Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX. Gerardo G. Sánchez Ruiz

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Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX - Gerardo G. Sánchez Ruiz

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efectos de las condiciones en que había quedado América Latina posterior a la salida del imperio español y el portugués, e incluso teniendo como un gran determinante la solidificación de los Estados como ocurrió con los casos argentino, mexicano o el chileno; el surgimiento de élites ilustradas, la formación de núcleos de comerciantes, la aparición de un naciente sector industrial y el crecimiento de muchas de las ciudades, no tuvieron los resultados esperados en los desenvolvimientos económicos y, por ende, en los afanes de alcanzar el progreso observado en Europa y Estados Unidos. Eduardo Galeano refiriéndose a esas especificidades en que se desarrolló el capitalismo en la región señala:

      La legión de parásitos que había recibido los partes de la guerra de independencia bailando minué en los salones de las ciudades, brindaba por la libertad de comercio en copas de cristalería británica. Se pusieron de moda las más altisonantes consignas republicanas de la burguesía europea: nuestros países se ponen al servicio de los industriales ingleses y de los pensadores franceses. ¿Pero qué “burguesía nacional” era la nuestra, formada por los terratenientes, los grandes traficantes, comerciantes y especuladores, los políticos de levita y los doctores sin arraigo? América Latina tuvo pronto sus constituciones burguesas, muy barnizadas del liberalismo, pero no tuvo, en cambio, una burguesía creadora, al estilo europeo o norteamericano, que se propusiera como misión histórica el desarrollo de un capitalismo nacional pujante (Galeano, 2012:152).

      Hubo crecimiento en rubros específicos pero en otros no, y lo que se logró fue un desarrollo diferenciado que privilegió a sectores terratenientes, mineros, comerciantes y prestamistas locales, inversionistas extranjeros y a caudillos políticos, en detrimento de las clases pobres asentadas en el campo y en las ciudades, pero además, a un menguado desenvolvimiento industrial pugnado por sectores liberales; inevitablemente a esa manera de crecer fue correspondiéndole el cúmulo de problemas sociales que fueron sucediéndose en las repúblicas particularmente al iniciarse el siglo XX. Ese crecimiento diferenciado que imposibilitó un mayor desarrollo de la región, y que afectó a grandes grupos de población, Bulmer-Thomas lo describe de la siguiente manera:

      La primera fase del desarrollo latinoamericano posterior a la independencia se basó en la exportación de productos primarios. Se esperaba que un rápido crecimiento transformara toda la economía, aumentando la productividad en el sector exportador, y haciendo subir el ingreso per cápita. Medido con esta vara, el crecimiento basado en las exportaciones fue, en general, un fracaso. A finales de los 20, tras un siglo de experimentar con diferentes productos de exportación, la mayoría de los países latinoamericanos registraban insignificantes tasas de crecimiento. De hecho, en algunos casos hasta parece que hubo un descenso de los niveles de vida (Bulmer-Thomas, 2010:447).

      Resulta lamentable esa manera de crecer de América Latina, misma que se expresó en ámbitos sociales, económicos, culturales y territoriales, fue y sigue siendo una realidad si se consideran los contextos de desarrollo mundial de cada sociedad y país, aunque también había que entender esos desequilibrios en el conjunto de la dinámica social que ha caracterizado al desarrollo de los pueblos, como bien lo refiere George Novack en Para comprender la historia (1977) al señalar:

      Los múltiples factores de cualquier proceso histórico no tienen, y en realidad no pueden tenerlo, un crecimiento igual y simultáneo. No sólo algunos maduran antes que otros, sino que algunos de ellos pueden no lograr una realidad concreta y adecuada en el momento decisivo, o en cualquier etapa. La conjunción de todos los diversos factores esenciales para que se dé un resultado particular en un gran proceso histórico es un acontecimiento excepcional o accidental que es necesario sólo a la larga (Novack, 1977:74-75).

      Y es que las condiciones en que se había desarrollado la región, bajo la expoliación española y portuguesa, habían actuado, pero también y como parte de esa condición, fue imposible ligar el desarrollo a lo que sucedía en el exterior, pues mientras países como Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos se desarrollaban en lo industrial y con innovaciones tecnológicas que impactaban en todos los ámbitos de la vida, de este lado como ya se había anotado, el uso las tecnologías rudimentarias impactó la producción en sentido negativo, y de igual manera, el hecho tuvo su expresión en otros aspectos de las cotidianidades de los latinoamericanos.

      Por supuesto, los problemas surgidos de esa forma de desarrollo se acentuaron con los problemas existentes en el ámbito mundial, mismo que en estos años empezaron a gestarse como consecuencia de las pugnas capitalistas y por la posición de mercados y, en especial, por la aparición de la crisis de 1905 que se hizo presente ante los grados de sobreproducción, contracción del consumo aunado a las medidas proteccionistas que gobiernos nacionales y empresarios impusieron ante la llegada de productos externos a los territorios de su jurisdicción o enclaves.23

      En esa misma dinámica, el desarrollo desigual sucedido en el nivel mundial y entre países con amplio desarrollo, se manifestó en las condiciones económicas, en las relaciones sociales y en las formas de vivir de cada país latinoamericano, obligando al área a un desarrollo diferenciado con el predominio de pobrezas y penurias, matices que impulsaron revoluciones como la que se expresó en su condición violenta en 1910 en México. En relación con esas condiciones de atraso, Bértola y Ocampo apuntan:

      Mientras la independencia trajo consigo la disrupción del orden político, el caos, el desorden y la dificultad del Estado para asegurar los derechos de propiedad y la seguridad, lo que ahora llamamos la primera globalización trajo consigo la consolidación del poder político del Estado y de la fuerte concentración de la riqueza, acompañada ahora de mayor defensa de los derechos de propiedad de las élites. Al mismo tiempo, las relaciones laborales se transformaban, pero manteniéndose fuertemente subordinadas a los intereses de las élites e incluso reproduciendo viejas y nuevas formas de compulsión extraeconómica, críticas de formas precapitalistas de organización del trabajo. De esta manera, el problema no fue sólo la consolidación de una alta concentración de la propiedad de la tierra, de por sí excesiva para los estándares internacionales […], sino también el mantenimiento de diversas formas de subordinación del trabajo que limitaban de hecho la libre movilidad de mano de obra. Los países dependientes de la inmigración europea por una gran excepción a esta última tendencia (Bértola y Ocampo, 2013:63-64).

      Entonces, las condiciones y características de los sistemas productivos por demás bajos en tecnología tanto en el agro como en la endeble industria; la presencia, acción y dominancia de formas tradicionales de producción; la falta de recursos económicos y materiales; una mano de obra poco calificada lo cual incluía a pocos profesionales de la medicina, ingeniería, arquitectura y de otras pocas especialidades; la atadura ideológica con el pasado, más los vaivenes políticos, si bien lograron significativos beneficios generando nuevos ricos, no lograron mejorar la productividad en los distintos sectores económicos y, por lo tanto, desarrollos más sólidos. No es ocioso recordar una caracterización del desarrollo desigual por el que se ha conducido el denominado progreso de la humanidad, cuando George Novack apunta:

      La fuente principal del progreso humano es el dominio del hombre sobre las fuerzas de producción. A medida que avanza la historia se produce un crecimiento más rápido o más lento de las fuerzas productivas en este o aquel segmento de la sociedad, debido a las diferencias en las condiciones naturales y las conexiones históricas. Éstas disparidades dan un carácter de expansión o compresión a toda una época histórica y dan origen a distintos ritmos y medidas de crecimiento en los diversos pueblos, en las diferentes ramas de la economía, en las diferentes clases, instituciones sociales y campos de la cultura (Novack, 1977:85).

      De modo que ese crecimiento desequilibrado de la economía y, por tanto, de las distintas regiones aparte de los efectos en los territorios, provocaron migraciones del campo hacia las ciudades con los consecuentes problemas observados, sobre todo a partir del siglo XX. El endeble y limitado crecimiento aunado a la concentración de beneficios en las minorías oligárquicas y los regímenes de explotación sobre todo en el campo y minas, fueron causa de la serie de inconformidades

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