E-Pack HQN Jill Shalvis 1. Jill Shalvis

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E-Pack HQN Jill Shalvis 1 - Jill Shalvis Pack

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Era todo un imbécil. Eso era.

      Kylie se apoyó en la puerta con los brazos cruzados y miró a Gib.

      –¿De qué va esto?

      –Ya te he dicho que se te olvidó el cheque y…

      –La verdad, Gib.

      Él apartó la mirada con una exhalación.

      –Pues que no me gusta nada que de repente estés tanto con él, ¿de acuerdo?

      –No, no estoy de acuerdo.

      Él volvió a suspirar y se miró los zapatos mientras se frotaba la nuca.

      –Las cosas ya no son como antes entre nosotros. Va todo mal. Y eso me asusta.

      –Lo que está mal es que me tienes confundida –replicó ella–. Sabías que estaba enamorada de ti desde quinto curso y nunca me has dicho nada de que sintieras algo por mí. Hasta que Joe apareció en la tienda. Entonces, de repente, empezaste a pedirme salir y a acercarte a mí.

      –Puede que al ver que Joe te mira como si fueras una tarta se me han abierto los ojos y me he dado cuenta de lo que he sentido siempre –admitió él–. Pero ¿qué importa? –preguntó, y dio un paso hacia ella con una mirada llena de calidez–. Podría haber algo entre nosotros. Lo sé.

      Ella se quedó mirándolo mientras analizaba sus propios sentimientos. No le resultó fácil, pero se dio cuenta de que había una gran diferencia entre un enamoramiento adolescente y el amor adulto.

      –Dime una cosa. Si has sentido siempre algo por mí, ¿por qué has esperado tanto para decírmelo?

      –No podía tener una relación contigo. No, cuando tu abuelo… –dijo Gib. Empezó a cabecear con consternación–. Él me lo dio todo, Ky. Fuera lo que fuera lo que sentía por ti, nunca me pareció bien.

      –Pero él murió hace mucho tiempo.

      Él abrió la boca para responder, pero ella alzó una mano.

      –No, espera. No quiero hablar de esto ahora. Estoy agotada. Por favor, márchate.

      –¿Quieres que me marche? –le preguntó Gib con incredulidad.

      –Sí, eso es lo que quiero –respondió ella–. Porque quiero seguir siendo tu amiga y tu empleada. Y me temo que, si sigues hablando, todo eso quedaría en peligro, porque intentaría matarte.

      Él negó con la cabeza.

      –Entonces, ¿ni siquiera vamos a intentarlo?

      –Creo que has perdido tu tren.

      Se quedó asombrado, como si aquello fuera lo último que esperaba oír, y eso reforzó la convicción de Kylie.

      –No somos el uno para el otro, Gib.

      Él la miró con un afecto sincero, y con un pesar sincero. Y, también, con deseo. Durante todo aquel tiempo, ella había querido ver todo aquello en sus ojos, pero, ahora, no se sintió conmovida.

      –Si pudiera cambiar las cosas –dijo él–, si pudiera volver atrás y darme una patada en el culo y decirme a mí mismo que no tenía que dejar lo mejor para el final, lo haría.

      Y, con aquello, desapareció.

      Y ella se fue a la nevera y sacó un bote de helado de galleta para calmar sus dudas y su incertidumbre.

      Al día siguiente, por la tarde, Joe estaba completamente distraído en el trabajo, mientras la reunión del equipo continuaba sin él. Intentó concentrarse antes de que Archer le diera una patada en el trasero. Sin embargo, había tenido un día difícil. Habían estado intentando cobrar una buena recompensa que estaba a punto de ser retirada si no conseguían llevar al acusado, Milo Santini, a su cita con el tribunal. Milo tenía antecedentes penales, iba siempre armado y no era un tipo agradable. Así pues, no fue nada sorprendente que su detención no hubiera salido bien.

      Estaba escondido en el sótano del edificio del distrito financiero de la ciudad cuando habían dado con él, y un empleado de la limpieza había estado a punto de morir abrasado cuando Milo, en medio de su furia al verse acorralado, le había prendido fuego a una enorme pila de ropa de la lavandería para causar confusión.

      Durante la detención, Milo se había llevado la peor parte, y eso había provocado una investigación de la policía. Todos los integrantes de Investigaciones Hunt habían quedado exculpados, pero Archer estaba enfadado y llevaba una hora echándoles la bronca y revisando con ellos el protocolo.

      Lo cierto era que habían seguido el protocolo.

      Bueno, casi por completo.

      Algunas veces, en el calor del momento, por ejemplo, cuando un delincuente peligroso provocaba un incendio que era una amenaza para gente inocente, ocurrían cosas.

      Cosas como que el tipo recibiera un buen puñetazo en la cara.

      No había sido él; en realidad, había sido Lucas quien se lo había dado. Lucas había perdido a un hermano durante un incendio provocado. Aunque ninguno iba a acusarlo; estaban dispuestos a que les pegaran un tiro antes que acusarse entre ellos. Aquel trabajo no era fácil, y ellos eran un equipo, aunque cada uno tuviera sus motivaciones personales. En el caso de Joe, a él le gustaba que lucharan en el lado bueno. Tal vez así consiguiera purificar un poco su karma.

      Pensaba que también podía ser esa la motivación de Lucas, aunque Lucas tenía mucha más ira que él. Una ira que canalizaba haciendo muy, muy bien su trabajo.

      –Vamos a revisarlo de nuevo –dijo Archer, en un tono engañosamente suave, mirando con dureza a Joe, a Lucas, a Trev, a Reyes, y a Max, además del dóberman de Max, Carl. Todos ellos habían recibido un minucioso entrenamiento por parte del mismo Archer–. ¿Cuáles son los pasos que hay que dar en caso de incendio? –preguntó, mirando a Lucas.

      Mierda, pensó Joe. Lo sabía. Aunque, en realidad, no le sorprendía mucho. Archer siempre lo sabía todo.

      Lucas se encogió de hombros.

      –¿Los pasos más grandes de todos?

      Respuesta incorrecta. Archer todavía estaba gruñendo cuando Molly entró en la sala y dejó un par de bolsas grandes de color marrón sobre la mesa de reuniones.

      Carl se irguió y se relamió.

      Ellos, también.

      –Comida –dijo Molly, mientras lo miraba a él de arriba abajo.

      Se estaba cerciorando de que no había recibido ninguna herida. Todavía estaba asustada por el golpe en la nuca que le habían dado hacía unos meses. Pero él se había recuperado. Y le irritaba que ella tratara de ser la protectora, cuando ese era su papel. Se había ocupado de ella durante toda la vida, bueno, salvo en aquella ocasión en la que había fracasado estrepitosamente. Él le miró la pierna derecha mientras ella rodeaba la mesa, cojeando.

      Aquel día le estaban doliendo la pierna y la espalda y eso le mataba, porque, de no haber sido por él, su

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