E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras

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peligrosas —Axel se detuvo tan cerca de la puerta trasera de la tienda que Tara apenas tenía espacio para salir. Apagó el motor y bajó la voz para decir—: ¿O es que ya no te acuerdas?

      Tara salió rápidamente de la camioneta y entró precipitadamente en la tienda, pero no consiguió alejarse del sonido de su risa, de la misma forma que tampoco parecía posible alejarse de la electricidad que fluía entre ellos, que no había perdido un solo vatio de potencia desde su primer encuentro.

      Estábamos empezando a preguntarnos si aparecerías.

      El padre de Axel fue el primero en advertir su llegada cuando Tara entró siguiendo a un silencioso Axel en la enorme casa del rancho Double-C.

      Todos los familiares que no habían estado en la iglesia se acercaron a saludar a Axel, pero en aquella ocasión, Tara tuvo la habilidad suficiente como para quitarse de en medio y se encontró frente a la hermana de Axel.

      —Puede resultar un poco intimidante vernos a todos en la misma habitación —le dijo Leandra con una sonrisa.

      Leandra no llevaba a su hijo Lucas en brazos, como en el gimnasio, pero Tara pudo ver al pequeño, que era la viva imagen de su padre, subiéndose a una mecedora. ¿Se parecería su hijo a Axel?

      —Sí, sois un montón —se mostró de acuerdo Tara, intentando apartar aquel pensamiento de su mente, y fracasando de forma miserable.

      —Yo ya he aprendido a dejar que pase la estampida antes de acercarme a mi hermano —tenía los ojos muy parecidos a los de Axel y en aquel momento brillaban de diversión—. Antes, Axel solía quejarse del tiempo que pasaba yo fuera de Weaver, pero parece que han cambiado las tornas —se subió las mangas del jersey—. ¿Hace calor aquí o soy yo?

      —Eres tú —Evan le pasó el brazo por la cintura a su esposa—. Siempre tienes calor cuando estás…

      Leandra le dio un pellizco en el brazo.

      —Evan…

      —¿Qué? —preguntó Evan con una sonrisa.

      —Ahora no.

      Evan se encogió de hombros y miró divertido hacia Tara. De todas las personas que allí había, probablemente Evan era la que más conocía, porque también él formaba parte de la cámara de comercio de la localidad. No sólo era el veterinario local y el socio de Axel en la granja equina, sino que junto a Leandra, era fundador de Nuevos Horizontes, un programa terapéutico que llevaba a Weaver a niños de todo el país.

      —¿Sabes cuánto dinero se sacó en la cena de ayer?

      Cuando le dijo la cantidad, Tara se quedó boquiabierta.

      —¿De verdad?

      —Sí, de verdad —Courtney Clay se acercó a ellos—, gracias a mi puesto de besos. Me extraña no tener agujetas en los labios.

      —Es una pena que no consiguieras sacarle una cita a ninguno de esos tipos —comentó Erik Clay, arrastrando las palabras. Erik era el hijo mayor de Tristan y Hope—. A este ritmo vas a terminar muriéndote soltera.

      —¿Y cuándo tuviste tú tu última cita? —preguntó Courtney con voz engañosamente dulce.

      Todo el mundo se echó a reír. La risa de Leandra era tan contagiosa que Tara no pudo evitar una sonrisa. Jamás había participado en una reunión como aquélla y era imposible no dejarse arrastrar por aquel ambiente. Había tanto… amor.

      Axel se acercó por fin a su hermana.

      —¿Por qué no has ido a la iglesia esta mañana?

      —La verdad es que no sabes cuánto me alegro de no haber ido. Todo el pueblo está comentando que Tara y tú prácticamente estabais sentados el uno en el regazo del otro.

      Tara se puso roja como la grana, pero Axel no pareció notarlo. Miró a su hermana con expresión traviesa y le preguntó:

      —¿Has engordado?

      —No hay nada como tener un hermano —se quejó Leandra con una mueca.

      Evidentemente satisfecho con su victoria, Axel sonrió.

      —¿Dónde está Hannah? ¿No la he visto por ninguna parte?

      Hannah era la hija que Leandra y Evan habían adoptado. Al parecer era una niña autista, aunque las veces que había estado en la tienda con su madre, Tara no había visto nada que le hiciera pensar que era una niña diferente, probablemente porque era la niña en la que sus padres se habían inspirado para el programa terapéutico que estaban llevando a cabo y Hannah era la mejor demostración de su éxito.

      —Está con los padres de Evan —Leandra sonrió—. Cuando la veas no la vas a reconocer.

      —Estoy deseando verla —Axel se volvió entonces hacia Courtney. Tara pensó que quizá fueran imaginaciones suyas, pero tuvo la sensación de que su sonrisa se había tensado—. Hola, Courtney. Supongo que después de todo lo que has recaudado con tus besos, deberían ponerle tu nombre al ala nueva del colegio, ¿eh?

      Courtney se echó a reír y le pasó el brazo por los hombros.

      —Dios mío, cuánto me alegro de que estés en casa. Es casi como si… —se interrumpió y sacudió la cabeza—. Bueno, me alegro mucho de que hayas vuelto. Y espero que esta vez te quedes una buena temporada. Y tú —añadió, volviéndose hacia Erik—, deberías aprender de Axel. Es evidente que él si sabe cómo conseguir una cita.

      Todo el mundo se calló en aquel momento y al verse convertida en el centro de atención, Tara volvió a sonrojarse. Abrió la boca para protestar, pero no fue capaz de articular palabra. Para colmo de males, Axel le pasó el brazo por los hombros.

      —Por supuesto que debería aprender de él —se oyó una voz grave—. Ha salido a su abuelo.

      Tara había coincidido con Squire Clay en muy pocas ocasiones y cuando entró en el salón, no pudo menos que pensar que Axel sería igual que él a su edad. Caminaba con un bastón, pero al menos por lo que Tara había visto, apenas se apoyaba en él.

      Squire se detuvo frente a Axel y lo miró a los ojos.

      —Por lo menos él ha comenzado a salir con alguien antes que otros que podría mencionar.

      Miró a su alrededor, fijando la mirada significativamente en Jefferson y en sus otros hijos, Matthew, Daniel y Tristan. El único de sus hijos que no estaba presente era el padre de Courtney, Sawyer, al que habían visto ya en la iglesia. Pero después miró a Tara y le guiñó el ojo.

      —Si no estuviera casado con una santa, habría ido yo a buscarte.

      —Adelante, inténtalo —en aquel momento se acercó Gloria, la esposa de Squire—. Representarías todo un desafío para Tara y yo podría disfrutar de un merecido descanso.

      —Así que yo digo que eres una santa y tú dices de mí que soy un desafío.

      Haciendo caso omiso de su comentario,

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