Tierra y colonos. José Ramón Modesto Alapont

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y evolución hemos realizado inventarios, utilizando los libros de tierras, de todas las fincas rústicas y su renta en tres momentos diferentes: 1790, 1823 y 1850. Los inventarios, distanciados por algo más de 25 años, nos dan una referencia para analizar los cambios a lo largo del periodo. Los resultados de los tres cortes están reflejados en los cuadros 2.1, 2.2 y 2.3. Con la intención de facilitar la exposición hemos elaborado gráficos y cuadros más simples, que resumen la información de forma más concreta.

      Para analizar la evolución real del volumen de la renta obtenida por el arrendamiento de su patrimonio rústico hemos deflactado los valores nominales utilizando la media del precio del trigo en el año del corte, el anterior y el posterior. Los datos sintetizados del crecimiento patrimonial del Hospital en renta y en libras puede verse en el cuadro 2.4 y su representación visual en el gráfico 2.1.

      Toda la extensa información que hemos recogido en torno al patrimonio rústico del Hospital nos permite plantear algunas conclusiones acerca de cuál fue su trayectoria, los factores que la condicionaron y la estrategia patrimonial de la institución.

      En nuestro punto de partida, 1790, el Hospital poseía un valioso patrimonio que se contaría como uno de los más importantes del País Valenciano. Tal y como se refleja en el cuadro 2.4, la superficie alcanzaba las 3.057 hgs. y la renta obtenida por su arrendamiento alcanzaba las 9.126 libras. La mayoría de la tierra era poseída en propiedad, aunque en algunas parcelas únicamente tenía el dominio útil al estar detentadas a través de enfiteusis y sujetas al pago de censos devaluados. En ambas situaciones el Hospital manifestaba una plena disponibilidad de las tierras que eran cedidas siempre en arrendamientos cortos independientemente de su situación jurídica, como prueban los contratos.

      En el conjunto de sus tierras destacaba el protagonismo de las tierras regadas (46 % de la superficie y 77 % de la renta). Si bien la diferencia en extensión entre el regadío y el secano no era muy amplia, su diferente rentabilidad hacía que el regadío dominara ampliamente en las cantidades obtenidas por su arrendamiento. Así, aunque el secano alcanzaba el 37,9 % de la superficie, si valor en renta se reducía al 11,6 %. Por su parte, las tierras dedicadas al cultivo del arroz sólo tenían una presencia marginal con el 1,9 % de la superficie y el 1,6 % de la renta.

      La configuración de este patrimonio rústico sólo en parte era el reflejo de la voluntad del Hospital, y no respondía a una política patrimonial planificada. El volumen, localización y ritmo de incorporaciones dependía fundamentalmente de las donaciones y no de una estrategia inversora, por lo que reflejaba más bien la procedencia y las preferencias del principal colectivo de donantes (los notables del reino y especialmente de la ciudad de Valencia) y el apoyo institucional de la Iglesia y las autoridades civiles. La intencionalidad del Hospital se manifestaba especialmente en las modificaciones que sobre estas incorporaciones iniciales podía realizar a través de las ventas selectivas y de las escasas operaciones de compra. En los cambios de configuración del patrimonio se mezclaron las tres variables. Las constantes incorporaciones, originadas fundamentalmente por las donaciones, van incrementando el patrimonio que se modifica según los intereses del Hospital a través de las contadas adquisiciones y la venta selectiva de tierras en periodos de déficit presupuestario.

      En 1790, la coyuntura expansiva que había cubierto las décadas centrales del siglo estaba cambiando de signo. La crisis agraria que se abría y que azotó con fuerza el primer tercio del siglo XIX produjo cambios en el patrimonio del Hospital. Sin embargo, a pesar de la dura crisis, de las dificultades financieras de la institución y del inicio de los procesos desamortizadores, el patrimonio creció apreciablemente en superficie y en renta a juzgar por los datos obtenidos para 1823. Entre 1790 y 1823 el patrimonio creció en 935 hgs. alcanzando una superficie de 3.992 hgs. Traducido en un índice esto supondría crecer del valor 100 al 130. En ese intervalo la renta paso de 9.126 libras a la cantidad de 13.882. Pero el efecto inflacionista de los precios hizo que este aumento nominal del 54 % supusiera un ascenso en un índice del valor real de muy similar al aumento de la superficie, pasando del valor 100 al 131. Por tanto, el patrimonio mantuvo un proceso ascendente de acumulación, lo cual supone sin duda un «éxito» para la institución a la hora de afrontar la dura coyuntura de cambio de siglo y la crisis del Antiguo Régimen.

      La desamortización de Godoy sacudió el patrimonio del Hospital en su parte más valiosa. Una porción importante de sus mejores tierras fue vendida entre 1799 y 1807. Pero estas ventas fueron amortiguadas por las incorporaciones, de forma que el patrimonio más rico, el de la vega de Valencia, se mantuvo y el de las poblaciones de l’Horta incluso creció. Este aumento de la superficie en la comarca de l’Horta se verificó fundamentalmente en las poblaciones más distantes de la capital y de menor rentabilidad, lo que condujo a que perdiera importancia en renta. Así mismo, fue también un periodo de importantes ventas a causa de las dificultades. En los momentos de déficit el Hospital manifestó un criterio básico en sus ventas: el mantenimiento las tierras más productivas y las de más fácil administración a costa de las más improductivas o las más difíciles de gestionar. Las tierras alejadas, menos rentables o de control más complejo fueron las que se vendieron con mayor facilidad, especialmente las tierras de secano más distantes y difíciles de administrar y los arrozales, algunos de los cuales precisaban una fuerte inversión de acondicionamiento para ser productivos.

      Cuando

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