Friedrich Schiller. AAVV
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En suma, Los bandidos no es una obra que haya sido ignorada en el mercado editorial en español: a las traducciones mencionadas antes se añaden también otras ediciones, bien en antologías o bien publicadas fuera de otras colecciones. Sin embargo, la última traducción al castellano data de 1973 (la más reciente al catalán es de 1983) y por eso pareció interesante acometer la tarea de realizar una nueva traducción más acorde con el uso actual del castellano.
3. EL PROCESO DE TRADUCCIÓN DE LOS BANDIDOS
3.1 Consideraciones previas
Una vez puesta la obra original en su contexto y hecha una revisión de las diferentes ediciones que se han hecho de Los bandidos en España, haremos un recorrido por algunos aspectos de la nueva traducción de Die Räuber para explicitar las decisiones más meditadas o que precisaron de un proceso de reflexión más intenso. Comenzaremos por las decisiones previas que afectan a la forma de la traducción completa y nos centraremos después en algunos aspectos puntuales que consideramos representativos de todo el proceso de traducción.
3.2 Estilo general
Esta decisión resulta esencial y es la primera que debe tomar todo traductor literario, ya que condicionará el trabajo en sí y será determinante en la conformación del producto final. En el caso de Los bandidos, había que decidir si se recreaba el texto con el estilo propio de finales del siglo XVIII o si optábamos por actualizarlo y hacer una traducción al castellano de principios del siglo XXI.
La opción de recrear el texto de Schiller en el castellano propio de 1800 nos pareció inadecuada por la dificultad que entrañaba y por el gran riesgo que suponía reconstruir una variante del castellano que ya ha sido más que sustituida por otra. No se puede obviar aquí el hecho de que toda lengua está en permanente evolución y que es precisamente ésta la que hace aconsejable volver a traducir los grandes textos clásicos. Aunque la lengua en sí sea la misma, está claro que los usos de determinadas expresiones han perdido la fuerza que tenían hace doscientos años, que muchas de las connotaciones habituales en esa época y buscadas por el autor ya no son efectivas en la intuición lingüística de los hablantes. Siendo la traducción literaria, en cualquier caso, un proceso en el que el traductor se ve abocado a interpretar el original, a recrear la obra manteniendo bien la forma o bien el mensaje (siempre y cuando haya de llegarse a este conflicto), hay que ser muy conscientes de la relevancia de las decisiones y asumirlas a lo largo de todo el texto para poder así mantener la coherencia con la intención original del autor.
En la traducción que presentamos se optó por verter el original de Schiller al castellano contemporáneo, procurando utilizar una variante neutra desde el punto de vista dialectal que aun así mantuviera las diferencias de registro propias de los personajes. Se intenta de este modo que los personajes de la obra mantengan los rasgos personales que les da el autor. Así, tenemos que Amalia, igual que Karl, utiliza un discurso más cuidado, mientras que Daniel tiende a hacer un uso de la lengua propio de un registro menos culto que el de sus señores. Para los bandidos se optó por un lenguaje más vulgar, propio de personas con un nivel cultural inferior, ya que no todos ellos fueron estudiantes previamente (o lo fueron con un resultado desigual). Se pensó que era conveniente mantener para los miembros de la banda que se conocieron en Leipzig un estilo algo más ilustrado, si bien en algunos momentos caen a un registro mucho más vulgar.
3.3 Objetos
En general, los objetos no han presentado ningún tipo de problema a la hora de encontrar un equivalente en castellano. Quizá el ejemplo más relevante en este apartado sea el pelícano del que habla Spiegelberg en II, 3: «La integridad se bambolea como un diente picado, sólo tienes que aplicar el pelícano», una palabra en apariencia de traducción sencilla ubicada en un contexto en el que no tenía sentido. Esto nos obligó a realizar una búsqueda más concisa de equivalentes. El término alemán Pelikan designa, igual que en castellano, a un ave acuática, pero se utilizaba también para referirse a una pieza del instrumental del dentista, concretamente a una tenaza para extraer muelas. La búsqueda en Internet de términos en documentos relacionados con la odontología arrojó el resultado de que en castellano también se utiliza el nombre de esa ave para designar el mismo instrumento. Como quiera que el instrumento está en desuso desde hace tiempo (resultaba muy fácil dañar la mandíbula con él), se optó por la nota del traductor para aclarar al lector el significado en ese contexto.
3.4 Texto en verso
El traductor de un texto literario se ve con frecuencia ante el dilema de mantener la forma o de mantener el contenido de lo dicho por el autor. En el caso de Los bandidos nos decantamos muy pronto por mantener la densidad del contenido y la variedad de registros de lengua, y por esta razón se descartó la posibilidad de recrear en verso los numerosos cantos y citas de obras usados por Schiller con esta forma. La diferencia entre los esquemas métricos de ambas lenguas (y la enorme dificultad para encontrar equivalentes en castellano con un número similar de sílabas) contribuyó sin lugar a dudas a optar por la prosa en estos casos. Se respetó el ritmo en donde fue posible y, ahí sí, se procedió con gran escrupulosidad en la elección de los equivalentes de traducción para mantener el indiscutible registro literario de los textos. El único caso donde no se opta por las traducciones de registro más alto es en la canción de los bandidos que abre la escena quinta del cuarto acto: el tono del original es claramente vulgar, en ocasiones soez:
Robar, matar, ir de putas, pelear
sólo es nuestra diversión.
Mañana nos ahorcarán,
por eso, pues, riamos ahora.3
3.5 El título de la traducción
Cuando aceptamos el reto de preparar una nueva edición de Los bandidos, nos planteamos también la cuestión del título de la obra. Esta decisión no resulta nada fácil, puesto que en los más de ciento treinta años transcurridos desde la publicación de la primera edición en castellano parece que es ése el título que ha adquirido carta de naturaleza en el mundo literario en castellano. Consideramos, sin embargo, que el carácter de los bandidos, en especial de Karl Moor, podría dar cabida a otros títulos. Esta cuestión no merecería mucho interés si se tratara de una obra desconocida para el público, pero no es ése el caso de esta obra de Schiller. En el caso de Los bandidos, un cambio de título de la traducción podría generar ciertas incomodidades entre especialistas y lectores en general: podrían pensar que se trata de una obra desconocida cuando no es ése el caso. Aun así, consideramos la posibilidad de ofrecer un título alternativo tras seguir un procedimiento riguroso para apoyar (o no) el cambio de título.
El primer paso que se dio fue recopilar todos los títulos dados a este drama: junto al ya establecido de Los bandidos encontramos también el título de Los ladrones, dado por Eduardo de Mier y Barbey a su traducción de 1881.4
Nuestra reflexión se encaminaba, sin embargo, por otros derroteros. El carácter de «buen ladrón» que se puede atribuir a Karl Moor, unido a la voluntad expresada al principio de querer subvertir un orden social considerado injusto y opresor, nos inclinó a pensar en el término bandolero para el título de la obra: recordemos que la figura del bandolero surge en paralelo a la resistencia popular ante la invasión napoleónica y que algunos de ellos