Framers. Viktor Mayer-Schonberger
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Así que para ella recurrir a Twitter tenía mucho sentido. “Sería una muy buena manera de hacernos una idea sobre la magnitud del problema”, recuerda que pensó Milano, y también “sería una manera de quitar el protagonismo a estos hombres horribles y devolvérselo a las víctimas y supervivientes”.2 La propia Milano había sido agredida en un estudio cinematográfico casi veinticinco años atrás, pero nunca lo había mencionado públicamente.3 Así que decidió abrir Twitter y teclear: “Si te han acosado o agredido sexualmente escribe “me too” en respuesta a este tuit”.4 A continuación apagó el dispositivo, echó un vistazo a su hija de tres años ya dormida y se fue a la cama.
Cuando se despertó quedó totalmente sorprendida al ver que su tuit tenía treinta y cinco mil respuestas y no paraba de crecer. Se extendió por todo el mundo en un abrir y cerrar de ojos. Al final del día, el hashtag #MeToo ya había sido utilizado en más de doce millones de publicaciones. Empezaron a llamarla los periodistas. Se convirtió en un fenómeno mundial.
El movimiento MeToo es muchas cosas, pero quizá una de las más importantes es que es un marco. Transformó la manera en que percibimos el abuso sexual; dejó de ser algo que deberíamos guardar en la esfera privada para convertirse en algo que podíamos hacer público. Las declaraciones en Twitter se convirtieron en una fuente de empoderamiento y liberación. El movimiento MeToo consiguió revertir el estigma; las mujeres no deberían sentirse avergonzadas y tienen todo el derecho del mundo a avergonzar a los hombres que las han agredido.
Antes del movimiento MeToo, si una mujer hablaba sobre una agresión se arriesgaba a ser vista no como una víctima, sino como una persona complaciente, cómplice o culpable. (“¿Por qué fuiste a su piso?”, “¿Por qué llevabas ese vestido tan provocador?”). Gracias a este nuevo marco, las mujeres pudieron compartir su testimonio sabiendo que no estaban solas y que tenían un grupo de apoyo mundial en la palma de su mano.
Este nuevo marco no solamente nos proporcionó una manera alternativa de reflexionar sobre esta cuestión, sino que nos abrió un nuevo abanico de acciones y decisiones posibles.
cartografiar el mundo
Gracias a los marcos, la complejidad del mundo nos resulta más comprensible, ya sea en relación con la respuesta de las mujeres ante el acoso sexual o con la manera en que los científicos conciben las estructuras moleculares de los antibióticos. Nuestras mentes están repletas de marcos. Así es como pensamos. Los marcos pueden ser simples o sofisticados, precisos o imprecisos, hermosos o malintencionados. Pero todos capturan algún aspecto de la realidad. Y gracias a ello podemos explicar, centrarnos y decidir.5
La democracia es un marco, como también lo es la monarquía. En el ámbito de los negocios, la producción ajustada es un marco, como también lo son los OKR6 (el sistema de dirección popularizado por Intel y más tarde por Google conocido por sus siglas en inglés de Objective Key Results, objetivos y resultados clave). La religión es un marco, como también lo es el humanismo secular (es decir, la moralidad sin Dios). El Estado de derecho es un marco, como también lo es la noción de que el poder actúa correctamente. La igualdad racial es un marco, como también lo es el racismo.
Los marcos son tan fundamentales para nuestro raciocinio como versátiles. En las últimas décadas, los investigadores de disciplinas tan amplias como la filosofía y la neurociencia han estado estudiando la capacidad humana de enmarcar (aunque utilizan una gran variedad de términos para referirse a ella, como por ejemplo plantilla, abstracciones, representaciones y esquemas).
Hoy en día, la idea de que los humanos pensamos mediante modelos mentales está ampliamente aceptada tanto en las ciencias duras como en las blandas. Sin embargo, se trata de un fenómeno muy reciente. A principios del siglo xx las reflexiones sobre el pensamiento humano se dejaban en manos de los filósofos. Sigmund Freud y su interés por los misterios de la mente fueron más bien una excepción, no la regla. Durante el periodo de entreguerras, algunos filósofos como por ejemplo Ernst Cassirer y Ludwig Wittgenstein llegaron a la conclusión de que la mente se basaba en los símbolos y las palabras que podía manipular.7 Fue un gran paso en dirección a una visión más racional de la cognición, pero por aquel entonces todo era teórico, no había ninguna prueba empírica.
Después de la Segunda Guerra Mundial, las ciencias empíricas centraron su atención en la mente humana. Pasó de ser un asunto de filósofos a uno de psicólogos, sobre todo cuando estos últimos empezaron a reflexionar sobre los procesos cognitivos del cerebro. Al principio equipararon estos con estrictas operaciones lógicas, pero los estudios empíricos no consiguieron respaldar esta teoría. A inicios de la década de los setenta, la idea de los “modelos mentales”8 fue ganando terreno, así como el concepto de que el raciocinio humano no opera siguiendo una lógica formal, sino que funciona más bien como si fuera un simulador de la realidad: somos capaces de valorar distintas opciones porque podemos imaginar lo que podría ocurrir.9
Hoy en día esta teoría se ha demostrado empíricamente gracias a numerosos experimentos realizados por psicólogos y científicos cognitivos. La neurociencia también ha colaborado bastante en los últimos años gracias a las resonancias magnéticas, que nos permiten visualizar la actividad cerebral de un sujeto en tiempo real. Los estudios han demostrado, por ejemplo, que cuando planificamos el futuro se nos activan las áreas cerebrales asociadas con la cognición espacial y nuestra capacidad de pensar en tres dimensiones. Es como si literalmente nos sumergiéramos en una especie de sueño intencionado y deliberado.
Todo este trabajo ha provocado una lenta transformación de nuestra comprensión del pensamiento humano. Todo apunta a que los modelos mentales son los pilares fundamentales de la cognición humana. Todo lo que vemos y sabemos, notamos y creemos, empieza por la manera en que percibimos el universo. Comprendemos el mundo en relación con cómo creemos que funciona: por qué ocurren las cosas, cómo podrían transcurrir en un futuro y lo que podría ocurrir si actuáramos. Los marcos no son ni “la imaginación” ni “la creatividad”, pero nos permiten ejercitar ambas capacidades.
La mayor parte de las personas seguramente no piensan demasiado en su estado mental cuando toman decisiones. Esto se debe a que la mayoría de las decisiones que tomamos no tienen grandes consecuencias; qué camisa ponernos, qué ingredientes añadir a una ensalada, etcétera. Pero cuando se trata de tomar decisiones más trascendentales, el proceso se ha transformado por completo gracias al concepto de los modelos mentales. Muchas personas se toman su tiempo para tomar consciencia de los marcos de los que disponen y elegirlos deliberadamente.
La importancia fundamental de los marcos no reside en lo que son, sino en lo que nos facilitan. Nos empoderan porque nos permiten centrar la mente. Cuando funcionan bien, enfatizan lo más esencial y nos permiten ignorar todo lo demás. Se trata de una herramienta del programa, no de un error de software (como dicen los programadores). Los marcos son como atajos cognitivos gigantescos y eficientes que condicionan el espacio mental donde tomamos decisiones. Consiguen que nos resulte mucho más sencillo y práctico identificar distintas opciones. Los marcos simplifican, fortifican y amplifican la manera en que concebimos el mundo para que podamos actuar en él.
Los marcos también nos proporcionan libertad, ya que podemos seleccionarlos según los aspectos de la realidad que queramos destacar. El hecho de ser capaces de probar distintos marcos intencionadamente nos permite llegar mucho más lejos que los animales, que simplemente siguen sus instintos, o que las máquinas, que se limitan a acatar instrucciones. Dado que tenemos la capacidad de ver el mundo desde distintos