Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

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Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou

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del uno con el del otro. Es una conexión somato-psico-espiritual más profunda que involucra el todo de la persona. En esos momentos el terapeuta puede sentir en su cuerpo sensaciones experimentadas por el paciente, y cuando estas sensaciones se mantienen son capaces de abrir nuevos caminos que pueden llevarnos a aquello que yo llamo el eterno presente del hombre. El cuerpo humano experimenta y registra todo solamente en el Presente. Cualquier cosa que se experimente en la sesión terapéutica se revive con la misma intensidad que tenía originalmente registrada el paciente en su memoria celular.

      En mi caso, las sensaciones que siento en la suela de mis pies constituyen una ruta privilegiada que me lleva a la experiencia de la otra persona – una persona que es distinta a mi solamente a cierto nivel; a otro nivel esa persona es simplemente mi otro yo. La presión en la planta de mis pies es una puerta sagrada que me llevará a la pasada y traumática experiencia de mi paciente, que además puede conducir a un dolor inmenso, un dolor que ha permanecido inalterado en el tiempo, sirviendo como un testigo indiscutible de la experiencia traumática.

      La joven enfrente de mí temblaba sin cesar… Estaba claro que tenía miedo, pero todavía no había sido capaz de conectarse con la emoción que estaba experimentando. Cuando le pregunté cómo se sentía, me dijo al principio que no lo sabía. Al cabo de un rato, sin embargo, se dio cuenta de lo que le pasaba. Tenía miedo y el miedo la estaba paralizando de tal forma que no podía respirar. Cuando la rodeé con mis brazos y pudo sentir la seguridad de mi presencia, dijo:

      “Oh, Dios mío, tengo tres años, quizá menos, y estoy en el pasillo… están todos discutiendo… están discutiendo y no me ven...”

      En este caso en particular la clave que rompió la barrera del tiempo – o, como yo lo veo, lo unificó – y trajo lo que estaba en el subconsciente a la mente consciente fue la declaración de la paciente de que 'no me ven', su sentimiento de que estaba siendo ignorada.

      “No les importa que les esté mirando… tengo miedo”.

      Respiraba con aún más dificultad, sentía como que se ahogaba y no podía llorar. El miedo impedía que pudiera llorar y respirar con normalidad. La niña de tres años tenía tanto miedo que no podía ni expresar llorando lo que estaba experimentando y era esa la razón de que se estuviese ahogando… Solamente al sentirse segura en mi abrazo pudo liberar su llanto, sollozar y quejarse libremente.

      “¿Por qué, por qué, por qué?”

      En ese momento, en un ambiente seguro, pudo liberar su dolor, sus lágrimas y la sensación de ahogo. Esta joven había olvidado completamente el incidente con sus padres, y aun así cuando rememora esa experiencia tan dolorosa, es capaz de superarla, reconociendo el amor y cuidado que recibe de sus padres en el presente. Normalmente, en este caso, el cuerpo, sus órganos y cada célula en el cuerpo ha preservado la experiencia y la información de forma intacta: la información 'mi supervivencia está siendo amenazada' y la protección que le proporcionó la contracción de su cuerpo en respuesta a la amenaza percibida se mantuvo inalterada a través del tiempo.

      La acumulación de dichos residuos tóxicos simplemente como recuerdos no causa por sí sola problemas o trastornos. A menudo, debo decir, ni siquiera existe el recuerdo de una memoria, de un recuerdo como tal. Es una pena: la mayoría de la gente pierde su equilibrio interno y mueren sin haber tenido realmente la oportunidad de escoger conscientemente un camino hacia la sanación. Es por eso que si queremos ayudar y curar a una persona, debemos preguntarnos constantemente '¿QUÉ ES EL HOMBRE?' Poseemos nuestro conocimiento acumulado y lo usamos para que nos guíe a medida que avanzamos pero nunca, nunca deberíamos utilizarlo como una fortaleza donde atrincherarnos tras la seguridad de nuestro conocimiento y experiencia.

      Las vivencias (experiencias) que permanecen en la células como piezas de información, manteniéndolas en estado de alerta, causan cambios que, a lo largo del tiempo, pueden manifestarse como enfermedades puramente físicas. Por consiguiente, lo que causa la enfermedad no es el recuerdo mental de la experiencia sino la memoria e información relevantes tal y como se han registrado en cada célula del cuerpo. En términos de consumo de energía, el coste de mantener esta dolorosa información fuera de la conciencia es enorme. Intercambiamos un dolor por otro. La mayoría de los tipos de dolor físico crónico provienen de este intercambio inconsciente.

      Durante la misma sesión terapéutica, la joven paciente que llegó en un estado de ánimo alegre como resultado de haber pasado una agradable mañana con su madre, y de las compras que hicieron juntas, conectó con otra experiencia traumática que tuvo a los quince años. Al principio noté que sus manos estaban agitadas. Sin embargo, cuando le pregunté cómo se sentía y si entendía qué era lo que sus manos 'estaban buscando', me dijo que no lo sabía. Su mente consciente no le podía ayudar. Supe, aun así, que nuestra conexión en el eterno presente, que está más allá de cualquier tiempo, nos ayudaría a superar este obstáculo… Una leve sensación en un punto particular de la planta de mi pie me llevó a ejercer presión en el mismo punto de la planta de su pie. Al principio su cuerpo convulsionó, luego se sacudió y tras esto comenzó a llorar ruidosamente…

      “En frente de todo el mundo, en frente de los chiquillos… en frente de mi amigo… ¿por qué? Oh, ¿por qué?”

      Había rabia, había resentimiento, y aun así, cuando fue el momento de que ella misma pudiese reclamar y defender su espacio personal, se detuvo inicialmente con una culpa paralizante. Podía sentir el cinturón de su padre azotando su cuerpo. Se sentía tan avergonzada que su angustia mental eclipsó su dolor físico:

      “En frente de mi amigo, en frente de los chiquillos… ¡Oh, Dios mío!, ¡quiero matarles y salir de aquí! ¡No quiero volver a oír sus voces jamás!”.

      Tenía miedo de su propia rabia; era letal. En un principio no quiso abordar o dejar ir su rabia y se estaba asfixiando de culpa.

      “Pero se portan tan bien conmigo ahora...”.

      Cuando, con mi ayuda, pudo permitirse dejar ir la rabia que había acumulado, se relajó:

      “Estoy bien ahora, siento como si me hubiesen quitado un peso que ni sabía que llevaba… estoy bien...”.

      Psicoterapia: un viaje de 'vuelta' y unificación

      Los seres humanos no existen nunca en un vacío cultural, ni crecen en una independencia aislada como los árboles. Las personas que vienen a terapia, sin darse cuenta, están buscando la unidad que han perdido. Nos invitan a unirnos a un viaje de unificación. Prefiero llamarlo así, viaje de unificación, en vez de viaje de 'regreso' porque este último sugiere un movimiento hacia atrás y, como mostraré más adelante, este viaje sólo tiene la apariencia de ser hacia atrás. El cuerpo, el material con el que trabajamos, habita en el presente. La mente del hombre viaja a través del tiempo; el cuerpo y el espíritu, el todo unificado al que llamamos 'hombre', vive en el eterno presente de Dios, donde él o ella se encuentran con el Espíritu que vive en el eterno y aun así dinámico y nunca estático presente.

      Nuestros pacientes nos invitan entonces a unirnos a un viaje con el que ya estamos familiarizados. Un viaje que hicimos mientras tomábamos la mano de nuestro terapeuta. Entramos en el laberinto y desde la luz del mundo superior descendimos a la oscuridad del inframundo, al reino del vientre y las emociones. Allí, en las profundidades del inconsciente, nos encontramos a los Lestrigones, los Cíclopes y con el salvaje Poseidón y emergemos sin peligro, mucho más sabios debido al encuentro. Y, como el poeta, sabemos quién prepara a los Lestrigones, los Cíclopes y al salvaje Poseidón en frente nuestro, junto con todo aquello que nos gobierna desde el reino de nuestros miedos. No tenemos miedo: hemos hecho el viaje, hemos visto los fósiles de nuestros miedos, hemos sido testigos afectuosos de la forma en que nuestra puerilidad amontonó dichos fósiles en frente nuestro como obstáculos. Hemos

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