E-Pack Bianca agosto 2020. Varias Autoras
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Violet tuvo que hacer un esfuerzo para apartar la mirada de sus morenos brazos y sus fuertes y musculosas piernas. Estaba extrañamente nerviosa, como si se hubiera acostumbrado a no salir de la elegante mansión y tuviera miedo de volver al mundo.
–¿La isla es muy grande? –preguntó, intentando concentrarse en las preciosas vistas.
–De unas mil doscientas hectáreas –respondió él–. Tiene tres playas separadas y muchos sitios interesantes para bañarse, entre otras cosas.
Violet se quedó anonadada con las cosas a las que Zak se había referido. La isla era autosuficiente en un 90%, gracias a la planta desalinizadora y purificadora que reciclaba respectivamente el agua de mar y de lluvia, a los paneles solares que proporcionaban electricidad y a un discreto sistema de riego que daba servicio a una granja con huertas, gallinas y unas cuantas cabezas de ganado.
Sin embargo, casi todo el lugar estaba libre de presencia humana. Era un parque natural que apenas mancillaban la docena de chalets sutilmente mimetizados con el paisaje que se alquilaban a turistas ricos.
Violet estaba verdaderamente impresionada. En circunstancias normales, habría dado cualquier cosa por explorar la isla y hasta por quedarse una temporada en ella. Pero no eran circunstancias normales. Si no se andaba con cuidado, corría el peligro de enamorarse de su prisión y de perdonar a Zak por lo que había hecho.
Justo entonces, él detuvo el vehículo en el lugar más alto de la isla, para que pudieran disfrutar de la impresionante perspectiva. Pero Violet estaba ansiosa por recuperar su sentimiento de indignación, así que dijo:
–¿Por qué te fuiste a Australia?
Zak se limitó a encogerse de hombros.
–Me estabas rehuyendo, ¿verdad? –continuó ella.
Él entrecerró los ojos.
–¿Ya te has cansado de ser civilizada, Violet?
–Solo quiero saber la verdad. Eso no tiene nada de malo.
–No, ¿pero estás preparada para oír la respuesta?
Violet se mordió la cara interior de la mejilla, súbitamente asustada. Pero, a pesar de ello, mantuvo el aplomo.
–Sí.
Tras unos instantes de silencio, Zak se giró hacia ella y la miró con deseo.
–Sé que eres consciente de tu belleza, Violet. Me fui porque no estaba seguro de poder refrenarme.
–¿Refrenarte? –preguntó, nerviosa.
Él le apartó un mechón de la cara.
–Sí, en efecto. Si me hubiera quedado en Nueva York, te habría llevado a mi cama y te habría hecho el amor una y otra vez.
Violet tragó saliva.
–Zak, yo…
–No tenía más remedio que marcharme –siguió hablando–. Necesitaba recuperar el control de mis emociones.
–¿Seguro que fue por eso? –insistió ella–. Te lo pregunto porque, a pesar de lo que dices ahora, no me hiciste ni caso en la boda de tu hermano.
Él soltó una carcajada y le acarició el pelo.
–¿Crees que te podría olvidar con tanta facilidad? –replicó, tomándola entre sus brazos–. No, mia carina. Eres embriagadora.
Zak le puso las manos en la cintura, apretó el pecho contra sus senos y la besó, despertando en ella un deseo absolutamente animal. Y, cuando se quedaron sin aliento y rompieron el contacto, Violet solo notaba dos cosas: su dura erección contra el estómago y la húmeda y cálida sensación que tenía entre las piernas.
–¿Tú serías capaz de controlar esto? –preguntó él–. Te he estado mirando mientras ibas y venías por la mansión con tu gesto altivo y tu cuerpo pecaminoso, y no he hecho otra cosa que imaginarte desnuda.
Violet abrió la boca, pero no dijo nada. Los pezones se le habían endurecido, y no encontraba la forma de apagar el fuego que ardía en su interior.
–No intentes disimular –continuó Zak–. Sé lo que sientes. Y si fuera un hombre sin escrúpulos, me aprovecharía de ello.
Violet sacó fuerzas de flaqueza y se apartó de él.
–¿Un hombre sin escrúpulos? Discúlpame, pero raptar a una mujer encaja bien en esa descripción.
–Esto no es exactamente un secuestro. Y, aunque lo fuera, era necesario.
–¿Por qué?
Zak frunció el ceño.
–Tenía que proteger a mi hijo. ¿Te parece poco?
Violet se quedó perpleja con su repentino tono de desconfianza, y se preguntó qué habría hecho para merecerlo.
–Dijiste que, si aceptaba tu tregua, me ofrecerías reciprocidad. ¿Es que has cambiado de idea? –contraatacó ella.
Los ojos de Zak brillaron con algo parecido a un destello de aprobación, como si le hubiera gustado que le plantara cara.
–Muy bien, Violet. Pregúntame lo que quieras.
Una vez más, ella tuvo miedo de las respuestas que Zak pudiera darle. Y no le asustaba la posibilidad de que le disgustaran, sino la posibilidad de que reforzaran lo que ya sentía por él. Pero no se pudo resistir.
–Cuando te dije que me había quedado embarazada, me hablaste de tu hermanastro y del efecto que tuvo su aparición en tu familia. Pero las casas reales de Europa son un foco constante de escándalos, y ya no llaman la atención de nadie –afirmó–. ¿Qué me estoy perdiendo, Zak? ¿Qué no me has contado?
Zak pensó que, cuando Violet disparaba, apuntaba al corazón y vaciaba el cargador entero. Si hubiera podido, habría desviado la conversación para no tener que contestar; pero la tregua era idea suya, y no podía echarse atrás.
–¿Tan terrible es? –insistió ella.
Él apretó los puños.
–Bueno, todas las familias tienen sus problemas, ¿no? –replicó él, tenso–. Empezando por la tuya.
–Sí, pero los de la mía son un secreto a voces, aunque te confieso que no lo puedo soportar. Cuando descubrí que mis padres eran capaces de hacer cualquier cosa con tal de ascender en la escala social, me llevé un disgusto del que estoy lejos de haberme recuperado. No es agradable que se burlen de ti constantemente y te consideren poco menos que escoria. Y tampoco lo es que te hagan desfilar como si fueras una res en un mercado de ganado.
–No, supongo que no.
Ella alzó la barbilla, intentando mantener su orgullo.
–Ni puedo escapar de mi pasado ni renegar de