Reyes de la tierra salvaje (versión española). Nicholas Eames

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Reyes de la tierra salvaje (versión española) - Nicholas Eames страница 28

Автор:
Серия:
Издательство:
Reyes de la tierra salvaje (versión española) - Nicholas Eames La banda

Скачать книгу

si uno tenía suerte, unas pocas rodajas de pera más estropeadas que el ego de un bardo mediocre.

      No les sorprendió nada comprobar que el verdadero desayuno de un rey quedaba muy lejos de lo que creía Shep. Entre los platos estrella que encontraron en la mesa de Matrick la mañana siguiente figuraban varias columnas tambaleantes de tortitas esponjosas y doraditas empapadas de sirope, unas hogazas humeantes de un pan que hacía la boca agua, todo acompañado de unos platos de porcelana fina llenos de mantequilla con sal, unas tostadas perfectas servidas con todo tipo de mermeladas: de arándanos, fresas, frambuesas, moras, albaricoques, uvas, higos y algo llamado chancaca que Moog no era capaz de pronunciar sin que le asomase una risilla entre los labios. También había lonchas de panceta, salchichas jugosas y huevos tan grandes y frescos que Clay creía haber oído a las gallinas que acababan de ponerlos detrás de la puerta de la cocina.

      De beber habían servido zumo recién exprimido, de manzana, de naranja, de arándano rojo; y también un vino blanco seco, té de aromas florales, agua fresca con sabor a lima y hasta un café fantrano que Matrick engullía como si fuese el antídoto de un veneno que le ardiera en las venas.

      Clay lo consideraba uno de los mejores desayunos de su vida, al menos hasta que Lilith, que se había sentado frente al rey en el otro extremo de la mesa, anunció que estaba embarazada.

      La noticia cogió al rey del todo por sorpresa mientras tenía boca llena de tortitas, y Clay llegó a pensar que la reina había elegido a conciencia el momento de anunciarlo. Por toda la mesa, las bebidas se quedaron a medio camino de las bocas a las que se dirigían, excepto las de los cinco hijos de Matrick, que siguieron comiendo y hablando entre ellos como hacen los niños independientemente de lo que digan los adultos.

      En la estancia había más personas aparte de Clay y sus compañeros de banda. Los sirvientes no dejaban de entrar y salir por una puerta mientras recogían platos y volvían a traerlos llenos a medida que el rey y sus invitados daban buena cuenta de ellos. También se encontraban en el lugar varios soldados apostados junto a los ventanales que había en una pared de la estancia y el guardia personal de la reina, que estaba unos metros detrás y cuya enorme figura se elevaba varias cabezas por encima de ella. Tenía aspecto de norteño y era el mismo que había entrado descamisado en la alcoba real la noche anterior. Era más joven de lo que Clay había pensado en un primer momento, pero parecía alguien muy capaz en su oficio, y además era demasiado guapo. Tenía la nariz como muchos de los kaskareños que Clay había conocido: ganchuda como el pico de un halcón, y no había apartado la mirada de Lilith en ningún momento durante toda la mañana.

      Clay estaba muy seguro de que se estaba tirando a la reina, lo que hacía que la noticia que acababa de dar esta fuese aún más interesante.

      Moog rompió el silencio con un aplauso lento que dejó a su paso un silencio aún más incómodo.

      El rey, al menos, tuvo tiempo de tragarse su orgullo y las tortitas.

      —Es... Es una noticia estupenda, amorcito.

      —¿Verdad? —La sonrisa de Lilith estaba cargada de rencor—. Los augurios afirman que será un niño. Vais a tener un hermanito —dijo al tiempo que se giraba hacia el quinteto de chiquillos que estaban sentados uno junto al otro a un lado de la mesa.

      Clay los vio reaccionar uno a uno. Los gemelos eran los más jóvenes, y se limitaron a reír entre dientes antes de seguir comiendo. Lillian, cuya piel morena como una cáscara de nuez contrastaba con el intenso azul de sus ojos, no se mostró sorprendida, seguramente porque sabía el fastidio que la esperaba por tener otro hermano varón. Kerrick, el más gordo, puso cara de sorpresa. Abrió mucho la boca, y Clay vio toda la comida que quedaba en el interior. Danigan, el mayor de todos y pelirrojo con pecas, asintió sin alzar la cabeza.

      —Pero yo no quiero otro hermano —dijo Kerrick.

      —Yo tampoco —aseguró Lillian, que se sumó a la protesta.

      Su madre los miró con frialdad.

      —Bueno, y yo tampoco quería dar a luz a una monstruosidad de cinco kilos y medio ni a una chica, pero así son las cosas. La vida no es justa, ¿no creéis? Kerrick, comparte esos guisantes con tu hermana. Diría que ya has comido más que suficiente y tu hermana está flaca como una indigente.

      Clay no pudo evitar abrir la boca de par en par. Como era de esperar, tanto Kerrick como Lillian empezaron a llorar, momento que los gemelos también aprovecharon para hacer lo propio pero con más fuerza. El único que se quedó en silencio fue el hijo mayor, que no dejaba de llevarse huevos a la boca a cucharadas con un desinterés manifiesto.

      Matrick se atusó el pelo ralo.

      —Venga, hijos. Vuestra madre no pretendía haceros enfadar. Solo quería... —Dedicó una mirada cargada de desesperación al otro extremo de la mesa—. Es por el niño —explicó—. La pone de mal humor. Eso es todo. ¿Verdad, amorcito?

      —Será eso, sí —dijo Lilith—. Y también me deja terriblemente agotada. Creo que voy a echarme un breve… sueñecito antes de que partamos al concilio. Lokan, ¿serías tan amable de escoltarme a mis aposentos?

      —Será un placer —dijo el guardia, con un tono que no hizo sino confirmar las sospechas de Clay.

      Los dos abandonaron la estancia cogidos del brazo, pero Matrick no parecía nada afectado y se centró en tratar de tranquilizar a los niños.

      —Venga, Kerrick, termínate los guisantes, que son buenos para tu dieta. Lil, ¿podrías pasarle el zumo a tu hermano pequeño antes de que lo derrame? Bien, buena chica.

      Consiguió engatusar a los niños para que lavasen los platos, y Clay contempló con total fascinación cómo se desenvolvía con ellos. El Matrick que él conocía era una persona malhablada y ladina que solía pasar más tiempo borracha que sobria. Era alguien que se acostaba con una mujer diferente todas las noches, o con varias cuando lo desbordaba la ambición. Un ladrón magistral y también un asesino despiadado, que empuñaba Roxy y Grace (nombres que le había puesto a sus dagas en honor a las prostitutas con las que había perdido la virginidad) como si fuesen un par de colmillos sedientos de sangre y el resto del mundo fuera su presa.

      ¿Quién iba a pensar que iba a convertirse en tan buen padre? ¿O en un rey competente incluso? Se decía que Agria era un reino próspero, y Matrick parecía estar criando a unos buenos niños incluso sin la ayuda de Lilith. Le fueron pidiendo permiso para marcharse y dándole un beso en la mejilla uno por uno antes de ir con sus tutores.

      Matrick pidió a los guardias que también se marcharan y, después de que los sirvientes les sirviesen un café a todos, también los invitó a estos a salir. Clay contempló horrorizado cómo Moog volcaba en la taza medio cuenco de azúcar.

      —¡Me gusta dulce! —dijo el mago.

      Matrick sacó un frasco de alguna parte y vertió unas gotas de bebida. Luego lo removió distraído y con la mirada perdida. Moog terminó la taza y empezó a meter un dedo lleno de saliva en el cuenco de azúcar para luego llevárselo a la boca.

      —Bueno, Matty —empezó a decir—. Te deseamos...

      —¡Chist! —lo interrumpió el rey con un dedo levantado. Luego miró de reojo hacia la puerta de la cocina, se inclinó sobre la mesa y susurró—: Sacadme de aquí, joder.

      Gabriel parpadeó.

      —¿Qué?

      El rey articuló

Скачать книгу