Adopciones. María Federica Otero

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Adopciones - María Federica Otero Conjunciones

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excepcional deberían garantizar que toda/o NNA tenga la posibilidad de construir nuevos vínculos, nuevos apegos, reelaborar las pérdidas y con ellas desplegar duelos esperables y no patológicos, frente a futuras pérdidas inevitables de la vida.

      Si el Sistema de Protección es incapaz de garantizar lo antedicho, entonces la misma medida de protección excepcional no solo no logrará cumplir con su cometido de proteger al/a la NNA, sino que lo/a revictimizará, imposibilitando el resurgir de un ambiente facilitador de nuevas experiencias saludables.

      Por otra parte, para Pichon-Rivière (1982) se es sujeto en tanto emergente de un sistema vincular, a partir de un interjuego entre la necesidad y la satisfacción. Se conforma así una dialéctica entre el sujeto y la trama vincular en la que las necesidades cumplen su destino vincular, gratificándose o frustrándose.

      En este sentido, las y los NNA sin cuidados parentales han sido en su mayoría deprivadas/os de ese interjuego que describe Pichon-Rivière y, además, han perdido el amor de las figuras principales de sostén, lo que produce un proceso complejo al que proponemos denominar proceso de (des)calificación narcisista.

      En conclusión, teniendo en cuenta todo lo explicitado en este apartado, los interrogantes que surgen ahora son: ¿están preparadas y preparados en general las/os inscriptas e inscriptos en los registros de adoptantes de nuestro país para empatizar y reconocer esta demanda? ¿Estamos capacitados las y los profesionales y funcionarias/os judiciales y administrativos para captar y descifrar esta demanda en las y los NNA? Y, más aún, ¿cómo se piensan a sí mismos las y los NNA luego de experiencias de separación, rechazo o negligencia? ¿Qué implica, desde lo psicoafectivo y social, ser un sujeto en pleno desarrollo y crecimiento y estar deprivado de las necesidades afectivas y materiales? ¿Qué precisa esa/e NNA? ¿Qué reclama del Sistema de Protección de derechos?

      De ello, nos ocuparemos seguidamente.

      LAS NECESIDADES Y LA DEMANDA EN PRIMERA PERSONA

      Una vez más, si realmente entendemos al/a la NNA como sujeto de derecho cuya participación y voz son fundamentales, entonces, ¿qué mejor que escuchar a él/ella?

      Es por ello que, a continuación, transcribimos las palabras de Luciano Salvador, un joven estudiante de Derecho de veintiocho años de edad que, en el marco de unas Jornadas sobre adopción (“Ser familia por adopción”, 2012), con mucha valentía, señaló:

      Quisiera contarles que estar institucionalizado significa ser marginado de la sociedad. Me parece que cuando un niño cae en un Hogar ya no es visto por la sociedad, por los jueces, por los asistentes sociales; no es más visto por la legislación, por nadie. Los niños caemos al vacío. No tener una familia significa después presentarse a un mundo que te come, que te absorbe; a un mundo en el que un niño que esta institucionalizado no sabe manejarse, no comprende lo que es el valor de una familia. Que una familia te ayude, te apoye en los momentos difíciles, te enseñe los valores que todo niño necesita. Solamente quisiera pedir, y a partir de esto, que de alguna manera empecemos a cambiar esto, que los niños pasen mucho menos tiempo en los Hogares. No tendría que pasar más de un año, me parece que todas las partes nos debemos poner las pilas y trabajar, trabajar realmente, ponerse la camiseta y que nuestro legajo no sea un papel metido en un cajón, ¿sí? La familia… Todos tenemos que comprender que la familia forma al niño, a la persona, para el resto de su vida…(…) Yo viví desde adentro la institucionalización y creo que hoy estoy representado a los diez mil niños (…) que están esperando una familia…

      Una mañana me levanté como siempre, fui hasta la puerta para ir a hacer los mandados y me quedé sorprendido porque ya los tenía identificados. Les avisé a las tías, las personas que nos cuidaban, y cuando volví al hogar me dijeron que me venían a buscar a mí.

      Luciano aclara que su mamá, muchas veces, remarca la dureza y la desconfianza con la que la miró en ese primer momento.

      Quizás ella esperaba que yo me le colgara, pero no fue así. Creo que la historia de cada uno nos marca como somos. No se me movió todo adentro. Me tomé el proceso con tranquilidad. Me estaba pasando algo hermoso que era tener una familia, pero me habían advertido que, por mi edad, tenía que contemplar que, posiblemente, esa fuera la única que tuviera interés en mí. La gente no adopta niños adolescentes porque tienen ese prejuicio acerca del lugar de donde vienen esos chicos. En mi caso, cuando nos fuimos a pasear por primera vez, los traté como lo que eran, desconocidos. No había mucho para expresar porque, además, jugaban los nervios. No querés hacer algo que al otro le caiga mal. A partir de los encuentros se fueron desarrollando las emociones. Todo en la medida en que el otro te da el espacio. Por momentos, pienso que fui bastante inconsciente. En tres o cuatro encuentros me quedé dormido en el auto y después me ponía a andar en bicicleta sin hablar. Cuando fui a la casa por primera vez, estaban ellos y un hijo mayor, también adoptivo, que ya estaba casado. Recuerdo que era el Día del Padre, yo ni siquiera sabía que se festejaba eso, fue un acontecimiento para mí. (…) Los niños adolescentes tenemos una historia, venimos con una carga y no nos resulta fácil entablar nuevos vínculos. Por suerte, mi madre tuvo los elementos suficientes para entender eso. Yo comprendí que ellos también tenían una historia. El duelo por la muerte de su segundo hijo. No es algo unilateral, del chico solamente; está bueno que los padres que van a adoptar se planteen que ellos tienen una historia. A partir de eso, se puede armar un buen vínculo (…) Trato de arreglarme yo mismo. Muchas veces no la dejo hacer de madre. Pero, hace algunos años, empecé a dejarla. Ella cocina muy rico y cada vez que necesito hablar, ella está. Trato de que sea mi cable a tierra. Recién a los dos o tres años le confesé que sentía que tenía una familia. Tengo la limitación de contar en el momento adecuado lo que me pasa.

      Por su parte, Lobo (2019), actriz argentina, actualmente adulta, nacida en Azul, provincia de Buenos Ares, y adoptada a través de una adopción por integración recuerda la audiencia en la que se declaró su adopción y dice:

      Me acuerdo de que la jueza le pregunto a mis hermanos (hijos de la madre con su progenitor afín): “¿Están contentos de que van a tener una hermana?”. Y todos nos pusimos a llorar. Ahí me di cuenta de que era mucho más que un trámite legal, que era como legalizar algo que siempre había sido así. Pero ahí me di cuenta de la importancia de lo legal, de la importancia frente a la sociedad, a la ley, que vos tengas un nombre… como que cambia todo. Sentí una seguridad interna que nunca había tenido, era Lobo pero no era… era de acá y de allá… era y no era… Y, de repente, en ese momento “fui”. ¡Increíble! Yo creo que soy más parecida a Martín que mis hermanos, en muchas cosas, no físicamente, pero en muchas cosas. No sé si la sangre tira… tira más el amor y lo cotidiano. Lo adoro con locura y me salvó… ¡sí! Eso es lo que siento, hermanos.

      Ahora bien, tanto las palabras de Salvador como las de Lobo nos enseñan que, por sobre todas las cosas, las y los NNA tienen una historia y experiencias. Y que esa historia y esas experiencias producen marcas en su subjetividad, que deben ser acogidas por parte de las/os adultas/os adoptantes.

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