E-Pack HQN Jill Shalvis 1. Jill Shalvis
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–Porque es lo mismo que quieres todos los años.
–Bueno, pues ha sido un detalle precioso. Gracias. ¿Cómo te va el trabajo? ¿Ya estás con tu guapísimo jefe?
–Mamá –dijo Kylie, pellizcándose el puente de la nariz–. No.
–Bien. Es un chico decente, pero no es tu media naranja. Sé que no quieres que yo te diga esto, pero tú necesitas a alguien que te saque de la cáscara.
Kylie se estremeció.
–Yo no estoy en una cáscara.
–Estás tan metida en tu cáscara, que ni siquiera ves lo que hay fuera.
Kylie puso los ojos en blanco. Aquel era un tema recurrente entre ellas. Su madre pensaba que Kylie no se divertía lo suficiente en la vida, y Kylie pensaba que a su madre le vendría bien prestarle un poco más de atención a la vida y no divertirse tanto.
–Bueno, tengo que volver al trabajo.
–¿Lo ves? Todo es trabajo para ti. Sal conmigo alguna vez. Nos tomaremos una copa y podrás relajarte un poco y conocer a alguien que te dé una alegría.
–Mamá, la solución de mis problemas no es un hombre.
–Claro que no, boba, pero seguro que te ayudará a olvidarlos. Piénsatelo. Llámame de vez en cuando.
Kylie suspiró, guardó el teléfono y entró en la tienda. El problema era que no tenía la madera necesaria para seguir con la mesa, que le dolía muchísimo la mano y que no podía dejar de pensar en que, aunque Joe había aceptado que fueran socios en la investigación del robo de su pingüino, tenía pensado revisar toda la lista.
Sin ella.
Sabía que aquella era la mentalidad de un lobo solitario, pero se sentía como si él le hubiera dicho que no la necesitaba para nada. Ella lo había contratado y él había aceptado el caso y, sin embargo, era como otro rechazo.
Sin embargo, no se iba a dejar apartar del caso con tanta facilidad. Se había puesto en contacto con Molly con varios mensajes de texto. En Investigaciones Hunt no ocurría nada de lo que Molly no se enterara y, según ella, los chicos estaban hasta arriba de trabajo en aquel momento y, para rematar la situación, habían recibido el encargo de capturar a un preso que había violado la libertad condicional, y necesitaban resolverlo aquel mismo día, porque el tribunal había impuesto un plazo.
Eso quería decir que Joe no iba a empezar a investigar sobre su lista hasta que volviera. Las horas pasaron lentamente hasta que, aquella tarde, Molly le envió un mensaje para decirle que el equipo había llegado a la oficina.
Joe le había preguntado si había algo que él tuviera que saber.
Pues sí, pero ella no tenía intención de contárselo. Ni a él, ni a nadie. Se levantó y empezó a limpiar el taller. Vinnie intentó ayudarla recogiendo todas las virutas que había por el suelo y repartiéndolas por debajo de sus pies. Ella no dejaba de tropezarse con él, así que, para distraerlo, le lanzó lejos uno de sus juguetes.
–¡Tráelo! –le dijo.
Él soltó un ladrido de pura felicidad, salió corriendo detrás del juguete y se lo llevó a su cesta. Ella suspiró y siguió barriendo. Cuando terminó y recogió a Vinnie para marcharse, Gib asomó la cabeza y sonrió.
–¡Eh! –le dijo–. ¿Todo bien?
–Claro –respondió ella–. Aunque es el momento perfecto para que alguien me diga que soy la princesa de Genovia.
–¿Quién?
–No importa. ¿Qué querías?
–He pensado que a lo mejor podríamos ir a cenar.
Kylie se quedó helada. ¿Le estaba pidiendo que salieran juntos? No estaba segura.
–¿A cenar porque los dos hemos estado trabajando hasta tarde y tienes hambre y yo voy a pedir comida para llevar?
–No –respondió él–. A cenar porque quiero llevarte a un restaurante –dijo, y sonrió–. Yo creo que ya es hora, ¿no?
Kylie esperó una explosión de entusiasmo, pero… no ocurrió. No sabía cuándo, pero aquel enamoramiento que siempre había sentido por él estaba empezando a desaparecer.
–Lo siento, pero esta noche no puedo. Tengo planes.
–¿Con Joe?
–Sí, pero no es lo que piensas –dijo ella.
En vez de tomar el transportín, Kylie metió a Vinnie en el bolsillo grande de su sudadera con capucha, que era el sitio preferido de Vinnie, y se levantó para marcharse. Sin embargo, Gib la tomó de la mano.
–Siento mucho lo que ocurrió ayer en la fiesta –le dijo–. De verdad, no sabía que Rena iba a estar allí.
–No importa, de verdad.
–Sí, a mí sí me importa –dijo él. Tiró de ella suavemente para acercarla a sí y la miró a los ojos–. He cometido algunos errores contigo, Ky, y quiero enmendarlos.
–¿Qué clase de errores? –preguntó ella, con curiosidad.
–Para empezar, dejar que te marcharas anoche.
–¿Por qué?
Él se quedó confundido al oír su pregunta.
–¿Que por qué?
–Sí. ¿Por qué querías que me quedara, si no nos hemos visto casi nunca fuera del trabajo?
–Porque me he dado cuenta de una cosa –dijo él, y, sin dejar de mirarla a los ojos, se inclinó hacia ella y le rozó la boca con los labios. Unos labios cálidos y preciosos. Aunque Kylie se quedó paralizada al notar el contacto, su cerebro, no.
¡Gib la estaba besando!
Todavía estaba anonadada cuando él se retiró y le sonrió.
–Piénsalo –le dijo.
Y, cuando él se alejó, se quedó mirándolo fijamente.
Gib le había hecho una proposición real.
Y ella debería estar haciendo cabriolas. ¿Por qué no estaba dando saltos de alegría? Cerró la tienda y se marchó. Se sentía más desconcertada que nunca. Pensó en sentarse en uno de los bancos que había junto a la fuente del patio, para poder ver el segundo piso y la entrada de Investigaciones Hunt. Así, podría esperar a que Joe saliera de la oficina y abordarlo. Sin embargo, cuando llevaba cinco minutos esperando, recibió un mensaje de Molly:
Se va a retrasar treinta minutos porque tiene una reunión con Archer.
Vaya. Kylie se dirigió al pub para tomar algo. Se acercó a la barra y se