Coma: El resurgir de los ángeles. Frank Christman

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Coma: El resurgir de los ángeles - Frank Christman

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en la moto y arrancó. A lo lejos divisó una rotonda con un paso elevado que conectaba con el puerto de Sagunto. Por un momento dudó si desviarse o no; decidió continuar. Aceleró un poco, no demasiado. Cuando estaba pasando por el cruce, un coche le salió a toda velocidad; no pudo esquivarlo, el golpe fue brutal. Salió despedido por encima del coche y se golpeó contra el pilar de sustentación de un paso elevado. La fatalidad cayó sobre Mario. Inmediatamente los coches pararon y algunos se bajaron para comprobar su estado. Tenía el casco partido. Uno de los que se habían acercado era otro motorista.

      —Que nadie lo toque —advirtió—. Ya he avisado a emergencias.

      El motorista, que había presenciado el accidente, explicó con claridad la gravedad del golpe y puso a los de emergencia en aviso de que, posiblemente, habría que evacuarlo con el helicóptero. Pero lo que llegó fue una ambulancia del SAMU. Los médicos lo inmovilizaron y lo llevaron a la ambulancia. Estuvieron parados hasta que lo estabilizaron. Uno de los médicos sacó el teléfono y llamó a la central.

      —Soy el doctor Castro —explicó a la operadora—, estamos con el accidentado. Lo hemos estabilizado, pero sufre múltiples lesiones y un severo traumatismo craneoencefálico. Con el tráfico que hay tardaríamos una hora en llegar a La Fe, solicitamos helicóptero para evacuación urgente, de lo contrario, lo perderemos.

      —Entendido. Tramito su solicitud. En cuanto sepa algo se lo hago saber.

      —Es muy urgente —insistió el doctor—. Repito, es muy urgente.

      —Paso a modo de espera —decidió la operadora.

      El doctor Castro miró a su compañero. Éste le devolvió la mirada y dijo:

      —Creo que lo perderemos.

      —Espero que no tarden —deseó el doctor Castro.

      La voz de la operadora volvió a oírse por las manos libres del teléfono.

      —Doctor, ¿está usted ahí?

      —Sí, estoy aquí.

      —Un helicóptero ha salido hacía el punto del accidente. En unos minutos llegará.

      —Gracias a Dios —Castro miró al cielo. Era un hombre religioso—. Estaremos pendientes para iniciar evacuación.

      —Deberías avisar a la Fe para que se preparen —propuso el compañero.

      Castro asintió y marcó en número. Transmitió el diagnóstico del paciente.

      —Traumatismo craneoencefálico severo y múltiples lesiones por todo el cuerpo. Posible fractura de varias vértebras y del fémur derecho. Esta muy grave. Preparen el quirófano, en cuanto llegue el helicóptero lo trasladaremos.

      Desde el hospital le indicaron que iniciarían los preparativos de inmediato y quedaban a la espera de su llegada. El compañero de Castro salió y habló con el técnico.

      —Nosotros acompañamos al paciente a la Fe. Llévate tú la ambulancia. Nos vemos allí. Castro —llamó mirando al cielo—, ¡ya está aquí el helicóptero!

      Tenían a Mario intubado y con una vía preparada. En cuanto el helicóptero aterrizó, salieron dos sanitarios y corrieron a la ambulancia.

      —Nosotros vamos con vosotros —dijo Castro—. Vamos a trasladarlo cuanto antes o se nos muere.

      Sacaron a Mario de la ambulancia totalmente inmovilizado. Uno de los sanitarios descolgó el goteo del soporte de la ambulancia y lo levantó por encima de su cabeza. Lo introdujeron en el helicóptero y colgaron el goteo al nuevo soporte. El doctor Castro levantó el pulgar e hizo una señal al técnico de la ambulancia; la aeronave se elevó y se dirigió hacia el sur. Cuando llegaron al hospital lo tenían todo preparado, así que Mario fue trasladado al quirófano; de donde salió diez horas más tarde para quedarse en la unidad de cuidados intensivos. Había entrado en coma.

      Dos meses después lo trasladaron a una habitación en planta. La habitación estaba preparada con todo tipo de aparatos auxiliares que permitían la supervivencia. Mario necesitaba respiración asistida y debía estar monitorizado en todo momento. Era uno de esos sitios donde se olvidan de ti, donde formas parte paisaje de la antesala de la muerte.

      Sonó el móvil. Era una llamada internacional. El prefijo era de España.

      —Sí. Soy Sara Cruz.

      —¡Sara! Por fin… —se oyó al otro lado de la línea—. Soy Luisa.

      —Luisa —dijo Sara contenta—. ¡Qué alegría oírte! ¿Qué te cuentas?

      —Sara, estoy intentando comunicarme contigo desde hace un mes. Me robaron el teléfono y no pude recuperar los contactos.

      —Cuanto lo siento. ¿Te pasa algo? Te noto extraña.

      —No sé cómo decirte esto —empezó Luisa—. Se trata de tu hermano.

      —¿De mi hermano? Hablé con él hace un mes. Me llamó supercontento desde Barcelona. Me dijo que lo había aprobado todo y que se iba a Valencia a prepararse para hacer un máster. ¿Qué le pasa al locatis este?

      —Tu hermano… —se hizo un silencio—. Mario tuvo un accidente a pocos kilómetros de Valencia.

      Sara que se había levantado y observaba la ciudad desde su despacho se cogió a la silla y se dejó caer.

      —¿Qué ha pasado? —preguntó alarmada—. ¿Qué le ha pasado a mi hermano? Luisa. Dime qué le ha pasado.

      —Está en la Fe. Está…, está en coma.

      —¿En coma? —Sara rompió a llorar—. ¿Eso qué significa?

      —Significa…, que no saben cuándo despertará. Las fracturas del cuerpo evolucionan bien, pero los médicos no se atreven a pronosticar cuánto tiempo estará así.

      El silencio se impuso como una pesada losa. Sara lloraba en silencio.

      —Sara, ¿estás ahí?

      Después de un largo silencio, Sara murmuró:

      —Sí…

      —¿Qué piensas hacer?

      —Cogeré el primer avión. Hablaré con el director y le expondré el caso. Espero que lo entienda.

      —De acuerdo —Luisa añadió—. Sara, no sabes cuánto lo siento. Quédate con mi número y en cuanto llegues me llamas, me gustaría acompañarte al hospital.

      —Desde luego. Gracias Luisa. Adiós.

      Sara colgó. Dio la vuelta a la silla y miró la ciudad desde el edificio donde trabajaba. Rompió a llorar desconsolada y pidió a Dios o a alguien que estuviera allí arriba, que no se llevara a su hermano. No era una mujer religiosa, pero ante situaciones como esta, sería capaz de cualquier cosa. Ella y Mario se habían

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