Framers. Viktor Mayer-Schonberger

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Framers - Viktor  Mayer-Schonberger

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escoger un camino por el que tarde o temprano acabaremos tomando una decisión. Para comprender mejor todo esto vamos a poner un ejemplo práctico con mapas.

      El mapa con el que estamos más familiarizados es el cartesiano, que tiene dos dimensiones perpendiculares. La ventaja que presenta este tipo de mapas es su aparente objetividad; todas las distancias son correctas en relación entre sí y cada punto tiene su propia ubicación. Los mapas cartesianos nos permiten ubicarnos y proyectarnos a cualquier punto (e imaginar cómo debe ser el mundo desde allí). Pero también dejan de lado muchas otras características. Por poner un ejemplo, normalmente los mapas cartesianos son planos, cosa que dificulta poder reflejar el desnivel (tenemos que valernos de curvas de nivel o de distintos colores para conseguirlo). Es por eso por lo que resultan muy útiles para saber dónde se encuentra algo, pero no para saber cuánto tardaremos en llegar hasta ahí. Los mapas, al igual que los marcos, son muy adecuados para ciertas circunstancias, pero no para todas.

      Si estuvieras en una ciudad como Londres o Tokio y quisieras ir de una punta de la ciudad a la otra, seguramente un mapa cartesiano no te serviría de nada. Te resultaría mucho más útil un mapa de transporte. Estos mapas simplifican la complejidad del territorio de una ciudad a un diagrama de líneas y estaciones diferenciadas por colores. Consiguen que sea muy fácil identificar dónde se entrecruzan las líneas de tren o autobús. Los mapas de transporte son una verdadera obra maestra debido a todo lo que no incluyen. Están diseñados para que podamos elegir la ruta más conveniente. ¡Pero pobre del que utilice un mapa de transporte para orientarse por las calles de la ciudad!

      El mapa del metro de Londres, por ejemplo, tiene la característica particular de que ignora las distancias reales en favor de la legibilidad: puede que dos estaciones que parezcan estar muy cerca en el mapa en realidad estén a kilómetros de distancia. Y la mayoría de los mapas de transporte no indican a los usuarios cuánto tiempo se tarda en llegar a una destinación; la longitud de la línea entre dos estaciones normalmente no está a escala. Los mapas de transporte suelen renuncian a representar la distancia real en favor de la comprensión.

      Por lo tanto, la pregunta “¿Qué mapa es mejor?” es un sinsentido a nivel abstracto. La respuesta depende del contexto en que se utilice el mapa y de la finalidad que tengamos. Con los marcos ocurre exactamente lo mismo. No hay ningún marco que sea bueno per se. Depende de la situación y de nuestra intención. Una vez escogemos un marco y lo aplicamos se nos abren varias opciones. Si no nos decidimos a aplicar ningún marco, podemos acabar discutiendo eternamente sin pasar a la acción. Escoger y aplicar un marco (es decir, convertirnos en enmarcadores) es lo que sienta las bases para que podamos tomar una decisión y entrar en acción.

      Los federalistas abogaban por un modelo de gobierno fuerte y centralizado con un presidente ejecutivo poderoso, un Estado de derecho firme y unos derechos estatales limitados. Su marco centraba la atención en lo que necesitarían para construir un Estado nacional fuerte que pudiera llegar a convertirse en una gran potencia. El marco que proponían era “federal” porque el poder se traspasaba de arriba abajo, no “confederado”, un modelo en el que el poder proviene de los elementos que lo componen. Por el contrario, los antifederalistas querían un centro débil, un modelo de gobierno más descentralizado, garantías para los derechos individuales y una democracia más directa. Su marco priorizaba la creación de unas democracias locales fuertes que pudieran unir fuerzas y defenderse entre ellas ante cualquier amenaza externa.

      Al igual que sucede con los mapas, ninguno de estos dos marcos es inferior per se; cada uno tiene sus pros y sus contras y cualquiera de los dos podría ser adecuado en ciertas circunstancias. Todavía hoy en día estos dos modelos mentales siguen estando en el centro del debate sobre cómo gobernar las repúblicas democráticas. Más de dos siglos después, al otro lado del Atlántico, las naciones europeas siguen utilizando marcos similares en el debate de si la Unión Europea debería ser un demos (un pueblo unido con un centro fuerte) o un demoi (un conjunto de pueblos con una forma de gobierno más descentra­lizada).

      La existencia de múltiples marcos contrapuestos puede provocar debates interesantes y suscitar una gran variedad de opiniones diversa. Pero cuando se puede aplicar más de un marco (cosa que suele ocurrir a menudo), elegir cuál es el más adecuado para la situación en cuestión resulta muy complicado. Tomar esta decisión requiere tener un buen conocimiento de los objetivos y del contexto en que se quiere aplicar el marco. Hay mucho en juego.

      la enmarcación errónea y las catástrofes

      Enmarcar erróneamente puede llegar a ser catastrófico. Para darnos cuenta de la importancia que tiene escoger el marco adecuado vamos a examinar cómo los expertos y los políticos gestionaron dos pandemias distintas.

      Cuando en primavera de 2014 hubo un brote del virus del ébola en África Occidental, convocaron a expertos de todo el mundo para que lo estudiaran y ayudaran a contenerlo. Las dos organizaciones principales que acudieron fueron la Organización Mundial de la Salud (OMS), una organización de las Naciones Unidas, y Médicos Sin Fronteras (MSF), un grupo de ayuda internacional. Los expertos de ambas organizaciones sabían que su primera arma para librar esa batalla era la información. Pero a pesar de tener los mismos datos, sacaron conclusiones completamente opuestas. Y no es que sus análisis fueran erróneos, sino que utilizaron marcos distintos para valorar la misma situación, cada uno basado en una perspectiva diferente de las circunstancias del brote y de su futura propagación.

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