E-Pack Bianca agosto 2020. Varias Autoras

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exquisita –dijo él, admirando el vestido de raso verde que se había puesto.

      –Gracias.

      Ella sonrió mientras lo admiraba a su vez. Zak llevaba unos pantalones oscuros y una camisa blanca que enfatizaba su atractivo.

      –Prueba esto.

      –¿Qué es?

      –Un ponche de frutas que ha preparado Geraldine. Dice que hace maravillas con las náuseas matinales.

      Violet se preguntó qué habrían estado hablando Zak y el ama de llaves para que esta le preparara una bebida con semejantes virtudes, pero alcanzó el vaso de todas formas y se lo llevó a la boca. El ponche estaba sencillamente delicioso. Sabía a coco y a jengibre.

      –Guau… –dijo ella, sorprendida.

      –Parece que te ha gustado –comentó él con humor.

      –Desde luego que sí.

      Zak le rellenó el vaso, se sirvió un vino blanco y la llevó a la mesa, donde la cristalería fina y los cubiertos de plata compartían espacio con dos candelabros idénticos. Los empleados se habían tomado muchas molestias aquella noche, como si su jefe les hubiera dicho que era una noche especial. Y Violet se sintió como si lo fuera.

      Ya les habían servido el primer plato, consistente en un guiso de pescado con arroz, cuando ella se dio cuenta de que Zak estaba más interesado en mirarla que en comer, así que buscó un tema de conversación relativamente insustancial.

      –¿Qué hay al otro extremo de la isla? –preguntó.

      –Una sorpresa.

      –Si no me lo dices, tendré que preguntárselo a tus empleados –le advirtió.

      Zak se encogió de hombros.

      –Haz lo que quieras, pero te perderías el placer de una experiencia inesperada.

      El comentario de Zak avivó su curiosidad, y Violet pensó que estaba empezando a disfrutar de su compañía. Quizá, demasiado.

      La cena se le pasó en un momento entre miradas de deseo y conversaciones tan interesantes como llenas de humor. Y, cuando los empleados empezaron a retirar los platos, se sintió súbitamente deprimida. Eran poco más de las ocho, y le desagradaba la idea de retirarse a sus habitaciones y quedarse sola.

      –¿Te apetece tomar algo en la playa? ¿O pido que nos traigan café?

      –Prefiero no tomar café. Por lo menos, durante unas cuantas semanas.

      Zak frunció el ceño y llamó al mayordomo, que se presentó al instante.

      –Patrick, dile a Geraldine que no vuelva a servir café hasta próximo aviso.

      –Por supuesto, Alteza.

      El mayordomo asintió y se fue.

      –No era necesario que le dijeras eso –declaró Violet.

      –Claro que lo es. Tu salud es importante para mí.

      –Querrás decir la salud del bebé…

      –No. Puede que estés embarazada, pero eso no significa que no me preocupe tu bienestar –puntualizó él, clavando la vista en su estómago–. Anda, vamos a dar un paseo. El aire fresco te sentará bien.

      Zak se levantó, la tomó de la mano y la llevó hacia los jardines, bañados por la luz de la luna. Luego, tomó el camino que llevaba a la playa y, al llegar a ella, se descalzó y le sugirió que hiciera lo mismo.

      Violet siguió su consejo sin objeción alguna, intentando convencerse de que solo lo había hecho por atenerse al espíritu de la tregua; pero había algo más, que se hizo evidente al cabo de unos minutos: una tensión sexual tan intensa que despertó todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo.

      Incómoda, rompió el silencio con lo primero que se le ocurrió:

      –¿Desde cuándo tienes la isla?

      –Desde hace cinco años. Estaba buscando un sitio así y, cuando lo encontré, hablé con su dueño y le hice una oferta que no pudo rechazar.

      –Curioso, porque da la sensación de que siempre ha pertenecido a tu familia.

      Él sonrió de nuevo.

      –¿Por qué?

      –No lo sé. Será algo relacionado con la realeza.

      Zak rompió a reír.

      –¿Me estás encasillando otra vez, Violet?

      –Me limito a devolverte el favor –se burló.

      Él se puso tenso.

      –Explícate.

      –Oh, vamos… Me has encasillado desde el principio. Tenías una idea preconcebida de mí y te has atenido a ella.

      –Puede que eso fuera cierto hace unas semanas, pero ya no lo es.

      Violet lo miró con sorpresa.

      –¿Insinúas que ya no me crees una buscona que solo quiere echar mano a tus millones?

      Zak la escudriñó detenidamente, como si fuera un científico y se encontrara ante un espécimen tan extraño como exótico.

      –Eres una mujer excepcional en muchos sentidos, pero no te creo capaz de ocultar mucho tiempo tu verdadera personalidad –replicó, acercándose–. Además, he prestado atención a lo que me has dicho, y creo que eres sincera.

      Súbitamente, él alzó una mano y se la puso en el estómago con delicadeza.

      –Este bebé es una experiencia maravillosa que nos va a unir indefinidamente –continuó–. No la estropeemos con animosidades.

      –Nunca he querido animosidad alguna.

      –Razón de más para olvidar nuestras diferencias y concentrarnos en otra cosa, en lo que ambos sentimos.

      Violet tragó saliva.

      –¿A qué te refieres?

      Zak le puso la otra mano en la nuca y la apretó contra él.

      –Te llevo en la sangre, Violet. Estoy desesperado por tumbarme junto a ti y satisfacer todos tus deseos.

      –Yo…

      –Antes de que niegues lo que sentimos, piénsalo un momento –la interrumpió–. Nuestra tregua sería mucho más interesante si pudieras tenerme cuando quisieras y como quisieras. Te ofrezco siete días más en la isla, pero siete días de pasión, sin sentimientos de culpa ni dudas de ninguna clase.

      Violet se sintió desfallecer. Le estaba proponiendo una aventura carnal, de placeres constantes; una oportunidad de llevar a la práctica todas sus

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