E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras
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—Y ésa es la razón por la que tenía tantas posibilidades de fracasar como de tener éxito.
—Exacto —Axel levantó el portavelas en el que Tara había colocado una vela con olor a café—. Este olor me hace la boca agua.
—Si quieres, puedes prepararte un café —señaló la cafetera que tenía encima de un escritorio que rara vez utilizaba—. Tienes café en el primer cajón. Lo guardo para los clientes —abrió el segundo cajón—. Aquí tienes galletas y bizcochos. También son para mis clientes.
—Una tienda que ofrece un servicio completo.
—Algo así —se lavó las manos en un lavabo que había en una esquina, sacó una bandeja de cristal y comenzó a colocar las galletas.
—Todavía no me has dicho por qué pusiste esta tienda.
Tara inclinó la cabeza y suspiró. Realmente, aquel hombre le daba a la palabra «insistente» un nuevo significado.
—Mi madre siempre había soñado con tener una tienda de este estilo —hablaba constantemente de ello, pero los continuos traslados de su padre le habían impedido hacer realidad su sueño.
—Perdiste a tus padres siendo muy joven.
—A los veinte años, sí —contestó Tara mientras llevaba la bandeja al mostrador.
El reloj de péndulo que tenía en una de las paredes indicaba que todavía faltaba un cuarto de hora para las nueve, pero aun así, colocó el cartel de «abierto» y quitó el cerrojo.
—¿Y ahora qué? —cuando se volvió, encontró a Axel a sólo unos centímetros de ella.
—Ahora tenemos que esperar a que comiencen a venir los clientes —afortunadamente, aquel día, gracias a la venta del sofá, no tendría que preocuparse por las ventas.
Permaneció cerca de la puerta observando la tienda e intentando decidir cómo la decoraría cuando el sofá desapareciera.
—Supongo que pedirte que te encargues de llevarte el sofá esta mañana no serviría de nada.
—¿Quieres perderme de vista? —sacudió la cabeza—. Lo siento, pero me temo que el sofá tendrá que esperar.
No esperaba otra cosa. Sabía que no le iba a quedar más remedio que trabajar con él.
Se metió en la cabina telefónica para ordenar la lencería. Axel volvió a sentarse en el sofá.
—Continúo pensando que es una pena que no tengas esa lencería en tu casa.
—Si no estás cómodo en mi casa, ya sabes lo que tienes que hacer —cometió el error de mirarlo a través de la cabina y se encontró atrapada en la intensidad de su mirada.
Recordó inmediatamente sus palabras: «tú y yo vamos a hacer el amor en este sofá».
—Marcharte —añadió.
—Me temo que no puedo hacerlo.
—No tuviste ningún problema en hacerlo en otra ocasión —replicó Tara sin poder evitarlo.
—Eso fue inevitable. Surgió algo inesperado.
—¿Un asunto de trabajo?
—Sí —contestó Axel tras una leve vacilación.
Pero Tara tuvo la certeza absoluta de que le estaba mintiendo.
Capítulo 9
Me parece increíble haber vendido tanto esta mañana —comentó Tara cuando la última clienta salió de la tienda.
En aquel momento estaban solos. Ella estaba sentada en un taburete, detrás del escritorio, repasando los recibos.
—Nunca había vendido tanto.
—Admítelo, te traigo suerte.
—La mayor parte de la gente viene porque tiene curiosidad por saber qué has visto en mí.
—Cualquiera que tenga ojos lo comprendería.
Tara esbozó una mueca y colocó juntos los recibos con un clip, antes de guardarlos debajo del mostrador.
Echó después los brazos hacia atrás, para estirarse, tensando con aquel movimiento la blusa contra sus senos.
Axel se obligó a desviar inmediatamente la mirada.
Había pasado la mayor parte de la mañana deshaciendo paquetes en la trastienda. Había ayudado también a doblar ropa y a quitar el polvo de las estanterías y de aquellas plantas artificiales que parecían absolutamente reales. Se había dedicado a hacer docenas de tareas que no eran responsables en absoluto de su tensión. Porque su tensión estaba directamente relacionada con la otra distracción del día.
Respiraba la dulce fragancia de Tara cada vez que ésta se acercaba a él.
Observaba la gracia de sus movimientos.
Disfrutaba del tintineo de su risa cuando hablaba con los clientes, y le desgarraban los celos porque sabía que aquella risa no era para él.
La deseaba con tanta intensidad que le dolía.
Se acercó a la ventana y vio a Mason Hyde sentado en la cabina de su camioneta. Axel alzó ligeramente la mano. Demostrando sus dotes de observador, Mason abrió la puerta y cruzó la calle. Segundos después, entraba en la tienda con su sombrero de vaquero en la mano.
Tara comenzó a dirigirse hacia él con una sonrisa, pero Axel fue el primero en hablar.
—Éste es Mason Hyde —le presentó—. Será mi sustituto.
Tara miró alarmada al recién llegado.
—Señora —Mason le tendió la mano—, encantado de conocerla.
—Igualmente —Tara desvió la mirada hacia Axel—. ¿Ha ocurrido algo?
Axel negó con la cabeza mientras Mason contestaba con un rápido:
—No, señora.
—No —respondió también Axel—, pero quería que conocieras a Mason para que no te preocuparas si le ves rondando por los alrededores.
—Suelo cambiar de vehículo para que nadie se fije en mí —añadió Mason.
—¿Y siempre estará vigilándome?
—Estaré vigilándola cuando Axel no esté con usted.
Tara se volvió entonces hacia Axel.
—¿Eso quiere decir que no vas a