E-Pack HQN Jill Shalvis 1. Jill Shalvis

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E-Pack HQN Jill Shalvis 1 - Jill Shalvis Pack

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puedes distinguirlo solo con una foto?

      –Sí. Pero no sé si otra persona podría. El banco no es suyo, Joe.

      –En realidad –dijo él, lentamente–, creo que ese es precisamente el objetivo.

      –¿Qué quieres decir?

      –Que, siendo la nieta de Michael Masters, alguien que está en su campo también, eres una de las pocas personas que podría dar fe de su trabajo. Y, si lo haces, esta persona gana dinero.

      –Pero ¿cómo es que tiene una pieza de mi abuelo?

      –Eso es lo que tenemos que averiguar –dijo Joe–. Pero sí sé por qué te pide que acredites el banco. Si le das el visto bueno junto a la consola, ganará mucho más dinero, al poder vender algo que ha hecho él o ella. Podría ser el comienzo de un fraude muy lucrativo.

      Ella lo miró con ira y con espanto.

      –No es Rowena. Ella nunca haría algo así.

      –Estoy de acuerdo. Ya la he descartado.

      –¿Cómo?

      –En el muelle, me purificó el aura y me dijo que el dinero es el origen de todos los males y que, si tengo fe, el universo llenará mi vida de amor.

      Ella tuvo que sonreír.

      –Vaya. ¿Y tú crees que el universo va a llenar tu vida de amor?

      –Ya veremos –dijo él–. Pero le pedí su autógrafo –añadió. Se sacó un papel de uno de los múltiples bolsillos del pantalón y lo puso junto al reverso de la foto–. Su letra no concuerda con esta ni con la de los sobres.

      Kylie sacó su teléfono y buscó en Google la información de la subasta.

      –Va a celebrarse dentro de dos semanas –dijo–. Y eso significa que…

      Él la miró a los ojos.

      –Que tenemos menos de dos semanas para encontrar a este imbécil para que no tengas que hacer algo que no quieres hacer.

      –Pero así no voy a recuperar mi pingüino.

      –Yo voy a recuperar a tu pingüino –dijo él, con tanta seguridad, que ella quiso creerlo.

      –¿Y si llamamos a la casa de subastas para averiguar quién es el vendedor o intentar ver las piezas?

      –Podemos intentarlo –dijo Joe–, pero no creo que te den la información sobre el vendedor. Las casas de subastas protegen a sus vendedores y compradores con mucho celo. Si uno de ellos quiere permanecer en el anonimato, nunca se encontrarán.

      –Pero… no lo entiendo. Tiene que haber una forma más fácil de ganar dinero.

      –No, si este tipo acaba de empezar. Desde la muerte de tu abuelo, su obra no ha hecho más que aumentar de valor, y así seguirá. Así que, sea quien sea, seguro que está haciendo o encargando otras piezas. Seguramente, el banco solo es el principio. Cuando lo autentifiques, todo lo demás que haga podrá pasar por obra de tu abuelo, sin ti –le explicó Joe. Después, se giró y se dirigió hacia la puerta–. Cierra con llave cuando yo haya salido.

      –Espera, ¿adónde vas?

      –Hay otros nueve aprendices.

      –No, no hay nueve. Ya te he dicho que uno es muy viejo, otro murió, dos están fuera del país y Gib no es sospechoso. Y, una vez descartada Rowena, solo quedan tres.

      Él negó con la cabeza.

      –Yo no he descartado a ninguno, ni siquiera a Gib.

      –¡No es Gib! Mira, vas a tener que confiar en mí. Él no es un ladrón.

      –Ya te lo he preguntado, pero ¿hay algo entre vosotros?

      Ella hizo un gesto de exasperación con ambas manos.

      –¿Por qué no dejáis de preguntarme eso uno con respecto al otro?

      Él entrecerró los ojos.

      –Creía que no había nada.

      –Y ayer mismo, yo podría haber superado la prueba del detector de mentiras –dijo ella.

      –¿Qué ha ocurrido hoy?

      Ella se quedó callada. No tenía nada de lo que avergonzarse, pero tampoco estaba segura de qué había ocurrido.

      –Kylie.

      Ella suspiró.

      –No es nada.

      –Inténtalo de nuevo, vamos.

      Ella puso los ojos en blanco.

      –De acuerdo. Él… me ha tirado los tejos, por fin.

      Joe no se movió. No movió un pelo, ni un músculo, nada. Sin embargo, irradiaba electricidad.

      –Explícame cómo te ha tirado los tejos –le dijo.

      Ella se cruzó de brazos.

      –Pero ¿tiene alguna relevancia en mi caso?

      Él la miró de nuevo con fijeza y, sin poder evitarlo, ella abrió la boca y confesó.

      –Me dio un beso.

      –Te dio un beso.

      –Sí. ¿Por qué repites lo que digo?

      –¿Qué clase de beso?

      –No lo sé. Un beso normal. Agradable. ¿Cuántos tipos de besos hay?

      Él siguió mirándola un instante, hasta que dio un paso hacia ella. La acorraló contra la pared y le tomó la cabeza con ambas manos.

      –Hay muchos tipos de besos –dijo.

      A ella se le había cortado la respiración.

      –¿Co-como por ejemplo?

      –Como este.

      Entonces, Joe se inclinó y cubrió su boca con los labios.

      #HogarDulceHogar

      Al notar el contacto de los labios de Joe, a Kylie dejó de funcionarle el cerebro. Él le acarició la lengua con la suya, y a ella se le escapó un gemido terriblemente gutural mientras se aferraba a él, mientras tomaba puñados de su camisa sobre su pecho.

      Cuando Joe terminó de invadir y saquear su boca, alzó la cara y la miró a los ojos.

      –Vaya –susurró Kylie, con las piernas temblorosas–. Es decir… –murmuró,

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