Violencias de género: entre la guerra y la paz. Gloria María Gallego García
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Si bien se ha avanzado considerablemente en la igualdad de género, en muchos escenarios la violencia contra las mujeres ha aumentado y ha adquirido nuevas formas. En los intentos por comprender el aumento exponencial de esas violencias, nos encontramos algunos paradigmas explicativos dentro de la teoría feminista contemporánea, que requieren ser incorporados. De este modo, tenemos aquellos análisis que dirigen la mirada a los procesos de remasculinización neoliberales de estructuras estatales nacionales y supranacionales. Los altos grados de precarización laboral, las vastas privatizaciones y la producción de zonas fronterizas o territorios de saqueo de recursos naturales han creado múltiples espacios de vulnerabilidad social los cuales afectan de forma específica a las poblaciones femeninas. Estamos frente a “poblaciones prescindibles”, en términos de Judith Butler, altamente feminizadas donde se hace presente el nexo existente con procesos de remasculinización cultural y política, que favorecen la expandida violencia contra las mujeres como un problema global. Constatar esta expansión nos hace plantear también que ya no podemos analizar la aparición de nuevas violencias o la persistencia de las “viejas” formas desde una perspectiva exclusivamente local, pues los flujos migratorios, muchos de ellos provocados por conflictos armados, o las nuevas vulnerabilidades son creadas por la globalización y demandan también respuestas transnacionales. El caso de la trata para la explotación sexual es un claro ejemplo de ello. Igualmente, ya no podemos analizar el fenómeno desde una única perspectiva teórica aislada (la perspectiva antropológica o la jurídica, llegado el caso), sino que, se impone la óptica multidisciplinar, el cruce de saberes en los enfoques, a fin de dar cumplida cuenta de la complejidad de un tema que presenta múltiples imaginarios y escenarios, tal y como proponemos en estas páginas.
El libro se articula en dos grandes bloques. El primero contempla Reflexiones sobre las violencias. En él, presentamos los principales lineamientos teóricos que han analizado las violencias de género masivas como violencias políticas. Nombres como Rita Laura Segato, Kate Millet, Catherine MacKinnon, John Galtung o Sayat Valencia recorren este apartado, el cual sostiene la conexión entre lo político y la violencia ejercida contra los cuerpos de las mujeres y niñas. El capítulo de Cristina Sánchez Muñoz, “Lo personal es violento (y político)”, dentro de este bloque, toma como marco de referencia la obra de Kate Millet, Política sexual, donde la autora afirma que el sexo es una categoría política. Desde este marco, Sánchez nos propone analizar la “política sexual de las guerras”. Expone en primer lugar, la configuración teórica clásica del espacio privado como lugar apartado de la justicia y las críticas desde la teoría feminista. A continuación, analiza cómo los imaginarios y los estereotipos de las violencias contra las mujeres han fundamentado y sustentado una concepción de lo político donde la domesticación violenta de las mujeres, cuando no la violencia sexual directa, ha representado un papel fundamental. Se defiende la existencia de una “Política sexual de las guerras” a la luz del papel que la sexualidad ocupa en ellas, y por último, se plantea el continuo de la violencia sexual entre la paz y la guerra.
Ángela Sierra González, en su capítulo “Guerras necropolíticas y conflictos de género (La violencia como continuum)”, analiza la violencia contra las mujeres —violencias multidimensionales— inserta dentro de los cambios que se han producido en las guerras actuales: desciudadanización, desinstitucionalización, desterritorialización y uso de la necropolítica como estrategia. En ese contexto, Sierra debate con autoras como Rita Laura Segato o Susan Faludi, mediante la introducción de la categoría de “necropolítica”, acuñada por Achille Mbembe, como una violencia sin límites sobre los cuerpos de las mujeres. La necropolítica no solo repite las formas de violencia del pasado empleadas durante el colonialismo contra las mujeres, edita otras nuevas, que son analizadas en ese capítulo. Finalmente, Sierra plantea si el continuum actual de la violencia relacional sistémica debe redefinirse como una estrategia necropolítica, que atraviesa de manera generalizada la condición genérica de las mujeres, o si se debe repensar como parte de una estructura de remodelación de la violencia misma.
Adicionalmente, el capítulo de Virginia Maquieira D’Angelo, “La violencia contra las mujeres como violencia política: perspectivas antropológicas”, nos proporciona una mirada a este tipo de violencia como un fenómeno global. En el capítulo, se analizan, en primer lugar, los logros del movimiento transnacional feminista, que posibilitó el reconocimiento de la violencia que sufren las mujeres como una cuestión de vulneración de derechos humanos (DD.HH.). En segundo lugar, igual que lo hacen los otros trabajos contenidos en este apartado, examina la propuesta de Rita Laura Segato, interlocutora crucial en estos temas. Por último, la autora, revisa desde la antropología el concepto de “feminicidio” y los debates a los que ha dado lugar.
Por último, Dora Elvira García-González, “Desnormalizar la violencia de género. Un puente clave para superar las violencias estructurales para construir una cultura de paz”, parte —siguiendo a John Galtung— de proponer un análisis de las violencias estructurales y culturales como violencias soterradas que sustentan las inequidades y violencias físicas. Exclusión social, pobreza y violencia cultural se ejemplifican en el fenómeno de la trata en México como exponentes de esa normalización de la violencia contra las mujeres. En último lugar, el capítulo, de acuerdo con los estudios de paz, plantea la posibilidad de construir paces, aunque sean imperfectas, para la transformación social y la desarticulación de las violencias.
El segundo apartado del libro lo dedicamos a los Escenarios de las violencias. En él, revisamos las violencias políticas en América Latina que sufren las mujeres y las niñas, atendiendo a diferentes contextos y escenarios, tanto geográficos (Colombia, Guatemala) como temporales (las dictaduras chilena y argentina). Igualmente, introdujimos en este apartado un aspecto relevante: las estrategias de resistencia —individuales y colectivas— que habilitan las mujeres que son víctimas de las violencias y que en ocasiones se convierten, como lo ponen de manifiesto los trabajos de María Jesús Vitón de Antonio o Paula Hunziker, en sujetos activos de transformación social y política. Los diferentes escenarios analizados nos muestran experiencias cotidianas donde se entrecruzan la guerra y la paz.
El primer capítulo de esta parte, “Violencia contra las niñas en América Latina: una violación de los derechos humanos”, de María de los Ángeles Espinosa Bayal, nos ofrece el panorama general de la situación de violencia que sufren las niñas en la región. Muestra como el fenómeno no constituye una situación derivada únicamente de los conflictos armados en los países donde estos se producen, sino que, en situaciones de paz, existen otros escenarios, que van más allá del contexto familiar y se configuran como espacios intersticiales donde se vulneran de manera masiva los derechos fundamentales de las niñas. La experiencia de ser niña en América Latina se analiza a través de los datos proporcionados por Organismos Internacionales como la CEPAL, UNICEF o UNFPA entre otros, y se muestran situaciones como la pobreza infantil, el matrimonio precoz, los embarazos adolescentes o la vulneración del derecho a la salud.
Por otra parte, María Jesús Vitón de Antonio nos sitúa en el escenario de las mujeres mayas guatemaltecas, concretamente en las prácticas educativas comunitarias colectivas como construcción de paz en “Relatos de vida y recreación de narrativas