El árbol de las revoluciones. Rafael Rojas
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El árbol de las revoluciones - Rafael Rojas страница 13
En las páginas que siguen propongo reconstruir el momento de la ruptura entre apristas y comunistas, luego de repasar la confluencia inicial de aquellas corrientes de la izquierda a principios de los años veinte. Nuestro argumento es que la fractura tuvo elementos geopolíticos que han sido subestimados, mientras se magnifican divisiones ideológicas que, desde la historia conceptual, resultan menos decisivas. El choque entre comunistas y populistas a fines de los veinte tiene como origen la intensificación de la red internacional de Moscú, específicamente en América Latina, por un lado, y la construcción del sistema político mexicano, basado en el presidencialismo autoritario y el partido hegemónico, por el otro. El distanciamiento entre comunismo y populismo fue, también, resultado de la divergente institucionalización de las dos primeras revoluciones del siglo xx: la mexicana y la rusa.
haya y el bolchevismo
Los orígenes del APRA están marcados por la visión entusiasta del bolchevismo que Haya posee e impulsa a principios de los años veinte. Antes que Julio Antonio Mella, José Carlos Mariátegui, Juan Marinello, Aníbal Ponce y algunos de los comunistas de la primera generación, el peruano viajó a Moscú y conoció a Trotski. Existen diversas hipótesis sobre el origen de aquel viaje a la Unión Soviética: algunos sostienen que Haya viajó a instancias de comunistas mexicanos como Diego Rivera y Rafael Carrillo Azpéitia, que lo propusieron para intervenir en el V Congreso de la Internacional y hacer avanzar la fundación de partidos comunistas en América Latina. Otros, como Roy Soto Rivera, sostienen que el viaje fue parte de una gira estudiantil por Europa, financiada desde Lima por Ana Melisa Graves y respaldada por Vasconcelos desde México, quien lo incorporó al primer tramo del trayecto a Nueva York.8 También intervinieron, por lo visto, en aquel viaje la Federación Obrera de Lima, el periódico mexicano El Universal Ilustrado, en el que Haya colaborada, y la red de estudiantes marxistas, socialistas y cristianos de Estados Unidos, en la que destacaba Bertram Wolfe, un joven graduado de la Universidad de Columbia, militante del Partido Comunista estadounidense, muy bien relacionado con el naciente comunismo mexicano.
Haya permaneció en la Unión Soviética entre julio y octubre de 1924, meses decisivos para la historia del comunismo en el siglo xx, puesto que fueron los que siguieron a la muerte de Lenin y dieron inicio a la fractura del primer bolchevismo. En sus notas de viaje, insistía en que su objetivo era “ver” y “estudiar la nueva realidad rusa” y aseguraba presentarse como “no comunista” y haber hablado en el V Congreso del Comintern en la “tribuna de periodistas”.9 Sus retratos de líderes soviéticos son apenas brochazos, pero suficientemente comunicativos como para detectar sus preferencias: Lunacharski es “sagaz y talentosísimo”; Zinóviev “rechoncho y bastante afónico”; Kalinin “sencillo, viejo campesino de tono muy monótono”, Stalin “vigoroso, imponente, con su gesto astuto y sus largos discursos, aparentemente sin mayor elocuencia”, y Ríkov “más vivaz”…10
En un pasaje de sus escritos sobre Rusia, Haya cuenta que Chicherin, comisario del Exterior, lo “sometió a un interrogatorio sobre México”, pero que “sus preguntas acusaban poco conocimiento de un país con tan interesantes problemas sociales”.11 Ese desconocimiento le resultaba sintomático y lo persuadía de que en la Unión Soviética se estaba produciendo un giro geopolítico, propio de una naciente potencia euroasiática, que llevaba a sus dirigentes a mostrar respeto e, incluso, “admiración” por otras potencias como Estados Unidos o la Italia de Mussolini, de quien dice haber visto un retrato en la misma Comisaría de Exteriores.12 Haya recuerda también que Losowsky intentó reclutarlo para las fuerzas comunistas mundiales, pero que su aproximación al fenómeno soviético partía de una pertenencia firme a la realidad latinoamericana, y suponía que otros acercamientos a la Rusia soviética, como los de Romain Rolland y Rabindranath Tagore, con quienes ya se carteaba, eran similares.
En tres meses, como han estudiado Víctor y Lazar Jeifets, la actividad de Haya en la Unión Soviética fue febril. Participó en el citado Congreso del Comintern, en el Kremlin, pero también en el IV Congreso de la Internacional Juvenil Comunista y se entrevistó con la viuda de Lenin, Nadezhda Krúpskaya, y otros líderes bolcheviques como Bujarin, Stirner, Frunze y Rádek. Entre todas sus semblanzas de aquellos dirigentes, la más favorable fue, sin duda, la que dedicó a León Trotski. En algún momento del viaje, Haya se enfermó de los bronquios, se trasladó a un balneario en Crimea y luego se fue a Suiza, a encontrarse con Rolland. Allí, en Leysin, en diciembre de 1924, escribió aquel retrato de Trotski que puede leerse como un vislumbre de la pugna con Stalin y de la futura disidencia del marxista ucraniano.
La misma tarde que Haya llegó a Moscú conoció a Trotski en el lobby del hotel Lux. Allí el peruano constata el entusiasmo que el líder despierta entre los más jóvenes revolucionarios rusos y advierte que, a diferencia de otros dirigentes, que comienzan a remedar el rancio burocratismo zarista, Trotski tiene un trato accesible y franco.13 Haya llega a decir que ya en 1924 “Trotski libraba una batalla decisiva en el seno del Partido Comunista soviético”, tras los ataques en su contra de Ríkov y otros jerarcas en el Congreso Mundial de ese año, donde emergió el antisemitismo de un sector del primer bolchevismo.14 El marxista ucraniano, al decir de Haya, se defendía con una oratoria “magnetizante y electrizante”, que “modulaba maravillosamente el tono de su voz” y “controlaba perfectamente la potencia de su impulso vocal”, como las “llaves de un órgano”, llegando a ser “bajo profundo y clarín metálico”.15 A pesar de esos dones intelectuales y oratorios y de la lealtad que le profesaban los más jóvenes bolcheviques, Haya piensa, en el invierno de 1924, que la causa de Trotski “está perdida”.16
En sus escritos sobre la Revolución bolchevique Haya demuestra un conocimiento exhaustivo sobre los problemas económicos y diplomáticos del nuevo Estado socialista. Valora positivamente la Nueva Política Económica (NEP) y defiende, en la línea de Trotski, la necesidad de un debate de ideas abierto en la construcción del nuevo orden.17 Con Anatoly Lunacharski el peruano discutió el tema de la literatura y el papel de los escritores en el socialismo, que tanto interés despertaba en el movimiento estudiantil latinoamericano y, en especial, en la Universidad Popular González Prada. Lunacharski le dijo a Haya que en la Unión Soviética se estaba planteando un conflicto entre los escritores más comprometidos con el proletariado, defensores de un lenguaje “clásico”, y aquellos escritores de clase media o clase alta, seguidores de las corrientes vanguardistas, entre los que mencionaba a Borís Pasternak y Borís Pilniak, que se interesaban en el “habla popular” o en el “lenguaje de la calle actual”.18
En la conversación, se hace evidente que mientras Haya siente curiosidad por los segundos, Lunacharski se muestra favorable al uso del lenguaje clásico en la literatura obrera. A Haya le llama la atención que el comisario cultural hable con tanta pasión de la literatura del Siglo de Oro español (Cervantes, Lope, Calderón…), que situaba en un lugar privilegiado de sus “lecciones populares sobre literatura occidental”.19 Algunos de aquellos escritores, más comprometidos con la causa proletaria, como Máximo Gorki, Alexéi Tolstói, Konstantín Fedin, Nikolái Tíjonov o Aleksandr Fadéyev, terminarían ajustándose al paradigma del realismo socialista en los años treinta.
Los diálogos de Haya con Rolland y Tagore entre 1924 y 1925 describen el intento de profesar una simpatía por la Unión Soviética que no implicara una adhesión plena a la forma institucional que iba adoptando el estalinismo. A principios de 1925, ya el líder peruano se encontraba en la London School of Economics, donde entró en contacto con las ideas del laborismo y la socialdemocracia británicos, especialmente, de