E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery
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—Estoy en la fase zen de mi embarazo —dijo Heidi riéndose—. El universo y yo somos uno.
Heidi era una preciosa rubia que vivía en el rancho Castle justo a las afueras del pueblo. Charlie era una bombera local. Fuerte, alta y posiblemente la mujer menos femenina que conocía. Era atractiva, pero tenía un aire de suficiencia que ahuyentaba a la mayoría de los hombres.
El año anterior las tres amigas se habían enamorado de los hermanos Stryker. Como amiga suya, Patience había sido espectadora de primera fila de toda la emoción del principio, de los problemas amorosos y, finalmente, de los finales felices.
Se sentó en una silla y colgó su bolso en el respaldo.
—He invitado a una amiga a unirse a nosotras. Espero que no os importe.
Charlie se inclinó hacia ella.
—Sabes que nos parece perfecto. Nos gustan las multitudes. Hace que las conversaciones sean más animadas. ¿Quién es?
—Se llama Isabel Beebe. Su familia ha regentado desde siempre la tienda de novias Paper Moon. Ha vivido en Nueva York los últimos años, pero ahora ha vuelto durante una temporada. Sus padres quieren vender la tienda y ella va a ocuparse mientras tanto para prepararlo todo.
Los ojos de Annabelle se llenaron de lágrimas.
—¿Van a vender Paper Moon? Pero si me iba a hacer allí mi vestido. Es una institución en Fool’s Gold y yo quiero formar parte de una institución.
—Más de lo que necesitas que te encierren en una —murmuró Charlie dándole unas palmaditas en la espalda—. Anda, venga. Respira hondo un par de veces. Estás demasiado sensible. Es por las hormonas. No pasa nada en realidad.
Annabelle se sorbió la nariz.
—No puedo evitarlo. Lloro con todo.
Heidi le dio una palmadita en la mano.
—Charlie tiene razón, prueba a respirar hondo.
—Tengo que recomponerme —dijo con un diminuto sollozo—. No quiero asustar a Isabel, por mucho que vaya a cerrar la tienda.
Patience miró a Charlie, que elevó los ojos al cielo.
—Pero si ni siquiera has entrado nunca en esa tienda. ¿Cómo puedes estar tan triste?
—Tenía pla... planes.
—Estoy deseando que el bebé llegue pronto —murmuró Charlie—. No puedo soportarlo más.
Patience contuvo una sonrisa. No recordaba haber estado tan sensible en su embarazo, pero cada uno era diferente.
Annabelle levantó la mano y se sorbió la nariz.
—Oh, mirad. Es ella. Es muy guapa. Tiene un nombre muy bonito. A lo mejor deberíamos añadirlo a la lista.
—Lo que me faltaba por oír, matadme ahora mismo —dijo Charlie con un suspiro—. No pienso quedarme embarazada nunca. No merece la pena.
—¡Pero si es maravilloso! —le dijo Annabelle con entusiasmo—. Serás una madre genial.
—Y las lágrimas han desaparecido.
Patience avisó a Isabel con la mano para que se acercara y después hizo las presentaciones. Isabel se sentó a su lado y miró a las dos mujeres embarazadas.
—Creo que voy a beber mi agua directamente de la botella mientras esté en esta mesa.
Heidi se rio.
—No es contagioso.
—No quiero correr riesgos —se giró hacia Charlie—. ¿Cómo has escapado a su destino?
—Con mucho cuidado.
Heidi se acercó.
—Clay, su prometido, está más preocupado por casarse que por cualquier otra cosa ahora mismo.
—Vamos a casarnos —dijo Charlie—. En cuanto le haga entrar en razón a base de tortazos.
Patience miró a Isabel.
—Clay quiere una gran boda. Charlie no.
—Es una estupidez reunir a un montón de gente para celebrar una gran ceremonia. Deberíamos fugarnos.
Los ojos de Annabelle volvieron a llenarse de lágrimas.
—¿Odias las bodas?
Jo, la propietaria, se acercó.
—Me alegra veros a todas almorzando juntas —miró a Isabel—. Soy Jo.
—Isabel Beebe.
—Paper Moon —dijo Jo—. Es una tienda fantástica. Conozco a tu hermana Maeve. Esa sí que es una mujer comprometida con tener hijos —señaló la pizarra que había junto a la barra—. Hoy tenemos dos especialidades. Una es la ensalada, mucha proteína y verduras para mis clientas embarazadas. Y la otra es un nuevo zumo con yogur. Puedo hacerlos de chocolate o arándanos.
Heidi respiró hondo como si estuviera buscando su centro zen.
—Sí a las dos, por favor. De chocolate.
—Aún estoy angustiada —admitió Annabelle.
—Necesitaremos unos minutos —le dijo Charlie a Jo—. Tráele a la llorona algún té de hierbas. Con hielo y extra de limón.
—Yo un refresco light —dijo Patience.
—Yo lo mismo —añadió Isabel.
—Yo un chupito doble de tequila —le dijo Charlie a Jo antes de levantar la mano—. Estoy de broma, pero me tomaré un batido de chocolate y menta.
Jo asintió.
—Si es demasiado pronto para el alcohol, hay que darle al azúcar —anotó los pedidos—. Os dejaré mirar las cartas.
Cuando Jo se hubo marchado, Annabelle se sorbió la nariz de nuevo y miró a Isabel.
—Entonces tú también te has criado aquí.
—Ajá. Estaba deseando escapar de aquí —respondió arrugando la nariz—. Así que, que quede claro que mi regreso es temporal.
—Estás hablando con las conversas de Fool’s Gold —le dijo Patience—. No lo entenderán.
—Aquí demasiada gente sabe demasiado sobre los demás —apuntó Isabel—. Cuando era pequeña, me sentía como si tuviera quince madres y quince padres.
Patience sonrió.
—Tiene razón. Era así, aunque a mí no me importaba mucho. Isabel tenía grandes sueños.
—¿Dónde