Tierra y colonos. José Ramón Modesto Alapont
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La tercera vía de acumulación fue la adquisición directa. Este no era un mecanismo muy frecuente, pero el Hospital realizó dos grandes operaciones de compra. Una entre 1776 y 1783 comprando cerca de 252 hgs. de tierra, la mayoría de ellas huerta en l’Horta, con el dinero que recibió del Pósito de Abastos. Y la otra en 1798 con la limosna de un bienhechor que permitió comprar a la cartuja de Portaceli cerca de 500 hgs. en la Pobla de Vallbona. El resto de las compras del Hospital fueron muy escasas y dispersas en el tiempo. Las adquisiciones directas del Hospital suponían en 1850 únicamente el 10 % de las tierras.
El cuarto mecanismo, mucho menos frecuente fue la entrega de alguna propiedad en pago de la manutención de algún enfermo o de alguna deuda contraída. Las deudas solían ser fruto de la acumulación de atrasos de arriendos o de censa les no pagados. Pero sólo una pequeña parte de las tierras, aproximadamente el 2 %, llegaron a la institución por este procedimiento. La poca relevancia de este mecanismo es un hecho llamativo teniendo en cuenta los fuertes endeudamientos que en ocasiones generaron sus colonos, pero parece que el Hospital eludió el aumento del patrimonio a través de esta vía.
El restante 3 % recaló en el patrimonio del Hospital después de que se realizara un convenio con el propio clero del Hospital en 1848 que incorporaba sus bienes a la administración del Hospital. Esta incorporación debió estar relacionada con el proceso desamortizador iniciado por Espartero y con la nueva organización de la beneficencia tras la ley de 1849.
En cuanto a los procesos de reducción del patrimonio, el retroceso más sensible hasta la liquidación del patrimonio a partir de 1858, se produjo como resultado de la desamortización de Godoy, entre 1799 y 1807. Los datos de Joaquín Azagra recogen ventas de propiedades de diferentes instituciones de beneficencia en Valencia que alcanzan las 129,6 ha (1.555 hgs. aproximadamente), cantidad nada desdeñable teniendo en cuenta que el patrimonio del Hospital en 1790 alcanzaba las 3.057 hgs. Aunque no conocemos exactamente la cantidad que correspondió al Hospital, hemos detectado en los libros de tierras ventas a través de subasta judicial entre 1802 y 1807 que debieron estar relacionadas con este proceso desamortizador.
Además hemos detectado ventas por parte del Hospital de algunas parcelas en diferentes momentos, acuciado por el constante déficit de la institución.[2] En 1805 el Hospital obtuvo permiso para vender algunas propiedades dada su angustiosa situación económica. Fueron seguramente los años más críticos del Hospital. Entre 1805 y 1823 se detecta la venta preferentemente de tierras de secano poco productivas y alejadas. Las más importantes en algunas de las zonas de secano de l’Horta (Albal, el Puig y Puçol), en Xàtiva, Cheste y Bétera. Así mismo, destaca la venta de algunas parcelas de arrozal en Cullera que presentaban grandes dificultades de explotación. Estas fincas se eligieron por su estado y situación, vendiéndose preferentemente las menos productivas o de difícil administración.
En cuanto a la naturaleza jurídica, la dispersión geográfica y la diversidad del patrimonio hacen que nos tropecemos con situaciones de todo tipo. Lo más habitual es encontrar al Hospital como propietario pleno de las tierras. Es el caso, por ejemplo, de la situación de las tierras en Alboraia, Alzira, Llíria o Algemesí, realengos donde las únicas cargas serán los diezmos, que recaían en el cultivador, y la contribución del equivalente, sufragada por el propietario. La descripción de las tierras en los libros especifica que se trata de tierras «libres de todo cargo y censo». Pero, aunque parece ser la situación mayoritaria, no puede ser generalizable.
En algunos casos, la tierra esta sujeta a censos enfitéuticos. En ocasiones se trata de lugares de señorío en los que se ha establecido diferentes cultivadores a través de enfiteusis y en los que el dominio útil de la tierra ha recaído finalmente en el Hospital por herencia. Es por ejemplo el caso de las tierras de Torrent y Picanya, cuyos términos formaban parte de la encomienda de Torrent, señorío de la orden de Montesa.[3]
En algunas parcelas donde existía enfiteusis la situación era mucho más compleja. Las parcelas más grandes que tenía el Hospital en la vega de Valencia solían estar cargadas con varios censos enfitéuticos pertenecientes a diferentes instituciones o nobles. Esto podía ser fruto de préstamos o también de concesiones por herencia del dominio directo fraccionado a diferentes instituciones. La reducida cuantía de los pagos y la dificultad de ejercer con eficacia algunos derechos como el de quindenio, que no siempre estaba recogido claramente, perjudicaba mucho su recaudación efectiva.[4]4
En otros casos las tierras se encuentran en lugares de señorío que establecen sobre las parcelas derechos de partición de frutos. Es el caso de Catarroja o Bonrepós en l’Horta. En la primera población las parcelas estaban «muy pechadas de señorío pues se paga de 5 a 1» y en la segunda la proporción aumentaba de 4 a 1. En estos casos la partición de frutos, superior a otras zonas donde sólo se pagaría el diezmo, supone una pérdida importante del valor de las tierras y una reducción significativa de la renta. En el caso de la Pobla de Vallbona, que era también un espacio de señorío, las tierras además de estar sujetas al equivalente, como las restantes del reino, debían pagar anualmente una pecha real ordinaria. En este caso se trataba de un impuesto en metálico que apenas alcanzaba el 1 % de la renta obtenida por las tierras del Hospital en esta población.[5]
Pese a estas diferencias de naturaleza jurídica en las tierras, el Hospital no estableció diferencias en la gestión y control entre las tierras que poseía en propiedad plena o aquellas de las que era propietario del dominio útil. El hecho de ser titular únicamente de este último, como en el caso de Torrent, no impidió que arrendara la tierra sin ningún tipo de cortapisas al igual que lo hacía con tierras en las que tenía la plena propiedad. Lo mismo ocurría con las tierras con independencia de encontrarse en lugares de señorío o de realengo, siempre arrendó las tierras sin limitaciones de ningún tipo. Por tanto, la renta feudal y la renta de carácter capitalista podían convivir sobre las mismas parcelas, de la misma manera que en muchas tierras lo hacían la enfiteusis y el arrendamiento.
Como veremos a continuación, lo más llamativo es que, a pesar de la difícil coyuntura de la economía agraria valenciana durante las primeras décadas del XIX y al desarrollo de varias fases del proceso desamortizador, el patrimonio del Hospital mantuvo un destacado crecimiento. Las donaciones e incorporaciones superaron con creces las pérdidas patrimoniales. La dinámica de acumulación de tierras no se interrumpió y, pese a algunas ventas, el saldo parece ser siempre positivo. De hecho, los datos que veremos más adelante indican que entre 1790 y 1850 el Hospital multiplicó la superficie de sus propiedades por 2,42 y su renta pactada por 2,34, una vez deflactada.
Pero este saldo positivo no es el fruto de una política inversora fuerte ni de la capacidad económica del Hospital para generar por sí mismo un importante patrimonio, sino principalmente el resultado del apoyo de las instituciones y los sectores sociales que lo fomentaban. La dinámica económica del Hospital, sumido habitualmente en problemas de déficit, era incapaz de generar un incremento patrimonial. Pero el apoyo de la Iglesia, de las autoridades civiles, tanto del Antiguo Régimen como las del sistema liberal, y de los sectores más acomodados de la sociedad valenciana, dio lugar a un significativo proceso de acumulación patrimonial. Por tanto, el «éxito» del Hospital no es el resultado de su propio auge económico, sino de la confluencia de intereses y el empuje decidido de los sectores sociales que lo apoyaban proveyendo periódicamente su patrimonio para mantener su labor benéfica.
2. EVOLUCIÓN DEL PATRIMONIO: UN LLAMATIVO PROCESO DE ACUMULACIÓN