Reyes de la tierra salvaje (versión española). Nicholas Eames

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Reyes de la tierra salvaje (versión española) - Nicholas Eames La banda

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qué? ¡Eres el rey, Matrick! Dijiste que estabas ocupadísimo. Los niños...

      —¡Los niños no son míos! —zanjó Matrick—. ¿Es que no los has visto bien? Esos cabroncetes me gustan tanto como una barra libre, pero ¡estoy segurísimo de que yo no he tenido nada que ver en su concepción!

      —O sea, que... —empezó a decir Clay, que luego bajó la voz—. O sea, que...

      —O sea que cuando la reina se quedó embarazada de los gemelos, yo estaba pescando en Fantra. O sea que Lillian tiene los ojos de su padre. ¡Los míos no son azules, coño! O sea que Kerrick es más alto con diez años que yo cuando tenía veinte, y Danigan, bueno... —Matrick hizo un ademán frenético con el que abarcó toda su cabeza—. ¿Veis que sea pelirrojo acaso? Tardé cuatro hijos más en darme cuenta de que todos tenían algo de Lilith y algo del bibliotecario del castillo, del embajador de Narmeer o del puto jardinero, que pensaba que era gay, por cierto. No te ofendas, Moog.

      El mago se sacó un dedo de la boca.

      —¿Por qué me iba a...?

      —Y ahora está embarazada otra vez —Matrick soltó una carcajada amarga—. ¡Apuesto todo mi reino a que el hijo que espera es alto como un árbol y le gustan las tetas de su madre tanto como a sir Lokan, ese bastardo despreciable de Kaskar!

      Matrick había empezado a gritar, sin preocuparse de que alguien pudiese oírlo desde la cocina.

      —¿Y por qué no te marchas y ya está? —preguntó Gabriel.

      —¡Lo he intentado! —gimoteó Matrick—. Los guardias no me dejan. Son muy leales a Lilith. No tengo ni idea de por qué.

      Clay sí que tenía cierta idea.

      —¿Y de qué le sirve tenerte aquí? —preguntó.

      —Le preocupa que me marche y tenga un hijo que pueda reclamar el trono. Me ha dicho que me mataría si conseguía escapar, pero creo que ahora está tramando acabar conmigo. ¿Recordáis el hombre que entró en la alcoba anoche, ese al que le diste la patada cuando salisteis por el espejo? Pues era uno de sus asesinos. No es el primero que envía para matarme, y tengo clarísimo que no será el último si me quedó por aquí. Tengo que escapar y necesito vuestra ayuda. No creo que Lilith encuentre a alguien tan imbécil como para seguirme a la Tierra Salvaje Primigenia.

      Moog se le quedó mirando.

      —Un momento, ¿eso significa que vendrás con nosotros a Castia?

      —Pues claro que me apunto —dijo Matrick—. Sois la única familia que tengo, bribones.

      Clay volvió a notar esa sensación cálida y acogedora en el pecho...

      —El problema va a ser salir de aquí. Tendrá que ser después del concilio, claro.

      —Podríamos usar el espejo —sugirió Gabriel, pero el rey negó con la cabeza.

      —Lilith lo ha confiscado. Dice que es una amenaza para la seguridad del castillo. Y creo que tiene razón. Por los Muertos Impíos, yo mismo me había olvidado de que era un portal, si no lo habría cruzado hace mucho tiempo.

      —Pues por la puerta principal tampoco podemos salir —dijo Moog.

      —Y está claro que la reina tendrá muy vigiladas el resto de salidas.

      —Clarísimo —apuntilló el rey.

      —¿Y esa bolsa que tienes, Moog? —preguntó Gabriel—. Cabe de todo, ¿no? Matrick podría esconderse en el interior y nosotros podríamos sacarlo del castillo.

      El mago negó con la cabeza.

      —Es un vacío.

      Gabe frunció el ceño.

      —¿Un qué?

      —Un vacío. No hay aire. No podría respirar dentro. Lo sé de buena tinta. Tuve un gato que... —Se quedó en silencio—. No... imposible.

      —Podríais secuestrarme —sugirió Matrick—. Disfrazaros, dejarme inconsciente, derribar a los guardias y sacarme del castillo. Podríamos dejar por aquí una nota para pedir un rescate.

      —Lilith descubriría que fuimos nosotros —dijo Clay—. Además, no me gustaría matar a nadie a no ser que sea estrictamente necesario.

      Las tazas tintinearon cuando Moog golpeó la mesa con la mano.

      —¡Lo tengo! —gritó. Todos se giraron hacia él. El mago sonrió y le guiñó el ojo con compasión a Clay—. Pero es un poco arriesgado.

      12

      Habían pasado unos cuatrocientos años desde que la Comitiva de Reyes había derrotado a la última Horda de la Tierra Salvaje Primigenia en Lindmoor y dado por finalizada la Guerra de la Recuperación, pero aquel lugar aún parecía un campo de batalla. Todos los arroyos por los que corrían aguas subterráneas lo habían transformado en un cenagal infecto. A finales de verano la mayoría terminaron por secarse, excepto unas pocas charcas fétidas por aquí y por allá. El suelo era un lodazal lleno de restos a medio enterrar: armas melladas, armaduras oxidadas, huesos mohosos de monstruos grandes y pequeños. En la distancia se distinguían bosques de píceas al este y al oeste, tierras de labranza al norte y un río lento y ancho al sur. Al otro lado del río, en un día despejado como aquel, se veía la sombra achatada y azulada del castillo que poseía Matrick en Brycliffe.

      En mitad de la turbera se alzaba un montículo cubierto de hierba llamado la Isla de las Ánimas. Era el lugar, o al menos eso le contó el séquito a caballo del rey mientras se dirigían hacia el lugar, en el que Agar el Calvo se había enfrentado a un infernal, una criatura que Clay suponía que era una especie de campeón de las hordas de la antigüedad. Solo las había visto en los tapices y los cuadros, y ningún artista las representaba de la misma manera, aunque todos tendían a colocarlas sobre una montaña de cadáveres y darles el aspecto de un monstruo horrible y muy aterrador.

      —Agar consiguió matar al demonio —explicó Matrick—, pero las heridas terminaron por acabar con su vida. Su nieto, Agar el Imberbe, se proclamó primer rey de Agria. Desde ese momento, cuando los cinco reinos se reúnen para tratar temas de gran importancia, lo hacen aquí, en la isla.

      Lilith soltó un bostezo largo y escandaloso. Iba junto a él, envuelta en una capa de armiño y montada en una yegua blanca e imponente.

      —¿Por qué se llama isla? —preguntó Moog—. Yo diría que es poco más que un montículo.

      Matrick miró a su esposa antes de responder.

      —En primavera este lugar se inunda por completo y lo único que queda a la vista en varios kilómetros a la redonda es la isla. Bueno, y la otra parte del nombre viene de que Agar el Calvo fue enterrado debajo del montículo y los espíritus de los caídos en Lindmoor acuden todas las noches a rendirle homenaje.

      —¿En serio? —preguntó Gabriel con tono escéptico.

      —¡En serio! —dijo Matrick con orgullo.

      —¿En... serio? —repitió

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