Spaghetti Paradiso. Nicky Persico

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Spaghetti Paradiso - Nicky Persico

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pequeños favores. Pequeñas cosas pero siempre importantes.

      El abogado Paceno, este era su nombre, naturalmente, no perdía la ocasión de ser desorbitado en su proceder de transparencia y máxima honestidad, cuando se relacionaba con estas personas. Hablaré de usted a la sociedad que utilizo a menudo para las consultas, decía de manera engreída al profesor universitario de turno o al experto mundial en grafología, pero sólo y exclusivamente por la estima profesional que le tengo.

      Todo esto le abrió las puertas de círculos muy exclusivos, si necesitaba algo, en ciertos ámbitos no le resultaba difícil obtenerla cogiendo la vía rápida.

      En ocasiones, el abogado Paceno entraba, qué se yo, en un bar y podía ocurrir que un profesorcillo le hablase ostentosamente pronunciando su nombre: « ¡Abogado Paceno! ¡Cuánto honor! ¿Qué quiere tomar?» Se dice por ahí que en una de estas ocasiones el gordo abogado tuvo un silencioso orgasmo.

      Recapitulando: estas consultas eran requeridas por una sociedad creada con este propósito, que se valía de profesionales no contratados, encomendando a ellos el encargo sobre la marcha y compensándoles con prestaciones de sumas relativamente contenidas.

      Relativamente porque tres, cuatro e incluso cinco mil euros no son una tontería por un dictamen realmente sencillo.

      La sociedad, a continuación, facturaba la prestación al bufete, añadiendo su bonita, enorme, parte de beneficios.

      ¿Se podrían haber impugnado las elecciones del bufete? No. Es una empresa privada y hace lo que le parece, dado que, el dinero proviene, de hecho, de sus honorarios.

      ¿Se podrían haber impugnado las cargas excesivas hechas por la sociedad?

      No. No era un delito hacer dinero para una empresa que había nacido para esto.

      Y todo iba suave como la seda.

      Con la mayor parte de las participaciones de su propiedad puestas en otra sociedad situada en el extranjero la máquina funcionaba de forma anónima, para evitar las habladurías y las calumnias de cualquier periodista entrometido. Quizás podría haber descubierto que todo apuntaba siempre a la hermana del asesor.

      Cualquier socio, aunque fuese minoritario, aparecía: un administrador, persona de confianza, por supuesto, que bien retribuido y muy contento de no tener que preguntar, servía de fachada, para no dar la impresión de que fuese una caja vacía.

      Un hermoso sistema. Si, de todas formas, hubiese sido descubierto (algo bastante difícil) difícilmente habría podido dar lugar a cargos criminales. Sobornos, aún menos.

      Y los asesores cambian pero el juego no. Eran más de uno, los que cambiaban de chaqueta políticamente, y con un pequeño movimiento, o una venta de acciones en el exterior, el sistema se había puesto rápidamente en funcionamiento. Blindado. Si alguien hablaba, de hecho se debía autoinculpar, y no estaba claro que se pudiese demostrar el delito. Es más. ese alguien tendría que ajustar cuentas con la ira del grupo. Por lo tanto: silencio y Porsche para todos.

      El único punto débil: la primera fase de las negociaciones y algún ajuste en la puesta en marcha. Eran estos, de hecho, los momentos en los cuales es necesario decir con claridad cómo estaban las cosas, el elemento probatorio que podía unir todo, revelando la naturaleza criminal. Pero con alguna sencilla precaución era, a fin de cuentas, un riesgo cero. Nada en comparación con esos memos que de vez en cuando se dejan atrapar con los bolsillos llenos de dinero, interceptados hasta las cejas, quizás por cualquier mísero millar de euros, pensaba para sus adentros el abogado mientras tecleaba la suma final de los honorarios. 350.000 euros. Todas las tasas, los gastos y las consultas, 150.000 eran para él.

      Cuando acabó de teclear el abogado Paceno se sintió, como le ocurría a menudo, un dios en la tierra. Lo suyo no era robar. Era la justa retribución para quien posee una inteligencia superior. Es más, para quien es superior.

      Y todo esto, principalmente, le ayudaba a esconder al mundo y a sí mismo la profunda miseria de su alma.

      ATENCIÓN AL CLIENTE

      Caminaba por una de las calles perpendiculares al mar; desde la acera en la que me encontraba no podía verlo todavía, pero sentía la presencia

      Hasta una determinada hora de la tarde, más o menos las 17 horas, tras la comida, los negocios tenían todavía las cortinas bajadas.

      La contra hora.

      También en Bari, a un determinado momento del día se le llama así. Porque se pasa de las 12, número grande, a las 13, por lo general llamada la una. Recomienza el contador y, por lo tanto, contra hora. Después de comer, un intermedio tranquilo, con poco tráfico y una pausa para el café.

      En los años setenta la contra hora era un rito social casi sagrado. Parecía que jugase el equipo nacional: todas las tardes. El desierto ciudadano, silencioso. Cristalizado, inmóvil, cerrado. Hoy es un poco distinto, ha habido una progresiva milanización8. Pero sigue siendo contra hora.

      Con los ojos semicerrados, intentando fijar el momento. Era un hermoso cuadro, en el fondo, y una sensación placentera queda impresa en la memoria cada vez que se presenta la posibilidad.

      La vida está hecha de instantáneas que van pasando una después de otra, con un ritmo preciso e imparable que cada uno de nosotros, de manera inconsciente, siente como el ritmo de la vida. Las instantáneas están tan juntas que no se pueden percibir singularmente. Al ser una secuencia muy rápida forman un flujo uniforme. Es lo que yo llamo el principio de los hermanos Lumiere, que no se si hacían cine o psicología.

      Ya está.

      Según lo veo esto es el flujo de la vida que discurre, como un foulard de seda, entre los dedos, y que, en su discurrir, te da una única sensación de la que te das cuenta cuando comienza o cuando termina.

      De este ritmo el ser humano tiene un conocimiento inconsciente, y esto explica el placer de la música, un lenguaje universal que recorre, une y pone en evidencia algunas instantáneas de este flujo variable, convirtiéndolas en detectables. Se apodera de tu discurrir, lo convierte en perceptible, y te guía en las emociones.

      Es lo que a menudo se define como visión de conjunto, entendiendo con esta expresión el considerar de manera dinámica muchos elementos relacionándolos entre ellos y por lo tanto aprovechando aspectos suplementarios de manera deductiva. Estos aspectos, si se valoran por separado, nunca habrían podido ser sugeridos o indicados por los mismos elementos.

      Las instantáneas, la secuencia, el flujo.

      El resultado de la correcta deducción proyectiva y prospectiva de estos aspectos, de estos fotogramas esparcidos que puestos juntos sugieren un movimiento, es esto lo que se define como amplitud de miras. A veces, en cambio, se trata de verdaderas y auténticas predicciones, ocultas para quien ven las cosas una a una, de manera singular.

      Pero la visión de conjunto necesita de la ausencia de un elemento: la ignorancia. Cojamos por ejemplo el ajedrez: mientras que algunos sólo ven una pieza con forma de cilindro que se mueve de cuadro en cuadro, u otro con forma de torre que se mueve sólo en línea recta, quien conoce la dinámica del ajedrez comprende qué está ocurriendo realmente y tiene un conocimiento de lo que ocurrirá dentro de un número determinado de movimientos. Acerca de estos principios estaba totalmente de acuerdo con el abogado Spanna: Para combatir un fenómeno complejo, por otra parte, es necesario comprenderlo en sus rasgos generales.

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