E-Pack Bianca agosto 2020. Varias Autoras
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Zak se puso tenso, sin dejar de mirarla.
–Entonces, explícate.
Ella respiró hondo, intentando controlar su desbocado corazón. Luego, suspiró lentamente y dijo:
–Estoy embarazada.
Zak se la quedó mirando, desconcertado con lo que acababa de oír.
–Repite eso –le ordenó–. No sé si te he entendido bien.
–Me has entendido perfectamente.
Tras unos segundos de silencio, él le lanzó una mirada de asombro que se transformó en furia contenida.
–Supongo que no eres tan estúpida como para intentar engañarme, así que daré por sentado que estás hablando en serio.
–No sé si darte las gracias por creerme, porque tu actitud resulta vagamente insultante. Pero los hechos son los hechos.
Ella se llevó las manos al estómago como tantas veces, y él bajó la mirada y, a continuación, la volvió a clavar en sus ojos.
Violet no tenía forma de saber lo que estaba pensando, y se llevó una sorpresa cuando sacó el teléfono móvil y habló con alguien en montegovés, lo cual impidió que entendiera la conversación. Por desgracia, su madre era de cultura inglesa, y había impedido que aprendiera el idioma del país cuando era niña.
–¿Se puede saber qué estás haciendo? –preguntó cuando colgó el teléfono.
–Conoces la historia de mi familia, ¿verdad? Sabes que tengo un hermanastro que se presentó el día del entierro de mi padre.
Ella frunció el ceño.
–Sí, claro que lo sé, pero ¿qué tiene que ver eso con…?
–Jules provocó el caos cuando apareció repentinamente –la interrumpió–. Por lo visto, fue idea de su madre, que es tan intrigante como la tuya.
–No pensarás que…
Él la volvió a interrumpir.
–Créeme cuando digo que no voy a permitir que se produzca una situación parecida.
–No te entiendo, Zak.
–Puede que no, pero lo entenderás pronto.
Zak se acercó a la puerta, llamó a uno de los guardias y regresó en su compañía.
–Vigile a esta mujer –ordenó–. Asegúrese de que no salga de aquí.
–Por supuesto, Alteza.
–Pero, ¿qué estás haciendo? –dijo ella, sin salir de su asombro.
–¿Lo sabe alguien más?
–No, nadie.
–Por tu bien, espero que estés diciendo la verdad.
–¡No soy una mentirosa!
Él le dio la espalda y se dirigió nuevamente a la salida.
–¡Si crees que me voy a quedar aquí mientras tú bailas con las invitadas, estás más loco de lo que creía!
Zak se detuvo y la miró de nuevo.
–Corrígeme si me equivoco, pero ¿no has venido a hablar conmigo?
Ella carraspeó, confundida.
–Sí, claro.
–Pues no tengo tiempo de hablar ahora. Debo volver a la fiesta y excusarme adecuadamente, como exige el protocolo –declaró–. Te quedarás aquí hasta que regrese.
–Pero…
–¿Es que has cambiado de idea? ¿Ya no te parece una situación tan urgente?
Violet no tuvo más remedio que asentir. Le habría gustado marcharse después de darle la noticia, pero no podía dejar su conversación en el limbo. Además, necesitaba tiempo para pensar.
–Bueno, no es estrictamente necesario que hablemos hoy.
–¿Y cuándo propones que hablemos? ¿En una ocasión sin determinar?
–Zak, esto no es culpa mía. Si hubieras contestado a mis mensajes, no habría tenido que decírtelo en la boda de tu hermano.
Él hizo un gesto de desdén.
–Lo pasado, pasado está –dijo–. Ahora sé lo que tenías que decirme, y voy a hacer algo al respecto.
Violet abrió la boca, y él se la cerró con otra interrupción.
–Conociendo a mi madre, habrá notado mi ausencia y habrá enviado a alguien a buscarme. ¿Quieres que solucione el asunto y vuelva contigo? ¿O no?
–Sí, por supuesto que quiero.
Zak asintió de forma brusca y se fue, dejándola con una sensación extraña que no habría sabido explicar.
Súbitamente mareada, se acercó a los suntuosos sofás de la sala y se dejó caer en el más cercano. No sabía qué hacer y, tras una hora de angustiosa espera, empezó a pensar que Zak la había abandonado y que estaba haciendo bromas a su costa con los invitados.
Justo entonces, un segundo guardia apareció en la sala. El hombre habló en voz baja con su compañero y después, se dirigió a ella.
–Venga conmigo, por favor.
–¿Adónde? –preguntó, desconfiada.
–Su Alteza ha pedido que se reúna con él en otra parte.
Ella frunció el ceño y se giró hacia la puerta.
–Pero mi madre…
Violet no llegó a terminar la frase, porque comprendió que no podía volver al salón de baile sin llamar la atención, y que acompañar al guardia era lo más razonable.
–Está bien, vamos.
El guardia la llevó por una serie de corredores alejados de la zona donde se estaba celebrando el convite y, poco después, salieron a un patio interior donde esperaba una brillante y vacía limusina negra, cuyo conductor le abrió la portezuela.
Violet ni siquiera se molestó en preguntar adónde iban, porque era consciente de que no le habrían contestado, así que se sentó en el asiento trasero y se limitó a admirar las vistas cuando el vehículo se puso en marcha, salió de palacio y se internó por las preciosas e impresionantes calles de Playagova.
Al cabo de unos minutos, entraron en un edificio que se parecía sospechosamente a un hangar. Y sus sospechas se confirmaron al ver que el chófer detenía la limusina junto a un reactor de