El árbol de las revoluciones. Rafael Rojas
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26 Cavarozzi, 2014, pp. 240-247.
27 Yrigoyen, 1956, vol. 3, p. 417.
28 Una compilación útil de los principales documentos programáticos de la Revolución mexicana se encuentra en Garciadiego, 2003, pp. I-XIII. Y también en Gaciadiego, 2010, pp. IX-LXXXIII.
29 Halperín Donghi, 2016.
30 Ibíd., pp. 363-369.
31 Halperín Donghi, 1993, p. 772.
32 Hobsbawm, 2010, pp. 368-375; Fontana, 2017, pp. 192-195.
33 Martínez Estrada, 1962, pp. 546-550.
34 Cossío Díaz y Silva-Herzog Márquez, 2017, pp. 65-67.
35 Andrews, 2017, pp. 98-101. Sobre los artículos 27 y 123 y la corriente del constitucionalismo social, véase Rouaix, 2016, pp. 295-320.
36 Aguilar, 2017, pp. 19-59; Rabasa Estebanell, 2017, pp. 147-170.
37 Terán, 2008, pp. 218-220.
38 Balsa, 2012, pp. 98-128.
39 Solís, 1928, pp. 73 y 74.
40 Palacios, 2011, pp. 195-200; Bushnell, 2007, pp. 268-270; Melo, 2017, pp. 202-204.
41 Aguirre Cerda, 1929, pp. 355-357. Sobre la influencia de la Constitución de 1917 en Europa central y del este y la Segunda República española, véase Rouaix, 2016, pp. 302-304.
42 Guerra, 1961, pp. XI y XVII; Araquistáin, 1928, pp. 12, 21 y 293.
43 Hernández Tolero, 2020, pp. 3-23.
44 Rivera Mir, 2018, pp. 412-414.
45 Sobre la distinción entre liberalismo y republicanismo, véase Ortiz Leroux, 2014, pp. 51-53; Marcone, 2015, pp. 107-121; Arroyo, 2016, pp. 245-274; Rosler, 2016, pp. 305-311.
46 Halperín Donghi, 1993, pp. 745-751.
47 Rojas, 2014, pp. 315-323.
48 Jaksic y Gazmuri (eds.), 2018, pp. 141, 142 y 145-147.
49 Lozoya López, 2018, pp. 171 y 172; Casals, 2018, pp. 342-346; Correa et al., 2011, pp. 124-130.
50 Guillén Martínez, 2015, pp. 415-417; Melo, 2017, pp. 208-210.
51 Para una revisión historiográfica de este periodo de la historia de Cuba, véase Pérez, 1988, pp. 281-288; Pérez-Stable, 1993, pp. 37-51; Ameringer, 2000, pp. 167-190; Riera Hernández, 1974, pp. 7-34; Guanche, 2008, pp. 305-328; Ehrlich, 2015, pp. 93-117; Rodríguez Arechavaleta, 2017, pp. 15-22; Ramírez Chicharro, 2019, pp. 13-35.
52 Mañach, 1944, p. 99.
ii
Haya, Mella y la división originaria
El encuentro entre Víctor Raúl Haya de la Torre y José Vasconcelos en México, durante el exilio del primero provocado por la dictadura de Augusto Leguía, es una de las escenas fundacionales del despegue de la ideología revolucionaria en el siglo xx latinoamericano.1 Haya llegó a México a fines de 1923, luego de encabezar el movimiento estudiantil contra el régimen peruano y tras un breve periplo que lo llevó a Panamá y a Cuba, donde alentó los trabajos de la Universidad Popular José Martí, creada por el joven comunista Julio Antonio Mella, a partir del modelo de la Universidad Popular González Prada en Lima, a principios de la década.2 En México, donde trabajaría como asistente de Vasconcelos, entonces secretario de Educación Pública del Gobierno de Álvaro Obregón, Haya compartió el entusiasmo por la Revolución mexicana y por la difusión, a través de ella, de las ideas, los líderes y las aspiraciones de otras dos revoluciones: la rusa y la china de 1911.
Las ideas de Vasconcelos sobre el nacionalismo revolucionario latinoamericano, plasmadas en el ensayo La raza cósmica (1925), promovidas por el intelectual mexicano en una apoteósica gira por Brasil y Argentina, estuvieron en el origen de la concepción de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), fundada en la capital mexicana en 1924. Vasconcelos llamaba a una regeneración de América Latina por medio del mestizaje, pero también a la proyección de una identidad espiritual virtuosa, propia de una civilización indoamericana capaz de sintetizar valores universales que solo se manifestaban fragmentariamente en otras partes del mundo.3 La nueva civilización o la nueva raza de que hablaba el intelectual mexicano era singular y universal a la vez por basarse en el mestizaje de todas las anteriores o existentes, sin “repetir a ninguna ni en la forma ni en el fondo”.4
La tesis, incorporada por Haya de la Torre a la creación del APRA, suponía que esa nueva civilización racial y espiritual, llamada Indoamérica, debía asimilar lo mejor de las otras razas y civilizaciones, exhibiendo una fisonomía propia. Vasconcelos decía, a propósito de las cuatro alegorías del patio del Palacio de la Educación Pública, las de Grecia, España, México y la India, que la raza cósmica se forma con los “tesoros” de las otras.5 Haya retomará la idea en muchos de sus textos escritos entre 1923 y 1927 y reunidos en el volumen Por la emancipación de América Latina, aunque complementando a Vasconcelos por medio de un marxismo-leninismo revisado: la civilización latinoamericana era específica, diferente a la europea, no solo por la identidad de su cultura o su civilización, sino por el sedimento “feudal” y “colonial” de su capitalismo.6 Ese sedimento, a juicio del intelectual y político peruano, era producto de la dominación imperialista: en América Latina, dirá enmendando a Lenin, el imperialismo no era la última, sino la fase originaria del capitalismo.
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