Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX. Gerardo G. Sánchez Ruiz

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Procesos urbanos en América Latina en el paso del siglo XIX al XX - Gerardo G. Sánchez Ruiz

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mecánico y el perfeccionamiento de la máquina de tejer habían hecho madurar vertiginosamente la revolución industrial en Inglaterra. Se multiplicaban las fábricas y los bancos; los motores de combustión interna habían modernizado la navegación en muchos grandes buques [que] navegaban hacia los cuatro puntos cardinales universalizando la expansión industrial inglesa. La economía británica pagaba con tejidos de algodón los cueros del Río de la Plata, el […] y el nitrato de Perú, el cobre de Chile, el azúcar de Cuba, el café de Brasil. Las exportaciones industriales, los fletes, los seguros, los intereses de los préstamos y las utilidades de las inversiones alimentarían, a lo largo de todo el siglo XIX, la pujante prosperidad de Inglaterra (Galeano, 2012:225-226).

      Indefectiblemente como parte de ese proceso, las nacientes repúblicas fueron dando cuerpo a sus formas de gobierno, a la reconstitución o conformación de áreas productivas, a la construcción de representaciones e identidades que caracterizarían a sus sociedades, pero también, a la construcción de los espacios requeridos para el desarrollo de esos aspectos, dando lugar a nuevas configuraciones espaciales en ciudades y regiones. Entonces, como un proceso por demás esforzado debido a los obstáculos que los gobiernos hubieron de afrontar —adueñarse del poder y ejercerlo no fue terso—, hubo la necesidad de atender algunas cuestiones fundamentales como serían:

      1. Impulsar el comercio con el exterior o al interior en la búsqueda de recursos para afianzar el desarrollo, por lo que, por ejemplo, se puso atención en establecer determinados impuestos y reducir, y desaparecer las alcabalas; en el primer caso con el fin de ampliar ingresos a las arcas de las noveles naciones, y en el segundo, por ser inhibidoras de la dinámica económica al obstaculizar la integración interna.

      2. Dar cuerpo a una banca propia o promovida desde el exterior, en la pretensión de posibilitar financiamientos seguros y fluidos, y de ese modo, fomentar el cúmulo de actividades económicas y de obras visualizadas para sustentar los desarrollos.17

      3. Intervenir los bienes inmuebles y, sobre todo, los acaparados por la Iglesia, con el fin de integrarlos a los nuevos regímenes económicos y fiscales, para de ese modo activar economías.

      4. La creación o mejora de infraestructura con el fin de favorecer la salida y entrada de mercancías, de ahí la atención a puertos y ferrocarriles.

      5. Cuidar las migraciones inducidas o no,18 buscando atraer habitantes a regiones potencialmente productivas, pero a la vez, atraer mano de obra con un cierto grado de calificación.19

      6. Estimular la educación en todos los niveles con el fin de elevar las posibilidades de mejora de la mano de obra aunado a la formación profesional, pero además, crear bases para lograr una mayor integración del conjunto de habitantes en las nuevas sociedades.

      Resulta indudable que en todos estos aspectos se perfilaba como necesaria la intervención a los territorios para dar cauce a lo pretendido, más aún, de la imagen de éstos, pues la intervención tuvo lugar en planta y en altura, en particular había que mejorar las ciudades para que cumplieran sus funciones, en esta época predominantemente administrativas y comerciales; elevar el nivel de la infraestructura y el equipamiento, y cuidar la estética sobre todo de este último, lo que se hizo notable, con la apropiación de estilos de arquitectura procedentes en particular de Europa.

      La situación de avanzar en aquellos aspectos fue harto difícil para América Latina, si se considera el cúmulo de intereses en torno a la creación de las nuevas naciones, donde aparte de lo que intentaban imponer los grupos nativos, fue determinante la limitada perspectiva y acción política de las sociedades; por lo que consecuentemente se dejaron sentir con fuerza los intereses imperialistas, como fueron los casos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, los que se enfrascaron en la delimitación de áreas para sus mercados o como ocurrió en el caso de México, para apropiárselas.

      Fue la época en que los aventureros ilustrados o no, o los representantes de países interesados en los posibles mercados de materias primas y consumidores, visitaron la región para tener el panorama necesario para insertar sus negocios. En México in 1827 (1828) Ward señala:

      Es difícil concebir que un país menos preparado de lo que México estaba en 1824 para la transición del despotismo a la democracia. Los principios sobre los cuales se forma el gobierno actual, al principio no hayan sido debidamente apreciados, ni comprendidos en general; sin embargo, debido a la mera fuerza de las circunstancias, han echado raíces, y ya han penetrado demasiado profundamente en el suelo para ser fácilmente sacudidos. El dominio sobre el país no se basa en una difusión general del conocimiento, ni en lo que podría denominarse patriotismo teórico; descansa sobre una base aún más fuerte, las pasiones e intereses de las clases más influyentes de los habitantes. Para la masa popular, todas las formas de gobierno son indiferentes, y muchos aún no saben bajo qué viven; pero entre aquellos que sólo poseen un carácter político, los terratenientes residentes, los comerciantes, los militares, los abogados y el clero parroquial, las consideraciones de ventaja local y personal han creado un sentimiento decidido a favor del sistema federal (Ward, 1828:18-719).

      Pese a esas condicionantes, ante exigencias de grupos y las accidentadas acciones provenientes de oficinas de gobierno o de particulares, la producción de mercancías fue reconstituyéndose y adquiriendo caracteres propios en cada nuevo país, como obra de la manera en que se condujeron las políticas o por las dinámicas desplegadas por sus sociedades. Lo anterior dio lugar a las especializaciones entre países, si bien derivadas del sector agropecuario, de acuerdo con “La belle époque y el capitalismo global”. En los Cuadernos de Historia (Béjar, 1999), se apunta que los países al consolidar su independencia y entrar a periodos de progreso, en particular en la segunda década del siglo XIX, y en correspondencia con el desarrollo que se producía en Europa y al que se experimentaba entre países de América Latina, en la región hubo una cierta especialización en productos.

      Por ejemplo, en las pampas de clima templado como fue el caso de las repúblicas de Argentina y de Uruguay, hubo un significativo crecimiento en la “producción de lana, cereales y carne”; en países de clima tropical, como lo eran Brasil, Colombia, Venezuela y algunos de América Central sobresalió la producción de café; también en la región tropical y en especial en Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela floreció el cultivo de plátano; en Cuba, Puerto Rico y Perú hubo un impulso a la producción azucarera. Casos importantes fueron los países mineros por el nivel que retomó el rubro y por la participación de empresas extranjeras; por ejemplo en México, Bolivia y Perú mantuvieron elevados niveles en extracción de plata; Perú y Chile en cobre; en Bolivia estaño, y a principios de siglo empezaron a destacar México y Venezuela como países petroleros y, donde por cierto, aquellas empresas extranjeras empezaron a hacer y deshacer en el rubro y hasta en lo que tocaba a regímenes políticos (Béjar, 1999).

      Ahora bien, como apoyo a esa producción dentro de un proceso renovador, los gobiernos se apresuraron a mantener o extender relaciones políticas y comerciales con otros países ya fuera de este lado de los océanos o más allá de éstos, para así atender carencias en productos para la vida cotidiana, apoyar las distintas actividades económicas y hasta para actuar en la parte ideológica de los grupos pudientes, como los casos de permitir la entrada de materiales que sirvieron para erigir o adornar las ostentosas edificaciones públicas o privadas que fueron luciendo las grandes capitales y aun otras. Bulmer-Thomas, respecto a la situación apunta:

      Algunos países latinoamericanos (por ejemplo, Ecuador y México) eran grandes exportadores de productos alimenticios, comercio que beneficiaba a los Estados Unidos más que a Europa. Unas cuantas naciones canalizaron gran parte de su comercio a través de otros países latinoamericanos, y no por el “centro”.

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