Historia contemporánea de América. Joan del Alcàzar Garrido
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Sin embargo, no todas las protestas son tan refinadas y no todos escriben libros. Existen los llamados Comités de Correspondencia, que se limitan a provocar a los ingleses y a organizar disturbios. Se trata de sectores más populares que, en ocasiones, ponen en dificultades a los dirigentes de la sociedad colonial.
El primer ministro North, que había sustituido a Pitt en 1770, concedió el monopolio de la venta de té a la Compañía de las Indias Orientales, lo cual significaba que todo el té consumido por los norteamericanos, incluido el comprado al por menor, tenía que ser vendido por esta compañía. Éste fue el motivo del Boston Tea Party (cincuenta americanos disfrazados de indios destruyeron todo el té almacenado en el puerto de Boston, en diciembre de 1773), que sería contestado por Londres con las que se conocerán como las Leyes Intolerables, es decir: autorizó el alojamiento de tropas británicas en casas particulares de americanos; clausuró el puerto de Boston hasta que se recogiera en metálico una cantidad igual a la de las pérdidas ocasionadas y se aceptara pagar los impuestos; los responsables serían juzgados en Londres; el Canadá francés se unía al Canadá inglés, dejando de formar parte de Nueva Inglaterra; y, finalmente, la disolución de la Asamblea y el cambio de la Constitución de Massachussets.
Ante estas medidas, la oposición anticolonial se unificará en un Congreso, el primero de Filadelfia, en el cual se aprobará la Declaración de los Derechos de los Colonos, se creará una comisión de seguimiento de los acontecimientos y se decretará el boicot a los productos ingleses, lo cual supondrá la autosuficiencia.
La reacción inglesa al Primer Congreso será inmediata: las colonias serán declaradas en rebeldía, al mismo tiempo que se envía a un ejército de mercenarios alemanes para reforzar la guarnición inglesa. En 1775 se convocará el Segundo Congreso, todavía con posiciones conciliadoras. Aunque no se rechazan soluciones de vinculación con la Corona (parecidas a lo que después sería la Commonwealth), los acontecimientos se aceleran y un incidente en Lexington marcará el inicio de la guerra. Una escaramuza entre británicos y campesinos patriotas norteamericanos, que tuvo lugar en la primavera de 1775, en la cual murieron ocho americanos, es considerada como el comienzo de la revolución. Se cuenta que Sam Adams, al escuchar los disparos, exclamó una frase que, cierta o leyenda, se incorporó a la mitología norteamericana: «¡Qué gloriosa es esta mañana!» (Nevins et al., 1994).
En 1776, el Tercer Congreso de Filadelfia impondrá la emancipación, encargándose Thomas Jefferson de la redacción de la Declaración de Independencia:
Consideramos evidentes las siguientes verdades: que todos los hombres fueron creados iguales; que su Creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están los de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Que, para garantizar estos derechos, se han instituido Gobiernos entre los hombres, y su poder jurídico deriva de la aprobación de los gobernados; que cada vez que alguna forma de gobierno impide la realización de estos fines, el pueblo está en su derecho de alterarlo o suprimirlo y de instituir un nuevo Gobierno, poniendo sus fundamentos en tales principios y organizando sus poderes de la forma que les parezca más conveniente para la consecución de su seguridad y su felicidad. (Nevins et al., 1994)
Interesa resaltar, como dice W. P. Adams (1980), que no fueron móviles democrático-radicales ni proyectos de reforma social los que impulsaron a la élite política a manifestarse de este modo en 1776, a decantarse tan claramente por la igualdad entre los hombres y el pleno derecho de los gobernados a derribar a los gobernantes. La necesidad de justificar la independencia de un nuevo Estado fue la que condujo a esta proclamación de nuevos principios del poder legítimo.
Tras la Declaración de la Independencia vendrá la guerra. Francia y España permanecerán neutrales hasta 1778, momento en el que los esfuerzos de B. Franklin por hacer aceptable la causa ante las monarquías borbónicas tendrán éxito. Francia presionará a la marina inglesa, y España actuará desde el sur. Como efecto de su implicación recuperará La Florida –y también Menorca–, pero Francia sólo conseguirá un enorme endeudamiento exterior. En 1783, mediante el Tratado de Paz de Versalles, la independencia será reconocida. De este modo, el derecho a la rebelión entrará a formar parte del corpus ideológico de las revoluciones burguesas.
Con la Declaración de Independencia empezó una guerra de más de seis años entre la metrópoli y las Trece Colonias rebeldes. La nueva colonia canadiense, gobernada militarmente sin asamblea, continuó fiel a la metrópoli y se convirtió en el principal refugio y base de operaciones de los realistas que lucharon contra los colonos sublevados. La guerra empezó con demostraciones de fuerza de la metrópoli –Nueva York y Filadelfia–, y operaciones arriesgadas de los rebeldes –Trenton y Princeton–. En 1777 las milicias continentales consiguieron en Saratoga la rendición del general Burgoyne, que comandaba las tropas realistas del norte que se refugiaron en Nueva York. La guerra se desplazó hacia el sur y, el 19 de octubre de 1781, el general realista Cornwallis se rindió en Yorktown. Las tropas de Washington ganaron la guerra porque disfrutaron de una coyuntura internacional muy favorable. El rey francés envió tropas y dos escuadras navales para apoyar las acciones militares de Washington; la escuadra francesa de De Grasse fue vital para la rendición de Cornwallis. Los franceses también atacaron otras posesiones coloniales británicas, igual que los españoles, que aprovecharon la coyuntura para penetrar por el norte de Nueva España y atacar las posesiones británicas del Caribe y, en Europa, las próximas a la península Ibérica. En 1779 los franceses y los españoles firmaron un tratado para recuperar los territorios que habían perdido en la guerra de los Siete Años y, en 1780, los franceses crearon una liga a favor de la libertad de los mares.
En conclusión, la independencia se produjo porque la metrópoli quería controlar cada vez más y mejor a las colonias, y las respectivas asambleas de éstas no estuvieron dispuestas a aceptar este reformismo centralizador. Las colonias habían experimentado un crecimiento económico y de población –se había producido una intensa inmigración de europeos y una incorporación forzada de esclavos africanos–, y este crecimiento les permitió hacer frente a la metrópoli. Es necesario añadir que la política imperial francesa y española, como ya hemos dicho, también tuvo una gran trascendencia en el proceso (Hernández Alonso, 1996).
1.1.3 Evaluación del proceso
La razón de la independencia fue clara y explícita: el hecho de pertenecer al Imperio británico era un obstáculo para el crecimiento de las propias colonias. La pregunta, pues, es inmediata: ¿significó la independencia un gran desarrollo?
Con respecto a la población, el crecimiento fue extensivo:
1710 = 0,33 millones de habitantes.
1775 = 2,5
1815 = 8,5
Económicamente, Inglaterra subvencionaba algunos productos que le resultaban interesantes: madera, construcción naval, añil..., y permitía el transporte de mercancías