Paso a la juventud. Sandra Souto Kustrín
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Como muestra la carta con que se inicia este apartado, el desarrollo de las organizaciones juveniles de los diferentes partidos fue uno de los factores que influyó en la decisión de crear una organización juvenil anarcosindicalista, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL), a propuesta de un grupo de jóvenes de la organización de Madrid, donde se estableció su dirección, el Comité Peninsular. La memoria del congreso constitutivo de la organización, celebrado en junio de 1932, decía que el objetivo era crear «un organismo que recogiera los entusiasmos revolucionarios de la gran cantidad de jóvenes que entonces comenzaba a afluir a los Sindicatos» y «apartar de las organizaciones políticas a la juventud rebelde, pero inconsciente». Y esta influencia llevaría a algunos militantes anarcosindicalistas a decir que las juventudes libertarias se crearon «como copia, más que como necesidad».90
El carácter educativo que se pretendía dar a la organización también explicaría que en algunos lugares de España y en su primer congreso se hablara de Juventudes de Educación Libertaria (JEL) y que uno de los temas principales del congreso fuese la propaganda y las labores educativas para formar a los jóvenes en el anarquismo. Aunque los delegados al congreso sólo representaban a 1.490 afiliados, la nueva organización decía contar con 85 secciones y aproximadamente 5.000 militantes teniendo en cuenta las localidades que habían enviado adhesiones al congreso pero no habían podido asistir. Las juventudes libertarias se estructuraron de forma federalista y no se estableció ningún programa juvenil. Por el contrario, se aprobó que «ante todo, la juventud ha de velar por los principios federalistas de la C.N.T. y tender en todo momento a conservar la pureza de nuestros ideales», además de extender las ideas anarquistas en los sindicatos, aunque se planteaba, como hacía la FJS, que en un movimiento revolucionario «las juventudes serán fuerza en vanguardia», por lo que el nuevo Comité Peninsular de la recién creada FIJL debía dedicar especial atención a la «coordinación revolucionaria».91
Al igual que había sucedido cuando se formó la FJS con los dirigentes del PSOE, algunos militantes libertarios consideraron que la organización juvenil no era necesaria. Por ejemplo, las secciones de la FAI de Cataluña y de Centro se mostraron contrarias a su creación, por actuar «al margen de nuestra organización específica» y «sin aceptar la tutela de ninguna organización». Desde Cataluña se llegó a citar a una representación de las juventudes «conminándolas a que aceptaran el control de la FAI o de lo contrario serían saboteadas», aunque se aceptó la explicación del delegado de la FIJL que planteó que éstas aceptaban «por entero los postulados anarquistas y se mueven bajo el control de la FAI». La organización juvenil provincial de Valencia decía todavía en agosto de 1935 que en la capital del Turia tenían «serios inconvenientes que entorpecen el desarrollo de estas J.L [Juventudes Libertarias] ya que hay muchos militantes de la C.N.T. y la FAI que no están de acuerdo con las J.L. y debido a esto muchos jóvenes no ingresan», y había militantes que defendían «ingresar en la F.A.I. como sección de cultura y propaganda»; mientras que la organización alicantina planteaba que «por parte de la F.A.I. desde que se organizaron las Juventudes ha habido siempre una tirantez formidable en contra de las mismas» (sic).92
A partir de su primer congreso, la FIJL vivió también un proceso de organización, con más sobresaltos que el desarrollado por las juventudes socialistas por las sucesivas insurrecciones anarquistas, y marcado por diferentes posturas en cuanto a su relación con las organizaciones hermanas, especialmente con la FAI. Por ejemplo, la Regional del Norte celebró un pleno en Bilbao, en enero de 1933, en el cual estuvieron representados algo más de 200 afiliados, repartidos entre Vitoria, Bilbao, Miranda del Ebro, Santander, Baracaldo y Vizcaya. Se destacó que «las Juventudes Libertarias son las Escuelas donde se han de formar los nuevos anarquistas», por lo que se rechazó formar parte de la FAI. Son también los temas de propaganda y puramente organizativos los que predominan en las actas: así, se rechazó el sello y el carnet «peninsular» por «no creerlos propios de libertarios». Por el contrario, las Juventudes Libertarias de Cataluña decidieron ingresar en la FAI y darse de baja de la FIJL, lo que el Comité Peninsular definió como un error porque significaba convertirse en «menores» tutelados, lo que, a su juicio, dificultaría la labor de captación de jóvenes.93
En 1933, el mayor desarrollo de la organización juvenil libertaria se había alcanzado en Asturias y Andalucía. La regional andaluza contaba con 68 secciones, mientras que la Regional del Norte tenía 10; estaban a punto de constituirse la Regional de Centro, con 18 juventudes, y la de Aragón, Rioja y Navarra, con 12, entre las que destacaba la de Zaragoza, y la de Canarias. La FIJL contaba también con grupos en Galicia, Palma de Mallorca, Tetuán, Ceuta y Melilla.94 En enero de 1933 se creó la Regional de Asturias y León con sede en León, y con algo menos de 600 afiliados, concentrados principalmente en León capital y en Sama y La Felguera (Asturias). Se rechazó pertenecer a la FAI aunque se aprobó que los Grupos Anarquistas tuvieran un delegado en la organización juvenil. Se acordó que los jóvenes debían esforzarse por «emanciparse de los prejuicios políticos y religiosos y de los vicios del alcohol, que degradan y embrutecen», pudiendo llegarse a la expulsión de aquellos que tuvieran problemas de alcoholismo, pero también de quien «por imposición de la familia» o «por falta de carácter claudicara en la cuestión religiosa».95
Planteamientos similares se habían realizado ya desde la FJS: en 1931, en Renovación se escribió que «tres enemigos terribles tiene la juventud en los naipes, el alcohol y el tabaco, pues los primeros la envilecen, el segundo la embrutece y el tercero corona la obra destructiva»; considerando que era la «burguesía» la que había «sumido» a los trabajadores en «los antros de la taberna, donde con el juego y la bebida se fomentaba nuestro embrutecimiento», mientras que diversos congresos regionales de la organización juvenil socialista habían analizado la cuestión de las relaciones de sus afiliados con la religión: el primer congreso de la Federación Provincial Socialista Montañesa aprobó recomendar a sus militantes que optasen por los actos civiles; en Alicante, la organización de Elda sugirió que los afiliados que realizasen actos «solicitando el servicio de la Iglesia» fueran recriminados y se les separase de sus cargos por un año; y, en Vizcaya, la organización de Gallarta propuso que «todo compañero que se casase por la iglesia fuera expulsado» y la de La Arboleda que no se admitiese en la FJS a nadie que «practicase ritos religiosos».96
Como muestra el caso asturiano, el debate sobre la existencia de la FIJL y su relación con la FAI no se circunscribió a la regional catalana. El 14 de junio de 1934, a propuesta del Comité Peninsular, las organizaciones de Santander y el País Vasco aceptaron constituir el Comité de Relaciones del Norte de España, tras la dimisión del Comité Regional del Norte existente previamente. Esta dimisión había sido provocada porque las organizaciones