La huerta de La Paloma. Eduardo Valencia Hernán
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5. Eduardo es el menor de una familia numerosa compuesta por sus padres, Román y Emilia, y por sus hermanos, Juan de la Cruz, Aurelia, María de la Cruz, Tomás y Natividad. Los varones de la familia han servido en el ejército durante el periodo obligatorio, los dos mayores en África; incluso uno de ellos participó en las operaciones de la guerra del Rif. Todos ellos lejos de su añorada huerta de La Paloma. Un trozo de tierra propiedad del conocido en el pueblo como el Chato Josanta, donde trabaja toda la familia, la mayoría de las veces de sol a sol, cultivando y mimando la tierra regada con un hermoso manantial que abastece generosamente a todo el terreno.
6. El regimiento Alcántara 14 está formado por tres batallones mandados desde el 2 de junio de 1936 por el coronel Críspulo Moracho Arregui, que a su vez había relevado desde el 20 de marzo de ese mismo año al coronel Arturo Cebrián Sevilla.
7. 23 de febrero de 1936. Fútbol, domingo en el Estadio de Montjuïc. España-Alemania (1-2), amistoso. 60.000 personas. Alineaciones: España: Zamora, Aedo, Zabalo, Bertolí, Lecue, Luis Regueiro, Muguerza, Emilín Alonso, Iparagorri, Lángara y Ventolrá. Entrenador: Amadeo Garcia. Alemania: Munkert, Paul, Janes, Lehner, Jacob, Goldbrunner, Siffling, Szepan, Gramlich, Fath, Lenz. Goles: 14 m. (Fath), 35 m. (Luis Regueiro), 68 m. (Fath).
8. Foto: Selecciones de Alemania y República Española en el estadio de Montjuic, febrero de 1936. Fuente: J.M. Sagarra. AFB.
9. Foto: asesinato del diputado Calvo Sotelo, frente a los muros del cementerio de la Almudena en Madrid, el 13 de julio de 1936. Fuente: CNT.
10. Foto: Cafetería El Español, Paralelo, Barcelona, 1936. Fuente: J.M. Sagarra. AFB.
11. Foto: Cartel Olimpiada Popular, 1936. Fuente: Pérez de Rozas. AFB
12. Foto: Olimpiada Popular, 1936. Fuente: Pérez de Rozas. AFB
13. Salas Larrazábal, Ramón, Historia del Ejército Popular de la II República. Madrid: Editora Nacional, 1973.
14. La primera reforma militar comenzó apenas nacido el régimen republicano mediante una declaración de principios afirmando que sometería a juicio de responsabilidad los actos de gestión y autoridad de los gobiernos anteriores; que respetaría la libertad de conciencia; que acataría la libertad personal y el estatuto de los derechos del ciudadano, reconociendo como principio la personalidad sindical y corporativa, y que garantizaría la propiedad privada y no abandonaría la República en manos de quienes, desde fuertes posiciones seculares y prevalidas de sus medios, quizás refiriéndose al ejército, pueden dificultar su consolidación. En un primer momento, buena parte de la oficialidad estaba esperanzada ante el nacimiento del nuevo régimen siendo una minoría de estos los exaltados a favor de ella y otra menor en contra, que aún seguía estancada en la monarquía perdida. Entre tanto, el 23 de abril de 1931 se había publicado un decreto por el cual toda la oficialidad debía guardar fidelidad a la República. Así pues, con el Decreto del 25 de abril de 1931 por el que se amnistiaba a los condenados por acciones antimonárquicas, comenzó la reforma militar con el objeto de reducir los efectivos militares y de recortar la influencia del Ejército en el Estado.
El Ejército de África se moviliza
Mientras que, en Madrid, el presidente de la República española duerme plácidamente, tras unos días agitados por los cruentos asesinatos del teniente Castillo de los guardias de asalto y del diputado Calvo Sotelo, en Melilla, Tetuán y Ceuta, buena parte de la oficialidad del Ejército de África se está alzando contra el Gobierno republicano e intenta consolidar el golpe de Estado que comenzó a fraguarse hace escasas horas. La rebelión ha comenzado.
El palacio Real de Madrid, ahora llamado palacio Nacional, sede de la Presidencia de la República, está fuertemente protegido por la Guardia de Palacio. La forman dos compañías del regimiento Inmemorial n.º 1, la escolta presidencial y un pequeño refuerzo de guardias civiles; incluso se han instalado ametralladoras en previsión de futuros altercados.
Azaña está prácticamente solo ante el estamento militar, que se la tiene jurada, y solo cuenta con algunos «leales» que no dejan de ser la excepción. Son esos que a lo largo de este relato nos resultarán conocidos; los Sarabia, Caminero, Riquelme, Núñez de Prado, Miaja, etc. Estos serán los generales o altos mandos del Ejército Popular que defenderán la legalidad frente a la insurrección de sus compañeros de armas15.
El presidente de la República se siente inquieto ante la creíble posibilidad de un golpe de Estado militar, aunque de momento todo parece bajo control. La noche anterior tuvo que trasladarse precipitadamente desde su residencia habitual en El Pardo en espera de lo que irremediablemente iba a suceder en unas horas. Son momentos trágicos para España y para la República.
* * *
En las habitaciones del palacio Nacional…
—¡Hay que despertar al presidente! —comenta el secretario personal de la presidencia.
—No le ha sentado bien la comida —comenta su ayudante—. ¿Podríamos esperar un poco más?
—Peor se va a poner cuando se entere de las noticias que llegan de África. ¡Este Casares no se entera! Cuando tome decisiones, si las toma alguna vez, ya tendremos el problema encima. —¡Señor presidente! ¡Don Manuel!
—¡Eh! ¿Qué ocurre? ¿Pasa algo?
—Señor, malas noticias, tenemos problemas en África. ¿Cómo se encuentra?
—El estómago fatal, pero… Déjeme, déjeme. En cinco minutos espéreme en el despacho.
Al rato…
—Bueno, cuénteme… ¿Qué coño pasa en África?
Imagen 16
—Señor, nos llegan noticias del protectorado de que algunas guarniciones se están declarando en rebeldía con sus mandos. Creemos que se trata de un intento de golpe de Estado propiciado por la oficialidad afín a la derecha.
—¿Se sabe quiénes son los cabecillas?
—Las conexiones telefónicas son muy malas. Creo que el levantamiento ha comenzado en Melilla, pero no es seguro.
—¡La madre que los pario! No quieren que hagamos nuestro trabajo. Cuando tengamos más información reúna al gabinete de seguridad. Me temo que esta noche no vamos a dormir mucho… Póngame lo más pronto posible con Casares y reúna a mi gabinete de crisis, ya sabe, a los que llamo siempre. No podemos perder un minuto.