E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras

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E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020 - Varias Autoras Pack

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      Seguramente, a esas alturas, Axel ya sabía que no llevaba nada de ese estilo en el bolso. Y se alegró inmensamente de haber guardado la edición de bolsillo de Nueve meses después en la cómoda.

      Sacó el teléfono y localizó inmediatamente el número de la agencia.

      —Es un número local.

      —Sí —Axel se puso la cazadora y comenzó a abrir la puerta.

      —¡Espera!

      —¿Qué pasa ahora?

      —¿Y tú? Quiero decir… ¿no deberías llevar una pistola o algo así?

      —¿Estás preocupada por mí?

      —¿Y no debería? Sloan y tú decís que necesito un guardaespaldas. ¿Crees que me apetece que te hagan algo por protegerme?

      —Pon a descansar tu conciencia, cariño. Éste es mi trabajo —abrió la puerta y salió.

      Tara esperó en silencio hasta que oyó la bocina de la camioneta. Exhaló entonces aliviada, salió y echó los cerrojos que el propio Axel había instalado la noche anterior.

      Cinco minutos después, estaban en la tienda. Mientras Tara encendía una vela aromática, Axel estuvo merodeando por la tienda. Al cabo de un rato, se sentó en un sofá de cuero que había enfrente de la barra que hacía las veces de mostrador.

      —Es una pena que no tengas este sofá en tu cuarto de estar —comentó—. Es mucho más cómodo que el que tienes en tu casa.

      —Y más de medio metro más largo.

      —¿Cuánto cuesta?

      —¿Por qué lo preguntas? No vas a mudarte a mi cuarto de estar.

      —¿Por qué no? De hecho, ya estoy viviendo contigo.

      —Vas a pasar una temporada en mi casa —le corrigió—, que es algo muy distinto.

      —Sí, y no incluye nada de sexo.

      Tara se volvió para limpiar el mostrador.

      —Tú mismo dijiste que querías que fuera así.

      —Lo que dije fue que era lo más adecuado en estas circunstancias, no que no quisiera…

      Tara continuó quitándole el polvo al mostrador, pero al cabo de unos segundos, Axel insistió:

      —Entonces, ¿cuánto cuesta? —Tara le dijo una cifra astronómica—. Muy bien, me lo quedo.

      Al oírle, Tara se volvió indignada hacia él.

      —¿Y dónde crees que vas a meter un sofá tan grande?

      —En mi casa, naturalmente.

      Su casa, la casa de la que le había hablado durante el fin de semana de Braden. La había hecho construir justo antes de abandonar el país y estaba a medio camino entre la casa de sus padres, la granja equina y el rancho Double-C. Era una auténtica tortura saber que recordaba todas y cada una de las palabras que habían salido meses atrás de sus labios.

      —Ya te comenté que prácticamente no tenía muebles. Y supongo que quieres vender éste, ¿verdad?

      —Un sofá con este precio debería estar fuera de tu presupuesto.

      —Si quieres, podemos comparar las devoluciones de hacienda. Estoy seguro de que así dejarás de preocuparte por si un sofá que cuesta más de lo que debería entra o no dentro de mi presupuesto.

      —Si crees que cuesta más de lo que debería, ¿por qué lo quieres? —respondió Tara mientras tomaba la tarjeta de crédito que Axel le tendía.

      —Porque a veces me gusta conseguir exactamente lo que quiero —bajó la mirada hacia sus labios—. Y algún día, tú y yo terminaremos haciendo el amor en este sofá.

      —Ni lo sueñes.

      —Puedes estar segura.

      Tara pasó la tarjeta de crédito por la máquina.

      —¿Y cómo vas a sacar el sofá de aquí? Por lo menos hacen falta tres hombres para moverlo.

      —Mandaré a alguien a buscarlo.

      Tara imprimió el ticket de compra y se lo tendió para que lo firmara.

      —¿Y tendré que pedirles el carné de identidad para asegurarme de que son quienes dicen ser?

      —Hasta ahora no me había dado cuenta del buen humor que tienes por las mañanas —respondió Axel mientras firmaba.

      —Afortunadamente, no tendrás que soportarme durante mucho tiempo —le quitó el bolígrafo de entre los dedos y lo guardó en su sitio—. Pronto podremos retomar nuestras vidas.

      Axel se apoyó entonces con los brazos cruzados sobre el mostrador y se inclinó de tal manera hacia delante que sus labios quedaron a sólo unos milímetros de los de Tara.

      —Ésa es mi vida.

      Tara retrocedió bruscamente, para que no hubiera ningún peligro de que la besara.

      —Pues ésta no es mi vida.

      Giró bruscamente y se dirigió hacia el almacén, donde tenía una docena de paquetes que quería abrir. Pero antes de que pudiera sacar su contenido, tendría que hacer sitio en la tienda. Por supuesto, la venta del sofá la ayudaría.

      —¿Por qué decidiste abrir una tienda de este tipo cuando viniste a Weaver? —preguntó Axel tras ella.

      —¿Qué otra cosa podía hacer? —lo miró de reojo mientras abría una de las cajas con una cuchilla—. La revista para la que escribía estaba en Chicago.

      —¿Qué revista?

      —¿Ese detalle no figura en tu informe?

      Le dijo el nombre de la revista y Axel arqueó las cejas sorprendido.

      —Mi madre lee esa revista.

      —Mucha gente la lee, y ésa es una de las razones por las que estaba entusiasmada con aquel trabajo —hizo una mueca—. Duró dos años. Ahora estoy aquí.

      —Pero siempre se puede escribir a distancia.

      —No, cuando estás escribiendo una sección sobre estilos de vida en Chicago —quitó el plástico protector de los paquetes y dejó al descubierto dos mesas de jardín de hierro forjado.

      Cuando comenzó a levantar la primera, Axel se ofreció a ayudarla.

      —Puedo hacerlo yo.

      Pero Axel la ignoró y sacó las dos mesas de las cajas.

      —No es ningún delito aceptar ayuda.

      —Ya

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