Coma: El resurgir de los ángeles. Frank Christman

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Coma: El resurgir de los ángeles - Frank Christman

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y la golpeó. La abrió y pidió permiso para entrar.

      —Adelante, pase —dijo el director.

      —Disculpe, señor Moore —Sara se dirigió en perfecto inglés—. Necesito hablar con usted un momento. Es muy importante.

      Oliver Moore clavó su mirada gris sobre Sara prestándole toda la atención.

      —Por supuesto —con la mano le indicó que se sentara.

      —Se trata de mi hermano —empezó Sara conteniendo las lágrimas.

      Moore le puso delante un paquete de pañuelos.

      —Cálmese Sara —la miró preocupado—. ¿Qué le pasa a su hermano?

      —Ha tenido un grave accidente y está en coma —Sara rompió a llorar.

      Moore se levantó y rodeó la mesa. Se sentó junto a ella y le cogió las manos.

      —Pero, tranquilícese chiquilla —la consoló Moore—. Cuéntemelo todo y dígame qué necesita.

      Sara respiró hondo. Entre sollozos consiguió contarle a Oliver Moore lo ocurrido; al terminar, se le quedó mirando con los ojos enrojecidos.

      —Tengo que volver a España, señor Moore. Mi hermano me necesita.

      —Sara —Moore le acarició los cabellos—, es usted uno de mis mejores ingenieros, lo sabe, y en esta empresa cuidamos de los nuestros. Todos los medios de la empresa quedan a su disposición. Hablaré con la señorita Lennox para que se encargue de los pasajes. ¿Cuándo piensa salir?

      —Cuanto antes. En un par de días si es posible.

      —De acuerdo, tómese todo el tiempo que necesite. Ponga al corriente a Abby del trabajo que estaba desarrollando y dedíquese a su hermano. Se lo repito, cualquier cosa que necesite, no dude en comentármela y, por favor, téngame al corriente.

      Moore se levantó y Sara hizo lo mismo. Lo miró.

      —No sabe cuánto le agradezco el trato. Se lo compensaré. Además, puedo estar en contacto con Abby y por Internet participar de los proyectos que tenemos en activo.

      —Bueno, eso más adelante. Ahora, lo que importa es su hermano. Le deseo mucha suerte y que se recupere pronto.

      —Gracias, señor Moore —se despidió y salió del despacho.

      Sara estuvo poniendo al corriente a su compañera Abby de todos los proyectos que llevaba y en qué estado se encontraban. Abby la miraba de reojo. A Sara se le agolpaban las palabras en la boca, era incapaz de coordinar sus pensamientos. Abby se dio cuenta.

      —Para… —Abby puso las manos sobre el expediente y la miró—. Pero…, ¿qué te pasa? Sara, me estás asustando. Dime que te ocurre. Ven, siéntate.

      Abby la empujó hacia una silla y la obligó a sentarse. Cogió una silla y se sentó a su lado.

      —Dime qué te ocurre —le ofreció un pañuelo—. Cuéntamelo todo, sino no podré ayudarte.

      Sara se secó las lágrimas y, entre sollozos, la puso al corriente de todo. Abby enmudeció por momentos. Cuando Sara terminó de hablar se hizo un largo silencio.

      —Dios mío —lamentó Abby con los ojos humedecidos—. ¿Qué dicen los médicos?

      —No tienen ni idea de cuando despertará —hizo una pausa—. Si despierta.

      —Escucha, te conozco, eres una mujer fuerte y positiva. No dejes que esto te influya a la hora de tomar decisiones. Los médicos se equivocan en sus pronósticos, son humanos —se levantó—. Espera, te traeré un café.

      Sara se recompuso, debía mantener la mente fría. Se levantó, cogió una caja de cartón y la puso encima de la mesa. Introdujo en su interior fotos y detalles que tenía sobre la mesa. Cuando acabo cerró la caja. En aquel momento entró Abby con dos tazas de café.

      —Te he puesto dos azucarillos, ¿está bien?

      —Sí, gracias —cogió la taza que le ofrecía Abby y la removió.

      En ese momento entró Emmy Lennox. Emmy era la jefa de personal. Avanzó hacia Sara y la abrazó.

      —Moore me lo ha contado todo. ¿Cómo estás?

      —Pues para ir de fiesta no me veo —Sara intentó forzar una sonrisa.

      —Tengo los billetes —Emmy se los mostró—. No he podido encontrar un vuelo directo. Tendrás que hacer escala en París y de allí a Valencia. Lo siento, con tiempo tal vez…

      —Tranquila. No me importa.

      —Solo serán unas horas —Emmy miró a Abby—. ¿Te ha puesto al corriente de los proyectos activos?

      —Sí, no hay problema —contestó Abby—. Ya casi los tiene listos. De todas formas, podemos conectar por Internet y discutir las dudas que puedan surgir.

      Emmy volvió a abrazar a Sara.

      —Ya sabes que puedes contar con nosotras para lo que necesites —dijo Emmy sin dejar de abrazarla.

      —Lo sé —aseguró Sara apartándose de Emmy y limpiando su mejilla de un manotazo— Necesito un último favor.

      —Tú dirás.

      —Mi asistenta… —Sara respiró hondo—. Acabo de darme cuenta, puede que esto os suene raro, incluso divertido. Pero estoy dispuesta a hacer lo que sea por traer a mi hermano de vuelta. Mi asistenta tiene, digamos, ciertas habilidades.

      —¿Qué quieres decir? —preguntó Emmy confusa.

      —No sé cómo decir esto —Sara se frotaba las manos, nerviosa—. Tiene habilidades paranormales.

      Emmy y Abby se miraron incrédulas.

      —Estás diciendo —Abby se llevó la mano a la boca—, que es una santera.

      —Yo no la llamaría así —Sara la retó con la mirada.

      —Y… ¿Cómo la llamarías? —preguntó Emmy.

      —Es una Médium. La he visto hacer cosas increíbles. La necesito.

      —Está bien —señaló Emmy—. A mí esas cosas me causan mucho respeto y, como has dicho antes, yo también haría cualquier cosa si fuera mi hermano. Pero no entiendo a dónde quieres llegar.

      —Voy a hablar con ella y, si acede a acompañarme, necesitaría que le saques otro billete para ella y un visado. Te daré la dirección de mi casa en España. Por supuesto, esto lo pagaría yo. Puedes descontarlo de mi nómina.

      —Pero eso me llevaría tiempo. Tal vez…, no sé…, un par de días pidiendo algunos favores.

      —No creo que mi hermano se vaya a ninguna parte.

      —Está bien. Me pondré a ello.

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