Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

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Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou

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terapéutica iluminará la oscuridad y, como una brisa fresca, se llevará lejos todos los fantasmas que evitan que las personas sean ellas mismas, seres humanos completos y unificados. Cuando cada uno de nosotros seguimos nuestro propio camino, en nuestro recorrido para convertirnos en terapeutas, quizás al principio solo teníamos una pequeña idea de lo que más tarde llegaríamos a entender muy bien: el camino hacia la maduración no tiene fin. Ítaca no nos ha engañado… por mucho que uno descubra su propia unión individual, conseguir la unidad con el Hombre Completo y las circunstancias en las que vive constituye un viaje sin fin a lo largo de la vida. Las capas en las que el dolor está envuelto esconden grandes tesoros… Muchos estarán contentos con tan solo un pequeño progreso, y muchos otros rechazarán la sola idea de comenzar el viaje; dichas reacciones son solamente una consecuencia natural de la fragmentación interna que ha tenido lugar. Un encuentro directo con el trauma no es algo fácil… Ni siquiera aquél que nos pueda traer la curación. Y aun así dicho encuentro es necesario, aunque no siempre se dé de forma consciente, con el fin de introducir la experiencia correctiva, que es la única forma real hacia la unificación.

      En algunos casos los traumas surgen delante nuestro, como objetivos creados hace tiempo y que ya no podemos ignorar. En muchos casos, sin embargo, tendremos que realizar un trabajo previo, tendremos que despejar el camino, desarmar los obstáculos que bloquean el paso, o construir, con tal de crear soporte y puentes que abran el camino hacia el trauma y a la curación. Una persona equilibrada es una persona sana y un estado de equilibrio dinámico es un estado saludable en el cual estar. Cualquier cosa que altere el equilibrio, no importa cuán profundo esté en la oscuridad del inconsciente, mostrará signos de vida. Mientras más tardemos en confrontar el trauma, más difícil será el reto de echar una nueva mirada a un caso que creímos cerrado. En el pasado, nuestra tendencia de huir tan rápido como pudiésemos del dolor del trauma fue la respuesta adecuada y, de hecho, hasta pudo salvarnos. En el presente, sin embargo, tenemos nuevas capacidades y más opciones. Nos aferramos como supervivientes de un naufragio a la vieja y destartalada balsa, golpeada por los mares tormentosos de nuestra infancia y no somos capaces de ver las aguas tranquilas a las que nos dirigimos. La fórmula que probamos y que nos funcionó una vez ya no es esencial o, simplemente, no es el método adecuado cuando tanto nosotros como el mundo a nuestro alrededor hemos cambiado. Cuando nos negamos a reconocer un sentimiento de malestar como presagio de algo más, podemos esperar otro tipo de estados, quizá menos persistentes pero más claros: ataques de pánico que aparecen inesperadamente, la depresión que nos priva de la alegría de vivir, las fobias que limitan nuestro espacio vital, y otros malestares físicos que procuran desesperadamente, antes del abrazo final de la muerte, hacernos saber lo que ocurre en las profundidades de nuestro ser… Son estas las cosas que nos limitan y nos asustan, y a pesar de todo son las cosas que nos muestran nuevos caminos y posibilidades. ¿Permaneceremos en la 'seguridad' familiar a la que se aferra el niño o, como adultos que somos, tomaremos a la criatura asustada de la mano y, con la terapia que ofrecemos, le llevaremos hacia la luz del día?

      Nos esforzamos en conseguir un equilibrio no solamente en nuestras vidas, sino también en nuestro trabajo. Es esencial que consigamos dicho equilibrio en cada centro energético en el que trabajamos, ya que el cuerpo lo necesita para vivir y desarrollarse en armonía con sus capacidades y en su ambiente.

      CAPÍTULO 2

      PSICOTERAPIA CORPORAL Y SUS LÍMITES

      Porque trabajamos con el cuerpo y el contacto íntimo con éste forma parte del proceso terapéutico, tendríamos, no sólo que respetar los límites del paciente, sino que también debemos hacerles preguntas frecuentes relacionadas con nuestros movimientos y con la distancia a la que prefieren que estemos en cada momento. El terapeuta experimentado sabe cómo respetar los límites de su paciente sin ser, o sin aparentar ser, inseguro. Por otro lado, sabe por experiencia que las emociones, las transferencias y las experiencias en el aquí y ahora del setting terapéutico pueden cambiar de un momento al otro y que son éstas las que determinarán cuán cerca pueden estar del paciente y la calidad del toque que pueden dar. Una educación experimental que sea buena y continua es, sin duda, esencial.

      Un buen terapeuta no está hecho sólo de talento. Un buen terapeuta debería, además, ser un buen paciente, alguien que haya adquirido, a través de su proceso terapéutico personal, un buen y extenso sentido de sí mismo; tiene que ser una persona que, reconociendo su propia estructura caracterológica, haya contactado y lidiado con sus propios bloqueos en un proceso en el que el conocimiento pasa y se registra en el cuerpo. No estamos hablando aquí del terapeuta ‘perfecto’ - el equivalente, digamos, de un psicoanalista que se haya analizado completamente a sí mismo. De la misma forma que no existe el padre o la madre perfectos, no existe tampoco el terapeuta perfecto. Gracias a nuestra formación y a nuestra educación continua a lo largo de nuestras vidas, procuramos ser tan buenos y efectivos como podemos ser en nuestro trabajo como terapeutas. Además, ¿quién busca continuamente enriquecer su conocimiento? Solamente aquellos que creen que, por mucho que ya sepan, siempre hay más por aprender. Y lo que aprendemos cada día de nuestros pacientes es simplemente increíble.

      Cuando la energía fluye libremente en el terapeuta, puede entonces dicha energía contactar con la del paciente y, el terapeuta, en su constante deseo de responder ante las necesidades de su paciente, le ayudará a experimentar el hecho de que el contacto corporal puede llevarle a establecer una conexión y, entonces, sucesivamente, le llevará a establecer una relación, que es el objetivo deseado. Cuando trabajamos con el cuerpo estamos siempre en el presente. Por lo tanto, nos encontramos con el cuerpo en la dimensión en la que está viviendo. Y el cuerpo vive siempre en el presente. La mente, por otro lado, puede viajar a la dimensión que desee. El cuerpo, como el espíritu, sólo conoce el presente; la terapia ocurre en el presente y es en este presente donde, en ausencia del conocimiento, aquello a lo que llamamos ‘milagros’ sucede.

      Aquellas personas que no han podido desarrollar límites flexibles y estables son capaces de conectar y contactar con los demás, pero son incapaces de desarrollar relaciones. Las relaciones presuponen la existencia de límites. Tomemos el ejemplo de una persona cuyos límites hayan sido violados y de la persona que los ha violado. Sin una terapia corporal efectiva, la víctima y el agresor pueden permanecer conectados para siempre. Esta conexión, aun así, no puede nunca ser considerada una relación.

      Lo mismo les ocurre a aquellas personas que, durante la infancia, tuvieron padres que no respetaron su individualidad. No me refiero aquí a aquellos padres que notoriamente violan los límites de sus hijos acosándolos sexualmente o teniendo relaciones sexuales con ellos. Me refiero a aquellos padres que, bajo una gran variedad de pretextos, se vuelven abusivos expresando su propia represión sexual y su naturaleza problemática, sin asumir ninguna responsabilidad por sus deseos, los cuales a menudo permanecen fuera de la conciencia. El daño, aun así, está hecho. Cuando un padre, sin respetar la privacidad del momento, entra al baño justo cuando uno de sus hijos, el cual es suficientemente mayor como para no necesitar la ayuda de sus padres, está haciendo sus necesidades, esto constituye una violación de los límites personales del niño. Otra violación de este tipo, y una que además quedará grabada en el sistema del niño, es cuando un padre o madre le pide a su hijo o a su hija adolescente que le ayuden a lavarse la espalda mientras están bañándose, o que una madre le pregunte a su hijo o a su hija que le acerque una compresa porque ella está en el baño y no puede alcanzarlas. Las víctimas de dichas violaciones tendrán un sentido deficiente de su self. Sus relaciones, basadas en una voluntad débil y en un self insuficientemente integrado, serán sacudidas incontrolablemente por vientos y olas, lo cual les llevará o muy cerca o muy lejos de la otra persona en cada relación. También sufrirán en lo relacionado con sus deseos y necesidades. Será difícil para ellos distinguir sus propias necesidades y situarlas por encima de las de los demás. Con respecto a los deseos, será difícil para ellos, no solamente ponerlos por encima de los deseos de los demás, sino que también será difícil reconocerlos como propios, distinguiéndolos de las necesidades de los demás. A esta categoría pertenecen todos aquellos a los que se les pueda describir con una personalidad del tipo ‘como si’ o ‘falso self’.

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