E-Pack Bianca agosto 2020. Varias Autoras
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу E-Pack Bianca agosto 2020 - Varias Autoras страница 24
En cuanto la furgoneta se detuvo, cerró los dedos sobre la manilla de la portezuela.
–Espera, Violet…
Ella hizo caso omiso. Se bajó a toda prisa, corrió hacia la entrada de la mansión y abrió la puerta principal. Y se encontró ante una docena de hombres y mujeres que, por el uniforme que llevaban, debían de ser los empleados de la casa.
Sus miradas de asombro le recordaron que aún llevaba el vestido de la boda de Remi, cuya larga cola no podía estar más fuera de lugar en una isla caribeña, donde los bikinis y los bañadores eran la norma. Pero, a pesar de su incomodidad y del agravante de seguir descalza, se las arregló para sonreír.
Zak apareció entonces a su lado y la presentó como lady Violet Barringhall, disimulando su sorna a duras penas. Y no era extraño que lo encontrara divertido, porque estaba muy lejos de parecer una dama. Pero Violet pensó que no era culpa suya, sino de él.
Al cabo de unos instantes, se quedaron a solas con el mayordomo.
–Sírvenos algo de beber en el comedor, Patrick.
–Por supuesto, Alteza.
Zak la tomó entonces del brazo y se la llevó, sin que Violet opusiera resistencia. No quería discutir con él delante de un empleado.
–Bueno, ya estamos donde querías –declaró ella al llegar–. Di lo que tengas que decir y libérame. Quiero irme de la isla.
–Siéntate, Violet.
–Me estoy cansando de que me des órdenes, Zak.
–¿Órdenes? Estás en mi casa y eres mi invitada. Es lógico que te ofrezca un asiento.
–No soy tu invitada, sino tu prisionera.
Él suspiró.
–Está bien. Si insistes en considerarte prisionera, tienes que saber un par de cosas relevantes. En primer lugar, que no hay forma de salir de la isla si no tienes un barco o un avión, y los dos que hay son míos. En segundo, que si pides ayuda a alguno de mis empleados, solo conseguirás quedar en ridículo. ¿Lo has entendido bien?
Ella tragó saliva, y él arqueó una ceja.
–¿No dices nada? –continuó Zak–. ¿Qué pasa, que he destrozado tus esperanzas?
Violet soltó una carcajada.
–Ya te gustaría –se burló.
Zak la miró con desconcierto, pero se recompuso al instante.
–¿Te apetece que te enseñe la propiedad? La mayoría de la gente estaría encantada de disfrutar de sus lujos. Puede que cambies de opinión cuando la veas.
–Si querías que disfrutara de tu casa, tendrías que haberme invitado. Ser una rehén no ayuda mucho.
–Oh, vamos… ¿Seguro que no quieres verla?
–Seguro.
Él se encogió de hombros.
–Bueno, al menos me has dado una respuesta.
–No te entiendo. No entiendo nada de nada –declaró ella–. Dices que intentas proteger a tu familia, pero esto complicará las cosas. ¿Qué impedirá que vaya a las autoridades o hable con la prensa cuando me liberes? ¿O vas a tenerme aquí indefinidamente?
–No lo había pensado, aunque es una buena idea –bromeó.
Violet suspiró.
–No tiene gracia, Zak.
–Ni yo me estoy riendo –replicó–. Venga, siéntate.
Justo entonces, el mayordomo apareció con una bandeja de bebidas. Y, tras aceptar un zumo, Violet se acomodó en el asiento más alejado de Zak, consciente de que su proximidad física era un peligro.
–¿Cuánto tiempo me vas a tener aquí? –preguntó cuando Patrick se fue.
–Eso depende.
–¿De qué?
–De tu actitud ante mis condiciones.
–¿Qué condiciones?
Zak la miró con intensidad.
–Jules fue el único hijo ilegítimo de toda la historia de mi familia, aunque ya no lo es. Seguro que conoces la historia.
–Solo sé lo que leí en los periódicos. Pero, ¿qué tiene eso que ver con mi embarazo?
–¿Qué crees tú?
Violet había empezado a sospechar lo que pasaba, así que dijo:
–Sea lo que sea, mi respuesta es «no».
–Aún no he preguntado nada.
–Insisto –dijo–. No.
–Sí, Violet. Cometí un error al hacer el amor contigo sin preservativo, pero tú cometiste otro al afirmar que no te podías quedar embarazada. Y, aunque me parece curioso que tu método anticonceptivo fallara de repente, lo voy a pasar por alto. Te has quedado embarazada de mí, y voy a reconocer a nuestro hijo.
Ella se puso en tensión.
–¿Qué quieres decir, exactamente?
–Que mi hijo llevará mi apellido, crecerá en Montegova, aprenderá a sentirse orgulloso de su herencia y tendrá todos los privilegios y todas las responsabilidades de un miembro de la Casa Real –respondió el príncipe–. Pero solo será posible si es oficial, y solo será oficial si te casas conmigo.
Violet, que estaba al borde de la histeria, se sintió extrañamente tranquila cuando Zak pronunció las palabras que tanto le asustaban. Sin embargo, eso no le hizo cambiar de actitud.
–No –dijo, rotunda.
Él parpadeó, completamente sorprendido.
–¿No? ¿Eso es todo lo que vas a decir? ¿No?
–Oh, discúlpame, por olvidar mis modales… No, gracias –ironizó ella.
–Puede que no me hayas entendido bien. Te estoy pidiendo que te cases conmigo, Violet. Serás princesa, tendrás más dinero del que puedas desear y, si quieres, podrás seguir trabajando en mi fundación.
–Te he oído perfectamente, y mi respuesta sigue siendo la misma.
Zak se la quedó mirando durante un minuto entero y, a continuación, se sentó en uno de los sillones y cruzó las piernas con toda naturalidad, aunque Violet no se dejó