Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

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Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou

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parte de una mala actuación en la que el guión está separado de la trama. En vez de sentir que nuestras emociones despiertan debido a la trama, el actor trata de mostrarnos lo que deberíamos sentir, diciéndonos cómo se siente él mismo. Nos dice cosas que hasta él mismo siente solamente a nivel mental; el cuerpo no le sigue. No hay un puente que conecte mente y cuerpo: están separados por un abismo. Y cualquier comunicación entre ellos se produce mediante… un puente colgante, como esos que encontramos sobre los barrancos y que, para cruzarlos, requieren del valor mostrado por aquellos hábiles héroes de las películas antiguas. El camino, por lo tanto, hacia las emociones, pasa siempre por el cuerpo. Por consiguiente, todo lo que afecta al cuerpo es importante en nuestro trabajo.

      En nuestro enfoque terapéutico de la psicoterapia corporal, nuestro rol continúa siendo el de un terapeuta: el de una persona que ya ha hecho el viaje, que ya ha caminado un buen trecho en su camino hacia el autoconocimiento. Y es aquí donde aparece el principio básico de la terapia: nadie puede acompañar de forma segura a otro en su camino hacia el autoconocimiento más allá del punto al que hayan llegado ellos mismos. El camino hacia el inframundo del vientre y las emociones no es fácil. No hay duda, sin embargo, de que ampliará nuestro horizonte y abrirá nuevos caminos… hacia 'nuevas aventuras y nueva sabiduría' para cualquiera que verdaderamente acepte el reto. La democratización del proceso terapéutico en psicoterapia corporal no elimina el papel del terapeuta. Nos confronta sin embargo con una verdad universal: en el camino de la vida, somos todos – terapeutas y pacientes por igual – compañeros de viaje en proceso de maduración. Nuestros roles, por tanto, se alternan. Somos iguales, aunque como terapeutas no debemos pasar por alto el hecho de que la persona a la que estamos tratando es una persona con ciertos requerimientos.

      El hombre es una entidad integrada de cuerpo, mente y espíritu

      En nuestro trabajo, la persona entera es el foco de nuestra atención y por tanto la tratamos como una entidad integrada de cuerpo, mente y espíritu que vive y evoluciona en la sociedad.

      Ninguno de nosotros posee un cuerpo; somos un cuerpo. Ninguno poseemos un espíritu; somos espíritu. Y todos somos concebidos, todos nacemos y evolucionamos en sociedad.

      Es común que la gente haga preguntas como: ¿Por qué remueves el pasado? Mientras más busques, más encontrarás… Si algo no te molesta, ¿por qué no lo dejas estar? ¿Qué necesidad hay de ir 'atrás' en búsqueda de cosas que pasaron hace tanto tiempo que casi están olvidadas? ¿Qué necesidad hay de remover memorias de la niñez? Todos tenemos heridas: ¿para qué traerlas de vuelta una y otra vez y hacernos daños pensando en ello?

      Todas estas preguntas las hacen, de buena fe, personas que no pueden ver los beneficios reales de un proceso terapéutico que tan sólo usa el discurso como herramienta. Es, de hecho, un sin sentido, y a menudo causa dolor el solo hecho de recordar una experiencia traumática y no hacer nada más al respecto. Nunca en psicoterapia hacemos que los pacientes recuerden cosas porque sí. El conocimiento por sí solo, no dejaré nunca de empatizar esto, no traerá la curación. La relación entre el terapeuta y el paciente siempre aporta una nueva dimensión a las cosas y puede proporcionar significado a acontecimientos del pasado de tal forma que se recoloquen sin causar angustia al ser recordados. La conciencia siempre juega un rol positivo a la hora de dar significado a la vida, y sentir que nuestras vidas tienen consistencia y significado nos aporta un constante efecto beneficioso.

      ¿Es este el tipo de terapia que queremos? ¿Es el objetivo prevenir que nuestros recuerdos perturben nuestra conciencia? No discrepo con el principio básico: si algo no te molesta, déjalo estar. Esto plantea la gran pregunta: ¿somos siempre conscientes de aquello que nos molesta? La respuesta es no. Muchas de las cuestiones que nos producen problemas graves de salud nos pasan desapercibidas. De hecho, no creo que sea una exageración decir que, cuanto más profundo está algo enterrado en nosotros, más destructivo puede ser. Nos equivocamos al pensar que al finalizar el peligro el cuerpo se relajará automáticamente y se calmará, habiendo los sistemas del cuerpo liberado la energía que habían reunido para enfrentar el peligro. Esta energía no es una especie de entidad mítica sino el residuo biológico que permanece atrapado en diversos sistemas corporales y en cada una de sus células. Si este residuo energético no se borra del cuerpo, permanecerá en él y tiene la capacidad de almacenarse y unir fuerzas con otros residuos que provoquen estrés. Este almacenamiento de residuo energético puede compararse a la acumulación de varias sustancias tóxicas, como metales pesados y otros elementos tóxicos; el cuerpo los absorbe de diferentes procedencias y a veces encuentra la forma de desecharlos, mientras que otras veces no lo consigue, así que dichas sustancias permanecen atrapadas en el cuerpo hasta que llega a un punto dónde el cuerpo no puede resistir su toxicidad y, o se rompe, expresando su apuro en forma de enfermedad, o colapsa completamente, dejando a la muerte como única salida.

      La materia tiene memoria

      La célula original del embrión humano se desarrolla a su propio ritmo y con una precisión excepcional y, de una forma milagrosa, desde sus tres capas originales – la capa externa (ectodermo), la capa media (mesodermo) y la capa más interna (endodermo) – se desarrollará en un cuerpo completo. La armoniosa forma en que se desarrolla el cuerpo puede ser perturbada de tal forma que la alteración no sea físicamente visible. De la misma forma que tenemos discapacidades y desfiguraciones físicas obvias, también tenemos lo que en muchos casos son anomalías ocultas de un desarrollo armonioso y saludable, que surgirán en ciertas ocasiones y bajo ciertas condiciones. Lo más importante a tener en cuenta aquí es que la materia tiene memoria.

      Es hora de que entendamos que cada célula de nuestro cuerpo almacena información relativa a las experiencias que vivimos, y que esto no tiene nada que ver con el concepto del tiempo. Esta información, en lo que se refiere al cuerpo, es lo que llamamos memoria. Esta memoria mantiene a las células y otras partes de cuerpo en un estado de continua preparación, el mismo estado en que se encontraba el cuerpo cuando sufrió la experiencia original: al sentirse en peligro, colocó todos sus sistemas en alerta máxima para poder sobrevivir, lo cual de hecho consiguió.

      ¿Qué ocurre a nivel celular cuando el cuerpo es expuesto a un peligro? Exactamente lo mismo que le pasa al resto del cuerpo: todos los sistemas disminuyen para focalizarse en la defensa. Podemos decir simplemente que cualquier parte que no contribuya directamente a la supervivencia del cuerpo, o bien deja de funcionar o bien lo hace al mínimo nivel. Cuando alguna de estas cosas ocurre el cuerpo no puede funcionar correctamente. La aparición de una enfermedad es el efecto visible de este mecanismo.

      Un ejemplo de esto es lo que le sucede al sistema inmunitario. Cuando deja de atacar organismos patógenos internos y moviliza sus fuerzas para defender al cuerpo de amenazas externas, lo hace con la finalidad de asegurar la supervivencia. Cuando, sin embargo, el cuerpo siente casi constantemente la presencia de una crisis o se siente casi siempre en alerta roja, la consecuencia es una pérdida de sus recursos energéticos que deja sus defensas en un constante estado de desorganización. Es entonces que el cuerpo colapsa en su punto más vulnerable. La otra cosa importante que debemos tener en cuenta cuando tratamos con seres humanos como un todo es que la información es energía.

      Un primer contacto con el eterno presente

      Una joven paciente mía llegó un día a la sesión de terapia en un estado de ánimo particularmente feliz y alegre, y describió bromeando cómo consiguió comprarse algo que había necesitado desde hacía tiempo:

      “Cuando finalmente mis padre necesitaron algo que yo tenía, 'descubrieron' lo que les había estado intentado decir durante años. ¡Estaba roto y necesitaba ser reemplazado! ¿Es que no me escuchaban cuando les hablaba? ¿Qué puedo decir? Parece que a veces no me escuchen”.

      Se reía y hablaba de otras cosas innecesarias que había comprado y describía la maravillosa mañana que había pasado con su madre. La estuve escuchando atentamente y estaba con ella en lo que llamamos el 'aquí y ahora' de la sesión

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