E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery
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—Ethan y Nevada han traído herramientas —continuó Patience—. Ella está al mando de las labores de construcción. Si alguien tiene la necesidad de aporrear un martillo, que vaya a verla.
Un hombre gruñó y Justice supuso que sería Ethan. Un tipo alto y rubio le dio un golpe en el brazo.
—Tu hermana está al mando, tío. Qué humillante.
Ethan se giró hacia su amigo.
—¿Te has fijado en que no ha dicho que tú tuvieras herramientas, Josh? ¿Sabes lo que significa eso?
Josh se rio.
—Gracias otra vez por venir —dijo Patience—. Os lo agradezco muchísimo.
—¡Todos estamos aquí por vosotras! —gritó alguien.
Se oyeron murmullos asintiendo y después la multitud se dividió y la gente se puso manos a la obra.
Una rubia alta y delgada se acercó a Justice y se lo quedó mirando.
—Bueno —le dijo con una sonrisa—. Me rindo. No puedo recordar tu nombre. Soy Evie Stryker. Me mudé aquí el año pasado y aún sigo investigando quién es quién —alargó la mano—. Soy profesora de danza, por si tienes hijas.
Se estrecharon la mano.
—Ninguna hija. Pero sí que conozco a Lillie, la hija de Patience.
—Es una de mis alumnas. Qué niña tan dulce —Evie miró a su alrededor—. Bueno, ese de allí es Dante, mi prometido. Y esos tres que están forcejeando por ver quién se lleva la brocha más grande son mis hermanos —sacudió la cabeza—. En fin, qué más da. Este pueblo es demasiado. La gente es demasiado simpática y lo saben todo sobre la vida de los demás. Es una locura. En serio, márchate mientras puedas.
—Pues no veo que tú te hayas marchado.
—Me pillaron en un momento de debilidad y ahora no me puedo imaginar viviendo en ningún otro sitio. Te absorben.
—Yo viví aquí un tiempo cuando era pequeño.
—Y volviste, lo cual demuestra lo que estoy diciendo.
—¡Ahí estás!
Justice se giró y se vio frente a frente con Denise Hendrix, que lo abrazó y le lanzó una amplia sonrisa.
—¡Qué alegría me da que sigas aquí, Justice, y que Ford vaya a volver! ¿Aún no te he invitado a cenar? Tienes que venir en cuanto llegue Ford. Así tendremos a toda la familia reunida.
—Recuerdo esas cenas —dijo él, pensando en esos buenos momentos—. Eran muy escandalosas.
Con seis hijos, más los amigos que llevaban a casa a cenar, siempre había habido mucha conversación y jaleo. La casa de los Hendrix había sido uno de los pocos lugares que había podido visitar. La casa de Patience también había estado en la lista y por eso había querido ir lo más a menudo posible. Estar con otras familias le había permitido olvidar por qué estaba huyendo, ya que a su lado podía fingir que era un niño como otro cualquiera.
—Seguimos pasándolo de maravilla —le dijo Denise—. Ahora estamos más apretados porque la familia ha aumentado, pero eso solo hace que lo pasemos aún mejor.
Él se agachó y la besó en la mejilla.
—Estoy deseándolo.
—Bien.
Y con eso se excusó y se marchó.
Justice estaba a punto de unirse a un grupo de trabajo cuando vio a Ava entrar con la silla de ruedas en el abarrotado lugar. Su silla se movía fácilmente por los suelos de madera. Al verla mirar a su alrededor como si no supiera qué hacer, corrió hacia ella.
—¿Estás ocupándote de todo?
Ella le sonrió agradecida.
—Creo que Patience ya lo está haciendo muy bien. Solo quería pasar y ver al pueblo volcarse con mi hija.
—Hay mucha gente.
Patience se acercó.
—Hola, mamá. ¿Estás bien?
—Sí, muy bien.
Pero Patience no se quedó muy convencida y Justice miró a Ava.
—Con mucho gusto me quedaré aquí contigo, así me libro de trabajar.
Patience articuló un «gracias» y añadió en voz alta:
—¡Ah, muy bonito! Aunque ni siquiera me sorprende. Es muy típico, un hombre disfrutando viendo como los demás trabajan.
Él agarró una silla y se sentó al lado de Ava, que le lanzó una mirada especulativa.
—Quieres echar un ojo a ver qué pasa y me utilizas como excusa.
—Puede que sí.
—Puede que no. Estás diferente, Justice. Ha pasado el tiempo y, por supuesto, has cambiado, pero ese no es el único cambio, ¿verdad?
Automáticamente, él adoptó una postura de aparente tranquilidad y, mirándola, le respondió:
—¿Estás preguntando o afirmando?
—Las dos cosas —lo observó—. Entraste en el ejército después de que arrestaran a tu padre.
Él asintió.
—Lo que hacías era peligroso. Patience y yo hemos especulado sobre el tema, aunque estoy segura de que no podremos saber nunca la verdad.
—Probablemente no.
—Has visto cosas.
Más de las que se podía llegar a imaginar.
—Y ahora vas a abrir aquí tu escuela.
Él se rio.
—No es una escuela.
—Ya sabes a qué me refiero —se inclinó hacia él—. ¿Puedes hacerlo? ¿Puedes establecerte en un pueblo pequeño?
—No lo sé —admitió—. Pero quiero estar aquí.
Fue una respuesta sincera. Por mucho que el pueblo lo atraía, le preocupaba no saber encajar. Podía fingir una situación durante un tiempo, pero al final acabaría saliendo a la superficie quién era en realidad.
Había hecho cosas con las que ningún hombre debería vivir. Y, aun así, como Ava había dicho, ahí estaba. Había preguntas a las que no podía dar respuestas, como cuánto tenía de su padre, si podría escapar de la influencia de Bart, si terminaría haciendo daño a la gente que le importaba. Nunca había corrido ese riesgo, no había merecido la pena hacerlo. Siempre había preferido seguir adelante, pero ahora estaba