represiones del analizado serían nuevas y más sólidas, esta afirmación es matizada por otra que dice que nuestra expectativa sobre la diferencia entre el analizado y el no analizado no es tan radical. A lo sumo muchas veces el análisis lograría reducir el influjo pulsional.
¿Qué quiere decir para Freud estar analizado? Por un lado, que el neurótico se convierte en una persona sana. Pero principalmente formula la hipótesis de que el análisis produce un estado que nunca preexistió de manera espontánea en el interior del yo, una neocreación que marca una diferencia esencial entre el analizado y el no analizado. Lacan nos recuerda en su Seminario 13 que, para Freud, superar esta nueva neurosis artificial es suprimir la enfermedad engendrada por el tratamiento. (11) Estos dos resultados van a la par y, cuando son logrados, nuestra tarea terapéutica está concluida. Expresa así claramente que el fin de la cura y su éxito dependen de la posibilidad de resolver la neurosis de transferencia. Sabemos que es a esto a lo que Freud se abocó en “Análisis terminable e interminable”. Lacan retomará esta idea de que estar analizado es un estado original del sujeto, y por eso responde con el pase, que verifica que el sujeto está en ese estado original. (12)
Los efectos del análisis son inconstantes y casi siempre hay fenómenos residuales. En el desarrollo libidinal persisten fragmentos de la organización anterior junto con la más reciente, y se conservan restos de las fijaciones libidinales anteriores, ya que sectores del mecanismo antiguo permanecen intocados por el trabajo analítico. Por otro lado, Freud constata que la comunicación de un saber al paciente no necesariamente tiene efectos: hay disyunción entre saber y verdad. Es el factor cuantitativo, la intensidad pulsional la que pone un límite a la eficacia del trabajo analítico.
Freud intenta sin demasiado éxito desactivar ese resto fecundo, y puede comprobar que el tiempo para comprender de cada sujeto depende de la viscosidad de la libido, no del significante; por eso algunos avanzan más rápido que otros en el análisis. Llama resistencia del ello a esa “viscosidad de la libido” y a la “inercia psíquica” que determina que el proceso analítico sea más lento en los casos en que no se da el desasimiento libidinal de un objeto y el desplazamiento a uno nuevo; podríamos decir, cuando no ceden su goce. Toma la metáfora de trabajar con piedra dura o arcilla blanda, y destaca que en el segundo