Ética demostrada según el orden geométrico. Baruj Spinoza

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Ética demostrada según el orden geométrico - Baruj Spinoza Torre del Aire

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que aquello que en nosotros es la suma perfección. Además, aunque conciben a Dios como sumamente inteligente en acto, no creen, sin embargo, que pueda hacer que existan todas las cosas que entiende en acto, pues piensan que de esa manera destruirían la potencia de Dios. Afirman que si hubiese creado todo lo que está en su intelecto, entonces no habría podido crear nada más, lo cual creen que repugna a la omnipotencia de Dios. Por eso prefieren afirmar un Dios indiferente a todo y que no crea nada aparte de aquello que ha decretado crear en virtud de una cierta voluntad absoluta. Mas yo pienso haber mostrado con suficiente claridad (véase la proposición 16) que de la suma potencia de Dios, o sea, de su infinita naturaleza, han fluido necesariamente infinitas cosas de infinitos modos, esto es, todas las cosas. O sea, que siempre se siguen con la misma necesidad, de igual manera que de la naturaleza de un triángulo se sigue, desde la eternidad y para la eternidad, que sus tres ángulos son iguales a dos ángulos rectos. Por ello, la omnipotencia de Dios ha estado en acto desde toda la eternidad y permanecerá por toda la eternidad en esa misma actualidad. Y así se afirma, a mi juicio al menos, una omnipotencia de Dios mucho más perfecta. Más aún, son mis adversarios (permítaseme hablar abiertamente) quienes parecen negar la omnipotencia de Dios. Se ven obligados a confesar que Dios entiende infinitas cosas creables que nunca, sin embargo, podrá crear, pues de otra manera, a saber, si crease todas las cosas que entiende, agotaría según ellos su omnipotencia y se tornaría a sí mismo imperfecto. Y así, para afirmar que Dios es perfecto, se ven obligados a afirmar simultáneamente que no puede realizar todo aquello a lo que se extiende su potencia. No veo que se pueda fingir algo más absurdo ni que más repugne a la omnipotencia de Dios. Además, por decir algo aquí también acerca del intelecto y de la voluntad que comúnmente atribuimos a Dios, si el intelecto y la voluntad pertenecen a la esencia eterna de Dios, entonces debe entenderse por ambos atributos algo totalmente otro de lo que suelen entender vulgarmente los hombres. Pues el intelecto y la voluntad que constituyesen la esencia de Dios deberían diferir por completo de nuestro intelecto y nuestra voluntad [63] y no podrían convenir con ellos en nada excepto en el nombre; a saber, no de otra manera que como entre sí convienen el perro, signo celeste, y el perro, animal que ladra. Lo demostraré así. Si el intelecto pertenece a la naturaleza divina, no podría ser por naturaleza, como nuestro intelecto, posterior (como place a muchos) o simultáneo a las cosas entendidas, pues Dios, en virtud de que es causa, es anterior a todas las cosas (por el corolario 1 de la proposición 16), sino que, por el contrario, la verdad y la esencia formal de las cosas es tal porque objetivamente existe como tal en el intelecto de Dios. Por ello, el intelecto de Dios, en la medida en que se concibe que constituye la esencia de Dios, es realmente causa de las cosas, tanto de su esencia como de su existencia, lo cual parece haber sido visto también por quienes han aseverado que el intelecto, la voluntad y la potencia de Dios son una y la misma cosa. Y así, puesto que el intelecto de Dios es la única causa de las cosas, es decir (como hemos mostrado), tanto de su esencia como de su existencia, necesariamente debe diferir de ellas tanto en razón de la esencia como en razón de la existencia. Pues lo causado difiere de su causa precisamente en aquello que tiene en virtud de la causa18. Por ejemplo, un hombre es causa de la existencia pero no de la esencia de otro hombre, pues esta es una verdad eterna y por ello pueden convenir completamente según la esencia. Pero, en cambio, deben diferir en la existencia. Y así, si la existencia de uno perece, no por ello perecerá la del otro. Mas si la esencia de uno pudiera ser destruida y hacerse falsa, también se destruiría la esencia del otro. Por consiguiente, una cosa que es causa de la esencia y de la existencia de algún efecto debe diferir de tal efecto tanto en razón de la esencia como en razón de la existencia. Ahora bien, el intelecto de Dios es causa de la esencia y de la existencia de nuestro intelecto. Luego el intelecto de Dios, en la medida en que se concibe que constituye la esencia divina, difiere de nuestro intelecto tanto en razón de la esencia como en razón de la existencia y no puede convenir con él en nada salvo en el nombre, como queríamos. Acerca de la voluntad se procede de la misma manera, como cualquiera puede ver con facilidad.

      PROPOSICIÓN 18

      Dios es causa inmanente, pero no transitiva, de todas las cosas. [64]

      DEMOSTRACIÓN

      Todas las cosas que son, son en Dios y deben ser concebidas a través de Dios (por la proposición 15), y así (por el corolario 1 de la proposición 16 de esta parte), Dios es causa de las cosas que son Él, que es lo primero. Además, fuera de Dios no puede darse ninguna sustancia (por la proposición 14), esto es (por la definición 3), ninguna cosa, fuera de Dios, que sea en sí19, que era lo segundo. Luego Dios es causa inmanente, pero no transitiva, de todas las cosas. Q. E. D.

      PROPOSICIÓN 19

      Dios, o sea, todos los atributos de Dios, son eternos.

      DEMOSTRACIÓN

      Pues Dios (por la definición 6) es la sustancia que (por la proposición 11) existe necesariamente, esto es (por la proposición 7), a cuya naturaleza pertenece existir, o (lo que es lo mismo) de cuya definición se sigue el mismo existir, y así (por la definición 8), es eterno. Además, se debe entender por atributos de Dios aquello que (por la definición 4) expresa la esencia de la sustancia divina, esto es, aquello que pertenece a la sustancia; esto mismo es lo que digo que deben implicar los atributos. Ahora bien, a la naturaleza de la sustancia (como ya he demostrado en virtud de la proposición 7) pertenece la eternidad. Luego todo atributo debe implicar la eternidad y, por tanto, todos son eternos. Q. E. D.

      ESCOLIO

      Esta proposición también es patente, con la mayor claridad, por la manera como (proposición 11) he demostrado la existencia de Dios. Digo que en virtud de aquella demostración consta que la existencia de Dios, como su esencia, es una verdad eterna. Además (proposición 19 de Los principios de Descartes), he demostrado también de otra manera la eternidad de Dios, y no es preciso repetirla aquí.

      PROPOSICIÓN 20

      La existencia de Dios y su esencia son uno y lo mismo.

      DEMOSTRACIÓN

      Dios (por la proposición anterior) y todos sus atributos son eternos, esto es (por la definición 8), cada uno de sus atributos expresa la existencia. Luego los mismos atributos de Dios que (por la definición 4) explican la esencia eterna de Dios, explican simultáneamente su existencia eterna; esto es, aquello mismo que constituye la esencia de Dios consti-[65]tuye simultáneamente su existencia. Y así, esta [existencia] y aquella esencia son uno y lo mismo. Q. E. D.

      COROLARIO I

      De aquí se sigue, I. que la existencia de Dios, como su esencia, es una verdad eterna.

      COROLARIO II

      Se sigue, II. que Dios, o sea, que todos los atributos de Dios son inmutables. Pues si cambiasen por razón de la existencia también deberían (por la proposición anterior) cambiar por razón de la esencia, esto es (como es notorio por sí mismo), trocarse de verdaderos en falsos, lo cual es absurdo.

      PROPOSICIÓN 21

      Todas las cosas que se siguen de la naturaleza absoluta de algún atributo de Dios han debido existir siempre y ser infinitas, o sea, que son eternas e infinitas en virtud del mismo atributo.

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