El futuro comienza ahora. Boaventura de Sousa Santos

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El futuro comienza ahora - Boaventura de Sousa Santos Cuestiones de Antagonismo

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como relatan varios textos de la época (Grijalba, 1926: 214).

      Los textos también describen los principales síntomas del cocoliztli, con terribles hemorragias, con gran impacto en la población indígena (Mendieta, 1870: 515). Los relatos disponibles refieren que la muerte ocurría en tres o cuatro días y la tasa de mortalidad del cocolitzli fue tal que, cuando la gente se daba cuenta de que estaba enferma, se despedían de los suyos y buscaban la paz en Dios. Siendo desconocida la causa, las explicaciones que se adelantaron fueron varias, entre ellas un castigo divino para los pueblos «paganos», ya que afectaba principalmente a los indígenas, y los españoles parecían inmunes (D’Ardois, 1980).

      Entre los factores que obstaculizaron el control de las epidemias se encuentra la limitada capacidad para implementar cuarentenas. Para la administración colonial, la cuarentena significaba interrumpir los negocios. Para los enfermos, especialmente para los indígenas, el aislamiento en hospitales con pocos medios significaba una muerte casi segura. Diferentes relatos afirman que la gente ocultaba a los enfermos de viruela, y se produjeron varios disturbios cuando la administración local optó por el uso de la fuerza para obligar a los infectados a ingresar en el hospital. Los relatos describen cómo los familiares de los pacientes desafiaron a los militares e invadieron hospitales para recoger a sus familiares (Kohn, 2008: 260). La fragilidad física de los indígenas se debió a otras dimensiones de la violencia colonial, a saber, el desmantelamiento de las estructuras socioculturales resultante, entre otros factores, de la introducción de nuevos sistemas administrativos y la imposición de la religión cristiana. La pérdida de identidad cultural no sólo provocó innumerables suicidios, sino que también tuvo impacto a nivel biológico, al deprimir el sistema inmunológico de la población, haciéndola más expuesta a enfermedades (Flores, 2017: 11-12). Finalmente, la incredulidad en los sistemas médicos traídos por los colonizadores llevó a los indígenas a evitar los hospitales, donde además se ejercía la medicina como factor de conversión. En las últimas décadas del siglo xvi, fray Gerónimo de Mendieta lamentó que los indígenas prefirieran morir en casa antes que buscar salud en los hospitales (Mendieta, 1870: 307).

      El hospital funcionaba también como un espacio privilegiado de comunicación entre diversos agentes representativos de distintos saberes en salud: curanderos indígenas, frailes, barberos y cirujanos españoles (Pardo Tomas, 2014: 758-759). En una relación de poder extremadamente desigual, los pueblos indígenas utilizaron estos y otros espacios de comunicación para resistir y acomodarse a nuevas realidades sin perder por completo sus raíces. Construyeron lo que yo llamo ecologías de saberes médicos, encuentros y adaptaciones recíprocas entre la medicina occidental, las medicinas tradicionales y formas de intermedicina (Capítulo 6).

      En el caso del México colonial, un análisis de los datos del primer censo completo, en 1568, indica que la población de la región central ya había descendido a 2,7 millones (Sanders, Parsons y Stantley, 1979), lo que corresponde a una disminución de más del 80 por 100 en las primeras cinco décadas después de la llegada de los europeos; y este descenso continuó hasta mediados del siglo siguiente, cuando ya sólo sobrevivía el 10 por 100 de la población original (Noble y Lovell, 1992; Koch et al., 2019). El exterminio masivo de la población indígena es una realidad presente en todas las Américas. Uno de los primeros textos escritos por un indígena sobre la devastación causada por la viruela entre los incas sugiere una infección deliberada, justo después de los primeros contactos con los colonizadores. Esta narración, escrita más de un siglo después del hecho, afirma que los españoles habían enviado «un mensajero con un manto negro» que había entregado al soberano inca una pequeña caja cerrada. Según el mensajero, las órdenes específicas eran que «sólo el inca debía abrir la caja». Una vez abierta la caja, su contenido voló «como pequeños trozos de papel», esparciendo la plaga de la viruela. A los pocos días miles de incas murieron, incluida parte de la familia del emperador, «cubiertos de costras inflamadas» (Wright, 1992: 73-74).

      Las poblaciones indígenas se transformaron en inmensos reservorios de mano de obra para trabajos pesados, como el de las minas, desempeñándose como verdaderos esclavos o, en el mejor de los casos, como trabajadores mal pagados (Livi Bacci, 2008: 84). Un siglo después, los datos disponibles sugieren una reducción dramática (principalmente en la población joven), equivalente a una despoblación de más del 90 por 100, sobre la base de una población inicial de 9 millones (Cook, 1981).

      Al igual que en México, también en Perú los instrumentos de salud pública disponibles (hospitales y personal de salud) fueron utilizados como mecanismos de conversión de los indígenas, por lo que tuvieron menor impacto en la prevención o mitigación de las epidemias que marcaron el largo siglo xvii en estos territorios y que diezmaron a las poblaciones colonizadas. Estas instituciones constituyeron asimismo un espacio de recogida y sistematización de saberes médicos y medicinales desconocidos o no utilizados en Europa, que podrían traer resultados positivos a la ciencia europea, especialmente en la lucha contra las enfermedades. Es en este sentido, por ejemplo, que Felipe II, en un decreto de 1570, ordena la fundación de cátedras de Medicina y Filosofía en las principales universidades de las Indias (Andrade, 1956, vol. 1: 43).

      En opinión de Toledo (2005), la propia acción misionera jesuita, que buscaba la conversión de los indígenas, contribuyó a la propagación de la enfermedad. Paulatinamente las grandes pandemias –como la de la viruela– se instalaron predominantemente en las grandes ciudades (puertos) como Río de Janeiro, asumiendo un carácter endémico, como en Europa (Chalhoub, 1996). Relatos de la época destacan que la viruela era mucho más grave entre los pueblos indígenas que entre los esclavos negros (ciertamente por haber ganado estos algo de inmunidad). La mayoría de los colonos europeos era inmune por causa de infecciones sufridas en la infancia.

      En el caso de los territorios de América del Norte, las referencias documentales sobre los primeros contactos entre grupos de indígenas y europeos ocurrieron en la costa este en la década de 1530. De esa época son los relatos que describen los asentamientos iroqueses, que ya habían desaparecido en 1600 (Sauer, 1980), dos décadas antes de la primera epidemia de viruela conocida en la región. Este brote mató aproximadamente al 90 por 100 de la población indígena de Nueva Inglaterra (Davies II, 2012). Entre 1636 y 1698 hubo brotes epidémicos de viruela en los puertos de la costa este, traídos por visitantes europeos (Fenner et al., 1988). Sólo con la fiebre del oro, a finales del siglo xviii, llegaron los primeros brotes de viruela a la costa oeste de Estados Unidos.

      Una consecuencia de la asociación obvia de los brotes de viruela con la llegada de barcos fue la imposición de medidas de cuarentena a los barcos con personas infectadas a bordo. La primera cuarentena se impuso en Boston, en 1647, probablemente ante un brote de fiebre amarilla, pero luego se extendió a otras colonias, habiendo demostrado ser una medida importante para impedir la importación de enfermedades epidémicas. Durante la última mitad del siglo xvii, las colonias de Virginia y de Carolina del Sur comenzaron a interactuar con el mundo atlántico a través del comercio. Con las personas y bienes, varios virus circularon en América del Norte. La llegada de africanos a raíz de la trata de esclavos acentuó la propagación de la viruela. Los diversos brotes de viruela y otras enfermedades afectaron particularmente a los pueblos indígenas, particularmente susceptibles a la infección. En 1715, la población nativa había disminuido sustancialmente, provocando el colapso del propio comercio que había funcionado como una cadena de propagación de enfermedades. En el origen de este colapso, además

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