Cómo provocar un incendio y por qué. Jesse Ball

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Cómo provocar un incendio y por qué - Jesse  Ball

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supuesto, podría pasar algo así. Podría enterarme de algo más sobre la Sociedad del Fuego. Pero no hay razón para pensar que vaya a ocurrir. Odio romper mis propias reglas. ¿De qué me sirve ser racional si después trastabillo como un payaso?

      LO QUE SUCEDIÓ

      Todo parece indicar que Stephan también está en la Sociedad del Fuego. Lo sé por lo que pasó en la clase de ciencias sociales. Teníamos que elegir un tema de investigación y luego ir a la biblioteca y usar las computadoras o buscar libros sobre el tema. La mayoría de mis compañeros de clase son unos cretinos inservibles y se quedan esperando en fila mientras la bibliotecaria hace todo el trabajo. Cuando yo voy a la biblioteca, lo primero que hago es esto: voy a las estanterías y husmeo un poco. La idea es que, como una no sabe qué le interesa, entonces podría sorprenderse. Por eso, en vez de buscar algo en particular, una busca lo que no sabía que le gustaba, y en el momento en que lo encuentra sabe que le gustaba, y así su persona se expande.

      Eso hacía mientras husmeaba en las estanterías de libros. Quizás Stephan hacía lo mismo. Yo tenía un papelito que decía «Incendios provocados por campesinos rusos». Tenía, además, los números de algunos sitios en los que podrían estar los materiales. Caminé de una estantería a la otra, husmeando, hasta que me cansé y me propuse encontrar lo que de verdad buscaba. Y cuando lo hice, allí estaba Stephan, inspeccionando el mismo estante. Tenía en la mano un libro llamado Incendio premeditado: Investigación paso a paso. Por poco se le cae cuando me vio aparecer.

      STEPHAN: Qué estás buscando.

      LUCIA: …

      STEPHAN: …

      LUCIA: No lo sé. ¿Por qué?

      STEPHAN: …

      LUCIA: …

      STEPHAN: No lo sé.

      LUCIA: Permiso, el libro que quiero está justo acá.

      Tomé el libro del estante y se lo di.

      ¿…?

      Me preguntaste qué estaba buscando.

      Stephan miró el libro y luego me miró a mí pensativamente. Yo tenía puesta la capucha, así que me sentía bastante bien. Pensé en preguntarle sobre la Sociedad del Fuego, pero no lo hice. Para cuando quise darme cuenta ya estábamos todos de vuelta en el aula, y entonces el director me citó por no haber cumplido con la sanción después de clase y me informó: tienes una semana de sanciones. No lo entienden: tranquilamente puedo quedarme leyendo un libro. No importa dónde esté. El secretario del director me acompañó y todo hasta el aula donde se cumplía la sanción, como si temiese que fuera a darme a la fuga.

      En mi mente me imagino las conversaciones que habrán tenido en su club privado este director y el de Parkson. Ten cuidado, la salvaje lo apuñaló con un lápiz. Sí, es el mejor basquetbolista que hemos tenido. Esas y otras estupideces estoy segura de que dicen.

      Pues bien, resultó ser que quedarse castigada después de clase es lo mejor que puede ocurrirle a una persona que quiere entrar en la Sociedad del Fuego. Es decir que la predicción que hice cuando estaba borracha se cumplió. No estoy del todo cómoda con eso.

      LA SOCIEDAD DEL FUEGO

      ¿Quieren que les diga en qué consiste quedarse sancionada después de clase? Te llevan a un aula y una vez allí, voilà, todos los demás fracasados de mierda van apareciendo como conejos salidos de una galera. Luego se supone que debemos quedarnos sentados sin hacer nada como castigo por haber desobedecido. Como podrán apreciar, estoy bastante familiarizada con este tipo de castigos. De hecho, siento que he estado castigada toda mi vida. Soy una vieja veterana de la sanción escolar, como un soldado de Napoleón que vuelve rengueando a casa después de la batalla de Moscú. No, no como uno de esos; eran unos asnos. Más bien, como una de esas chicas que murieron en el incendio de la fábrica Triangle cuando se asomaron por la ventana, vieron que era demasiado alto para saltar y aun así saltaron.

      El asunto es que una se sienta allí y, como se supone que es estúpida, nadie espera que haga nada para mejorar como persona. No se nos está permitido hablar, porque no se espera que lo que tengamos para decirnos entre nosotros sirva para nada, ni siquiera para cumplir con la misión de ellos, la que simulan tener (que mejoremos como personas). Imagino que piensan que si hablamos causaremos algún problema, lo cual es cierto. Pero el problema que causaremos es inevitable.

      Vamos a hablar de DÍA UNO, DÍA DOS, DÍA TRES, DÍA CUATRO y DÍA CINCO, que son todas las sanciones que tuve que cumplir esa semana, porque nada de lo que pasa en la escuela es interesante. En las clases me pongo la capucha y escribo en mi cuaderno. Durante el almuerzo me siento sola. Tengo cero interacciones y todos decidieron dejarme en paz, lo cual se debe en parte a una foto que alguien consiguió; supongo que tendrán conocidos en Parkson. Era una foto muy graciosa. No tengo teléfono, así que no pude guardar una copia, pero me hubiera gustado tenerla.

      Al parecer, alguien me sacó una foto sin que me diera cuenta. Me pegaron unos ojos de gato en la cara y uñas afiladas en las manos y dibujaron un globo de historieta, y dentro del globo pusieron una foto real del cuello de Joe Schott con los tajos del lápiz. Así que supongo que esa otra foto anduvo circulando por Parkson, y que algún genio de aquí decidió ser aún más gracioso. Admito que me gustó. Ojalá hubiera podido mostrársela a mi tía o a mi papá.

      DÍA UNO

      Me senté y leí El teatro y su doble, de Artaud. Al principio pensé que solo hablaba de teatro, pero después me di cuenta de que probablemente Artaud odiaba el teatro. O que odiaba el teatro de los demás. Quería salvar al teatro de los filisteos, es decir, de todos. Así que leí eso. Comí regaliz. Noté que uno de los chicos que había visto hablando aquella vez estaba sentado a mi lado. Podemos sentarnos donde queramos, pero no podemos hablar y no podemos movernos una vez sentados. Janine Pezaro, por ejemplo, se sienta adelante. No le importa que se le siente alguien detrás, porque es una verdadera mole y puede darle una paliza a la mitad de los tipos de la escuela. O a más de la mitad. La sancionaron por golpear a dos chicas al mismo tiempo. La adoro un poco por eso. Pero no hay dudas de que no entiende nada de nada.

      El chico que había mencionado la Sociedad del Fuego ahora estaba sentado a mi lado. Dejé el libro Toda Rusia arde en llamas sobre el escritorio, junto al de Artaud, y pedí permiso para ir al baño. Me dieron un pase de cinco minutos (que en realidad apenas alcanza para ir hasta el baño y volver). Cuando volví a mi asiento, vi que él había tomado el libro del banco y lo estaba leyendo.

      Devuélvemelo.

      Me lo dio.

      Perdón, me pareció interesante.

      La profesora Kennison nos gritó por estar hablando, así que nos callamos. La semilla estaba plantada. Aún quedaba por zanjar la cuestión de si aceptaban chicas en la Sociedad del Fuego. Me imagino que allí también podría regir alguna mierda misógina. Mi tía siempre me decía: nunca aceptes ningún privilegio que les den a las mujeres, porque es solo una cara de la moneda.

      DÍA DOS

      El gordito no fue, así que me quedé leyendo. Esta vez, un libro de Alfred Jarry que encontré en un canasto de la iglesia. Parece que el tipo solía andar con un revólver y amenazar a la gente con usarlo.

      DÍA TRES

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